Mediterráneo: Amnistías de parte
Hay amnistías y amnistías, y no en todos los países se interpretan de la misma manera ni tienen el mismo marco jurídico, pues normalmente se sustentan desde la propia Constitución de cada Estado. Básicamente se trata de un derecho de gracia que si se ejerce antes de la pena se llama amnistía y si se concede después, indulto. Tiene dos reglas de oro: que sus beneficios superen ampliamente a los perjuicios ocasionados y que todas las partes en conflicto estén de acuerdo, porque es un instrumento para eso, para poner el punto final a un conflicto.
No todas lo cumplen ni todas tienen el respaldo suficiente, aunque superen los conflictos. Todas siempre tienen un objetivo secundario más o menos loable y quizá de entre las recientes, la acordada en Colombia dentro del proceso de paz con las FARC sea la más ejemplar, con casi 7.000 guerrilleros y paramilitares acogidos a un mecanismo que el pueblo de Colombia descartó en referéndum (por apenas 0,5%), pero que los promotores lograron reorientar en el Congreso y finalmente, se ha convertido en uno de los grandes elementos que han contribuido al fin de la narcoguerrilla.
Más polémica es la recientemente aprobada en el parlamento británico impulsada por su cuestionado primer ministro conservador Rishi Sunak que dice poner punto final al conflicto armado en Irlanda del Norte, pero que beneficia fundamentalmente a los oficiales del ejército británico y sus aliados en los “troubles”, que durante 30 años (1968 – 1998) cometieron excesos en el enclave, ya que el IRA entregó las armas prácticamente desarticulado militarmente. Haber recuperado el tema tiene más que ver con el debate identitario que como en toda Europa están sufriendo los partidos conservadores en su intento de pervivir frente a las corrientes de ultraderecha, que se tornan mayoritarias. Lo de Sunak, con su gobierno revuelto, no es una excepción.
- LEA TAMBIÉN: Amnistía o impunidad: críticas a la medida de Sunak sobre los hechos en Irlanda del Norte
En España Pedro Sánchez tampoco ha escondido que hay un interés particular y un criterio de oportunidad única para abrir la puerta a una amnistía que negaba solo dos días antes de que los españoles fueran a las urna el 23 de julio pasado: le faltaban siete votos para ser investido presidente y lo único que pedía el partido catalán Junts que podía dárselos era precisamente una Ley de amnistía que diera carpetazo a todos los pleitos abiertos durante lo que se conoce como “el procés”.
En ese tiempo político, entre 2012 y 2017, Cataluña, la región más rica y poblada de España con suficientes señas de identidad propias como para constituirse en Estado diferenciado, fue dos veces a las ánforas para votar su independencia y el Estado español respondió con represión policial y judicial y muy poca política, generando una tensión interminable que acabó (entre otras cosas, como los múltiples escándalos de corrupción) por hacer descarrilar el gobierno del conservador Partido Popular de Mariano Rajoy en 2018.
Sánchez tomó las riendas entonces con el Partido Socialista en una moción de censura, ganó elecciones en 2019 y las perdió en julio de 2023 en lo que era un plebiscito totalitario sobre su gestión que le salió mal a la derecha, pues nunca le dieron las cuentas para gobernar en un sistema parlamentario que exige acuerdos más allá de bravuconadas. A Sánchez sí, y no ha dudado en atravesar su particular versión de “ríos de sangre” para conformar esa mayoría parlamentaria que le ha dado el gobierno y ha incendiado las calles con la ultraderecha de nuevo al frente.
Objetivamente la amnistía pone fin a un conflicto, pero difícilmente los independentistas renunciarán a su razón de ser. Lo cierto también es que en cinco años de gobierno socialista, el independentismo ha caído a su nivel más bajo del siglo, y lo cierto también es que las encuestas reflejan que aunque la amnistía no gusta en general, el PSOE subiría en votos, porque al final, no es lo mismo que gobiernen unos a que gobiernen los otros, que por cierto, siguen sin verbalizar cuales serían sus planes para reconducir la situación en Cataluña.
