Mediterráneo: No es país para "progres"
Este análisis forma parte del boletín Mediterráneo que analiza la actualidad internacional y sus repercusiones en Bolivia y viceversa. Si quieres recibirlo en tu correo cada viernes, suscríbete
Aunque en Mediterráneo nos gusta más hablar del futuro que del pasado, la victoria de Javier Milei en el vecino país de Argentina ha sido de tal dimensión que es ineludible retornar a ella. La actualidad en el corto plazo en este lado del mundo va a venir marcada por las posiciones que asuma también el nuevo inquilino de la Casa Rosada coronado ya como nuevo ícono pop de la antipolítica.
Hay análisis de lo sucedido para todos los colores. Desde los que piensan que el paleo libertarismo iluminó a millones de argentinos hasta los que se limitan a la explicación aritmética: Milei + Macri 55%. En El País nos hemos limitado a señalar algunos puntos que son de análisis, sobre todo para los que piden la importación del fenómeno en bruto:
Lo primero, que las encuestas sirven para configurar escenarios, no para anticiparlos. Salvo raras excepciones de sondeos hechos en medios muy minoritarios, la mayoría apostaron por el empate y el cabeza a cabeza, pero ganó por 11 puntos.
Lo segundo que los debates tampoco sirven, o al menos no en el sentido clásico de quien gana el debate gana la elección. Una semana antes de la elección, Massa salió agrandado del debate mientras sus operadores insistían en que se había mostrado como hombre de Estado mientras Milei titubeaba y erraba en las cuestiones más técnicas. Los chascarrillos de Massa eran trending topic. Una semana tardaron en darse cuenta de que en realidad se había mostrado como el político profesional que garantizaba que nada cambiara, justo lo contrario de lo que los argentinos venían pidiendo.
Además, no conviene elegir como candidato al ministro de Economía en un país con 140% de inflación y la pobreza escalando al 40%, peor si además ha zigzagueado demasiado en su espacio político dando puñaladas a diestra y siniestra, pero esto ya se sabía. ¿O no?
Es curioso que muchos medios en la Argentina para no definir si perdió Massa o ganó Milei proclamen a Mauricio Macri como el triunfador de la cita. Y es verdad que se llevó casi al completo el 24% de los votos de Bullrich hacia Milei tan pronto como dejó las medias tintas y apostó decididamente por el libertario; y es también verdad que tendrá en el bolsillo la llave de la gobernabilidad con su bancada mayoritaria, de momento, pero es más verdad que el presidente es Milei, que será quien tenga en sus bolsillos los Decretos de Urgente Necesidad. Ya en su primer discurso advirtió con mano dura contra quienes se opongan al cambio – con seguridad será un tema central en su gobierno – y volvió a recuperar promesas suavizadas para la segunda vuelta – salvo la dolarización, que seguramente es la que más votos conquistó -.
No es el primer experimento de este tipo en la región: Brasil, mucho más grande, poblado y poderoso, votó a un Jair Bolsonaro muy volcado a la ultraderecha que cuestionaba a la ONU, al Papa, al cambio climático, a los derechos humanos y a la justicia social y acabó haciendo campaña para su reelección con el Auxilio Bolivia multiplicando los montos de la ayuda. La institucionalidad de Brasil lo aupó, lo contuvo y lo expulsó después sin que la democracia se resintiera, aun con asalto al capitolio incluido.
¿Libertad o liberal?
Es imposible separar el fenómeno Milei del contexto mundial, particularmente del mundo occidental donde las ultraderechas avanzan a paso firme: El miércoles ganó las elecciones en los Países Bajos el ultra Geert Wilders con su partido xenófobo e islamófobo tras dedicar los últimos 17 años a explicar todos los problemas de Holanda desde el impacto de la migración musulmana, que por otro lado sigue siendo imprescindible para sostener ese país de 14 millones de habitantes.
Es el preludio de lo que se supone pasará en junio con las elecciones al Parlamento Europeo, donde las fuerzas extremistas y totalitarias apuntan a ser mayoritarias, y lo que pasará en noviembre en Estados Unidos donde la nueva elección de Donald Trump parece inevitable, pero no es un asunto exclusivo de países ricos: Los Marcos han vuelto a gobernar Filipinas luego de que Duterte les abriera las puertas de par en par con sus formas; Xi Jinping se ha garantizado su perpetuidad al frente del partido comunista chino; en la India se denuncian las maniobras del primer ministro Narendra Modi para desmontar su sistema y luego está Vladimir Putin en Rusia, claro.
Las autocracias están en auge, pero no tiene sentido interpretarlas en los términos habituales de izquierda y derecha, porque no es verdad que se alineen a esos parámetros sino todo lo contrario, por lo general cada uno de estos nuevos fenómenos se acomoda a las necesidades de cada país: La propuesta de Trump y su “Américan First” o “América Great Again”, basada en el proteccionismo radical y el sometimiento de los aliados, no tiene nada que ver con los planteamientos de mercado libre de Milei para la Argentina, aunque suene exactamente igual: “Hacer la Argentina grande de nuevo”, porque en realidad la segunda se subordina a la primera.
