Tres tristes críticos
Para que aprendas a amar el vino: Las gotas de Dios
La miniserie tiene como personaje a Camille, quien descubre que su padre le ha dejado una extraordinaria colección de vinos, la mayor del mundo. Para reclamar la herencia, debe competir con un joven y brillante enólogo
Lo que te preguntas al terminar de ver esta miniserie, es la razón por la que consiguió atraparte, cual si fuera algún trabajo impecable de suspenso. Y es que la respuesta no es fácil; Las gotas de dios se asemeja a una rara receta donde se combinan con un equilibrio bien logrado, elementos tan dispares como la estructura elemental del culebrón latinoamericano, algunos rasgos del thriller bien logrado, la construcción de personajes interesantes, pero, sobre todo, una exposición detallada de ese fenómeno milenario, que en los últimos años ha entrado en auge a nivel global: el de la cultura del vino.
Soy de los que entró a esa “cultura” en forma tardía. Hace unos veinte años mis conocimientos sobre el alcohol no diferían de los del grueso de los bolivianos: cerveza como bebida “común”, destilados fuertes como el singani, el ron o el whisky en ocasiones especiales, y sobre todo la noción de que el consumo de este tipo de bebidas estaba asociado, si no de manera ineludible, por lo menos frecuente, a eso que denominamos “la farra”.
De ahí que mi ingreso a la “cultura del vino”, haya sido lento, pero que como ocurre con la conversión a muchas de las religiones existentes, ineludiblemente haya concluido en una conversión absoluta. En principio chocan los sabores generalmente ácidos y amargos, pero luego, cuando vas descubriendo las infinitas variaciones que se dan de acuerdo a factores tan distintos como la cepa, el origen, el tiempo, etc., es imposible que no te involucres en forma personal en la búsqueda. De repente, un día te das cuenta de que la “cata”, el comentario y la comparación entre vinos no es solo la práctica de algún esnob amanerado. Y cuando descubres por ti mismo eso que los expertos llaman el maridaje (la combinación virtuosa de vinos y comidas), te das cuenta que el camino recorrido es irreversible.
En Las Gotas de Dios uno de los mayores expertos en vino a nivel mundial, el francés Alexandre Leger, muere en Japón, su país de residencia, dejando como herencia una de las mayores colecciones de vinos valorada en varias de decenas de millones de dólares. Sin embargo, como dicho tesoro es indivisible, deben competir por él, su hija Camille, a la que entreno en la “cata” cuando era una niña, pero de la que esta distanciado desde hace tiempo y su mejor alumno, Issei, un muchacho japones de talento extraordinario.
Si analizamos en forma objetiva la estructura narrativa de la serie, nos damos cuenta que su mayor debilidad es la de unos villanos incongruentes (quizás por problemas en el comic original, quizás por falencia de los guionistas en la adaptación). Sin embargo, está claro, que, a pesar de ser un yerro estructural, finalmente no pesa en el atractivo de la propuesta ya que es sustituido por “la búsqueda” incesante de la “verdad del vino”, a la que son sometidos los contendientes.
La gran virtud de la serie entonces es la de poder transmitir en forma atractiva, en unos pocos capítulos, eso que, a los amantes del vino, generalmente les toma mucho más tiempo comprender: el del disfrute en la observación, el “olfateo” y finalmente la degustación del vino. Si a ese elemento le añades una pizca de suspenso (la del momento en que se van definiendo las distintas etapas de la competencia), y varias otras de melodrama (las relaciones familiares y entrecruces varios de los contendientes), entonces se genera el extraño, pero eficiente atractivo que detenta esta propuesta.
Por otra parte, es interesante observar como en Las gotas de Dios, se materializa el fenómeno de la producción global: nos habla de un fenómeno cultural originado en medio oriente, fuertemente arraigado en la Europa occidental (al punto que es parte central de la liturgia católica), pero expresado en este caso en una manga (comic) japones y adaptado a la televisión en una coproducción franco – japonesa, que finalmente es exhibida por una plataforma de streaming norteamericana.
La historia original fue desarrollada por dos amantes del vino, los hermanos Yuko y Shin Kibayashi, sobre los que en algún momento se especuló que eran expertos, o someliers o enólogos, pero de los que finalmente se descubrió que eran “amateurs”, que supieron aprovechar su creatividad para seguir cultivando su hobby favorito en forma realmente original.
Las Gotas de Dios, no es el primer producto audiovisual que trata sobre vinos y viñedos, pero si creo, el que por primera vez se centra en la “esencia” de su cultura, las razones de su disfrute, las que en definitiva dan lugar a la fascinación que siente un amplio grupo de seres humanos por el conjunto de esta “cadena productiva”. La excelente Entre copas (2004), por ejemplo, utilizaba un recorrido por una zona de viñedos para hablarnos de la crisis de la mediana edad, y la cursi Un paseo por las nubes (1995) para ilustrar una edulcorada historia de amor entre Keanu Reeves y Altana Sanchez – Gijon.
Si usted es amante de los vinos y/o le llaman la atención las series interesantes, puede tener alguna dificultad en visualizar Las Gotas de Dios, ya que está siendo difundida por Apple tv, una plataforma poco conocida en nuestro medio. Sin embargo, ya sabe, que puede solucionar fácilmente este problema, recurriendo a esa posibilidad que la globalización brinda a los cinéfilos de toda laya; la de “bajar” el producto a un precio módico en cualquier tienda de películas conocida de la ciudad en la que resida.