Bolivia tiene una larga tradición de amnistías que se lleva hasta el más común de los conflictos, cuyo primer punto en el pliego de demandas es “sin descuentos”. Ha habido amnistías gruesas y de muchas aristas como en los tiempos del dictador Hugo Bánzer y más recientemente, en 2021, cuando Arce amnistió a los encausados en los procesos abiertos por Áñez y Murillo, y ha habido otras surrealistas como la que concedió Evo Morales a Carlos Mesa y Jorge Quiroga en septiembre de 2018, víspera del fallo marítimo en La Haya, sin que nadie la hubiera pedido y sin que ni siquiera las causas, al menos contra Mesa, hubieran avanzado sustancialmente. Años después se le antoja una intencionalidad política interna que no se acabó de ejecutar.
Al calor de los sucesos en España, con el que compartimos modelo autonómico, pero no sistema parlamentario y se trazan similitudes tan gruesas entre Cataluña y Santa Cruz, algunas voces han empezado a especular sobre una medida de esta naturaleza en Bolivia argumentando que:
- Andrónico Rodríguez ha firmado un acuerdo que reconoce la existencia de “presos políticos” pidiendo procesos justos
- El tema es determinante para un grueso de población urbana y de clase media que identifica este asunto como una clara violación al sistema democrático, y este asunto volverá a ser clave en 2025, más si hay más de un candidato “popular” en liza.
- La posibilidad de juzgar a Áñez y su gobierno en la vía ordinaria se ha complicado y aún así, cualquiera que sea el resultado tendrá muchos visos de ilegitimidad
- Santa Cruz ha modulado mucho su tono amenazante sobre la “nueva relación con el Estado” descartando la unilateralidad.
Volviendo al inicio: La amnistía debe dejar más beneficios que perjuicios y todas las partes deben estar de acuerdo, es decir, tener intereses en que eso suceda. Hay ventana de oportunidad. Veremos si nuestros políticos tienen también habilidad y arrestos políticos para materializarlo.
Democracias y otros golpes
Argentina, la decisión Hay poco más que añadir al punto final de la campaña en Argentina, donde los dos candidatos llegan al final con la lengua fuera y habiendo dejado parte de sus principios por el camino, eso sí, no hay comparación posible entre lo que ha cedido Massa, que siempre fue mucho más del “gobierno de unidad nacional” que del kirchnerismo, y lo que ha cedido Milei, que de la privatización total y la guerra contra la casta ha acabado negándose a sí mismo y abrazando a Pato Bullrich y Mauricio Macri. Aún así, puede pasar cualquier cosa y no vale la pena extenderse más.
Vivir juntos Como suele ocurrir, la cumbre Xi Jinping – Joe Biden en California se limitó a palabras bonitas. Tampoco se puede decir que decepcionara, porque las expectativas no eran altas. Los grandes temas se pasaron de puntillas, salvo Taiwán, donde China quiere pisar fuerte. La mejor noticia seguramente es que se juntan. Hace más difícil aunque sea sucintamente la deflagración nuclear. Lo complejo es la forma en que se naturaliza la relación con una dictadura por los intereses económicos y comerciales. Obvio que la paz vale la pena, pero ahí queda la cosa.
A tener en cuenta
La vorágine informativa y la recta final del año suele devorar la actualidad, al igual que una guerra se superpone a otra que pasa al olvido. Es el caso la operación especial de Putin en Ucrania, estancada desde hace meses. Se podría decir que Rusia ha cumplido sus objetivos: No hay escudo antimisiles en Ucrania, ni se ha aceptado su ingreso en la OTAN ni se ha acelerado su ingreso a la Unión Europea, que se ve muy difícil, y de paso la idea de acabar con los combustibles fósiles a nivel mundial empieza a ser un compromiso difuso del que nadie se quiere acordar…
El mismo olvido acecha a Gaza: la operación terrestre avanza sin imágenes independientes y prácticamente todo el norte y media ciudad principal ya ha sido ocupada…. Los cadáveres se cuentan por miles y la solución diplomática ha pasado a ser una quimera. Nadie ni siquiera lo intenta. Solo campañas de recaudación de fondos para un Estado que no será más…