Mediterráneo: El retorno de Donald Trump
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Soy de los que no cree que después de la elección de Donald Trump se vaya a acabar el planeta, o al menos, no a un ritmo más desaforado del que se lleva actualmente. También discrepo con los análisis más tremendistas sobre las causas del auge de este político que, sin duda, ha cambiado la forma de comunicar en los últimos diez años.
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La estética ultra que le acompaña y sus discursos extremistas, siempre corriendo las líneas del consenso hacia lugares que hace no tanto se consideraban intolerables, ha sido sobre todo el vehículo, su entrada con plantazo. Decir groserías sobre las mujeres, correr a los migrantes de delincuentes, agitar los fantasmas comunistas enterrados hace treinta años y todo el resto de barbaridades que ha dicho en la campaña sirven para cazar titulares, sobre todo en Europa - que tanto influye en la prensa sudamericana-, donde sus formas han calado muy bien en un sector ultranacionalista y donde la socialdemocracia y los liberales tratan de frenarlo criminalizándolas.
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Seguramente a estas alturas ya han leído multitud de explicaciones sobre los resultados, aunque hay de lo más variopinto. Con la interpretación de los datos yo me inclino por lo económico como factor decisivo, Trump promete proteger a la industria nacional y a sus trabajadores. Es bastante sencillo de entender en un país que como todos sufren la inflación y una crisis existencial en lo laboral.
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Comenté casi todo en el editorial del pasado jueves que les dejo aquí debajo, pero igualmente convertiremos este Mediterráneo en un monográfico sobre la elección en estados Unidos, porque como dicen los amigos de La Jornada, tal vez todos los ciudadanos del mundo deberían de ser convocados a esas ánforas, porque en su afán imperialista, de una u otra forma cada país va a verse afectado.
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Lo básico
- Donald Trump ha ganado contundentemente las elecciones presidenciales de Estados Unidos. El republicano ha alcanzado los 270 compromisarios necesarios en el Colegio Electoral tras ganar los estados en disputa de Carolina del Norte, Georgia y Pensilvania. También es el primer republicano en ganar el voto popular desde George W. Bush en 2004.
- Trump ha arrasado en las zonas rurales. El millonario ha ampliado en 3 o más puntos su distancia en los condados menos poblados de Carolina del Norte, Georgia y Pensilvania. Por el contrario, Kamala Harris no ha conseguido mejorar lo suficiente a Joe Biden en las grandes ciudades y los suburbios, que en teoría se consideraban más cercanos al Partido Demócrata.
- Los votantes hispanos han propiciado la victoria de Trump. Sus avances entre los hombres latinos sin formación universitaria le han permitido ganar los estados indecisos. Trump también ha mejorado sus resultados entre los afroamericanos. De momento nadie ha analizado la variable de género.
- El Partido Republicano controla el Senado, la Cámara de Representantes, tiene mayoría en el Tribunal Supremo de Justicia y la mayoría de Estados. El vuelco es absoluto.
Qué se viene
A partir de aquí se abre un periodo de prospección en base a lo que se puede inferir de las promesas de campaña de Trump, que básicamente han sido muy de brocha gorda, y lo que la coyuntura internacional le va a obligar.
Por ejemplo, se sobreentiende que vamos a un mandato más radical luego de no ser reelecto en 2020. Esta vez controla el Congreso, el Senado, el Tribunal Supremo y el Partido Republicano en pleno. Excusas va a tener las justas.
Se da por hecho que su retorno implicará el inicio de nuevas guerras comerciales tanto con China como con la Unión Europea y tal vez en menor medida, si define una estrategia para la región que no existió en su primer mandato, con América Latina.
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La OTAN no corre peligro, pero obligará a Europa a subir sus aportes o a ganar “autonomía estratégica”, que es una forma eufemística de decir que gastarán más plata, pero en lo que ellos quieran. En cualquier caso, Trump obligará a redefinir algunas estrategias que son especialmente discordantes con sus planteamientos.
Escenarios concretos
Es evidente que al primer país al que se voltearon los ojos tras la victoria de Trump fue a China, y no porque con los Demócratas las cosas hayan funcionado mejor, pues la tensión se ha disparado a máximos en Taiwán, sin embargo con el magnate en la Casa Blanca se tiene claro que la estrategia comercial será clave: aduanas y restricciones, de esas que espantan a los economistas liberales de toda la vida o libertarios modernos salvo cuando las dictan en Estados Unidos.
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Inmediatamente después se mira a Rusia en general y su guerra con Ucrania en particular. Con seguridad habrá sorpresas, porque no es tan cierto que Putin y Trump vayan a compartir sábanas, pero es seguro que el grifo inagotable de recursos para Ucrania se cerrará. El hecho de que la posesión sea dentro de dos meses puede provocar una carnicería.
Justo lo contrario de lo que se espera que pase en Oriente Próximo, donde se buscarán condiciones para una gran victoria de Netanyahu.
En México se mira con cierta expectación como será el duelo entre Trump y una Claudia Sheinbaum, que ha empezado mandato con fuerza, poniendo los acentos en su soberanía.
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Y hay muchos menos análisis sobre cómo será la relación con Latinoamérica, aunque la presencia creciente de Elon Musk en la campaña, donde ha jugado un rol clave desde X, con una muy probable intención de encontrar la protección del Estado para sus intereses también ha puesto el litio en primer lugar. El tema migratorio también será noticia.
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Como sea, queda suficiente tiempo hasta la posesión como para que sigamos hablando con calma de estos asuntos que afectarán a Bolivia, como mínimo, porque la política proteccionista que se augura volverá a encarecer el dólar. Aún así, hace falta arreglar muchos de los problemas domésticos antes de empezar a pensar en eso.
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