Las similitudes se encuentran, sin embargo, en la tendencia a cuestionar determinadas partes de la democracia liberal: la separación de poderes y la igualdad de voto, la transparencia del proceso, etc., además de críticas a las propias constituciones. Es reconocible de Trump a VOX o Meloni y Bolsonaro, pero también a los regímenes sudamericanos que se han presentado como izquierdistas o bolivarianos como el de Venezuela, el de Nicaragua o el que mejor conocemos, el de Bolivia. Es lo que se viene denominando como regímenes iliberales y que son respuesta a lo que el latinobarómetro lleva una década anticipando: la democracia no es tan importante si se está seguro física y económicamente.
¿Bolivia país “progre”?
Cada vez que en algún análisis de un medio occidental sobre la victoria de Milei tildan al exgobierno de Evo Morales de progresista muere un gatete: No hay un régimen fiscal progresivo ni redistributivo más allá de algunas políticas de bonos, igual para todos, que ha sido la forma favorita de hacer caridad por años. Los impuestos son pecado – Goni empezó a huir en febrero con el Impuestazo – y la Aduana es el enemigo a batir, mientras que la fiscalización es absolutamente discrecional, y tampoco la batalla cultural ha ido más al fondo de incluir a mujeres con pollera en las instituciones. Por supuesto la separación de poderes es inexistente y llega hasta tal punto que ni siquiera los cargos que requieren dos tercios de la Asamblea – presidente de YPFB, Director del Segip, etc., - fueron institucionalizados cuando se tenían.
La onda expansiva de la victoria de Milei intenta alcanzar Bolivia, pero sus promotores tendrán que esforzarse más en elaborar los argumentos si quieren abrirse un espacio.
Mientras tanto, la historia parece ser cíclica. Nadie ha inventado nada.
Democracias y otros golpes
¿Tregua trampa en Israel? Hasta el viernes no entró en vigencia una tregua entre Israel y Hamás que se ha negociado a través del poderoso emirato qatarí y en la que en realidad nadie confía. Es un canje de presos por secuestrados. De un lado decenas de detenidos sin sentencia ni causa que aguardaban en Israel a no se sabe qué, del otro los secuestrados más vulnerables u extranjeros que nada tienen que ver en este conflicto surrealista pero real.
La presión popular ha obligado a Netanyahu a aceptar la negociación, que introduce un mecanismo de canje inédito, pero es difícil que el primer ministro, muy cuestionado políticamente y dependiente de la extrema derecha en el gobierno más radical de la historia de ese país (sí, hay políticos más a la derecha de Netanyahu), renuncie a la guerra, pues ve que exterminar a Hamás es su única redención posible. Estados Unidos es el único actor que puede presionar lo suficiente para parar la guerra… pero no lo hará.
Lea también: Israel y Hamas ganan tiempo para seguir luchando
El Ecuador de Noboa Arrancó en Ecuador el nuevo gobierno de Daniel Noboa, 18 meses por delante que se pueden convertir en la campaña electoral más larga de la historia, pues no tiene dudas de que volverá a presentarse a la reelección. El problema de la seguridad en las cárceles y la creciente violencia del narcotráfico acapara toda la atención, pero son las reformas llevadas a cabo en el último lustro las que han deteriorado la economía ecuatoriana. Veremos.
Lea también: El legado corto de Lasso y la llegada de Noboa
A tener en cuenta
El 30 de noviembre arranca en Dubai la famosa COP 28, la Cumbre del Clima que amenaza por acabar de sepultar a Naciones Unidas, reducida desde hace una década a crear conciencia sobre el cambio climático en base a frases rimbombantes y tremendistas, pero que hace tiempo han dejado de tener efecto.
El año pasado, en Egipto, donde la libertad de expresión está restringida y por tanto, no hubo sociedad civil, más de 600 emisarios de las transnacionales petroleras hicieron lobby en el encuentro con el permiso de la organización. En este año no solo se ha entregado la cumbre a un país dictatorial y potencia petrolera, sino que incluso el presidente de la plenaria será, a la vez, el ministro de la empresa nacional de hidrocarburos, una de las 10 más grandes del mundo y con extensos planes de ampliación muy al margen de los objetivos para frenar el calentamiento global.
Parece broma pero no lo es.
Con este tipo de iniciativas, cuesta creer que el norte siga empeñado en que la solución es conservar nuestros bosques sin tocar y cambiar nuestras termoeléctricas por sus aerogeneradores, vía crédito, mientras allá nadie piensa en reducir siquiera un poco su consumo y dan alas a los poderosos de las fósiles.
Todo esto en el año más caluroso de la historia, en la primavera más insoportable en Bolivia
No es negacionismo, es agotamiento.