Make America (la de Estados Unidos) Great Again

La victoria inapelable de Donald Trump, más allá de su estética, se basa en el compromiso profundo de defender su industria nacional, a sus empresarios y a sus trabajadores

Ganó Donald Trump. Ocho años después de su primera victoria y después de un impase accidentado, el magnate retorna a la Casa Blanca con ilusiones renovadas y sobre todo, prácticas profundizadas.

La campaña ha sido por demás accidentada y sucia. Joe Biden fue apartado tras un calamitoso debate que no solo pusieron en cuestión su candidatura, sino la posibilidad de permanecer al frente de la primera potencia nuclear del mundo. Kamala Harris lo sustituyó dando una especie de inyección de esperanza, pero no fue suficiente con la novedad. Trump sobrevivió a un intento de asesinato en el que una bala le atravesó la oreja y después, cubierto con una pantalla de vidrio, siguió recorriendo el país con su particular estilo verbal, seguramente ofensivo desde una óptica no estadounidense, pero que ha logrado cautivar a millones de personas, incluidos migrantes, mujeres, y otros colectivos que no duda en despreciar. Seguramente este fenómeno, que no es tan nuevo, será estudiado en los libros de historia.

Es curioso que muchos “libertarios” jaleen la victoria de Donald Trump cuando se basa en el proteccionismo extremo del Estado

Los analistas más serios señalan que el voto de Trump responde sobre todo a la economía y no a toda su artillería verbal ni tampoco a todos esos mantras -racista, fascista, nazi, misógino - que ha repetido la candidatura demócrata y que no ha llegado a conmover a nadie. Por lo general el estadounidense promedio ha votado por un tipo que les promete endurecer las fronteras tanto para los migrantes que llegan a buscar trabajo y de empobrecen las condiciones laborales del resto, pero también para los productos extranjeros que llegan, sobre todo de China pero también de Sudamérica, y las empresas que llegan a hacer negocio a suelo estadounidense, como ya demostró en el pulso con Huawei, o más recientemente con TikTok o las automovilísticas eléctricas chinas.

“América para los americanos” resume muy bien su política que, además, combina a la perfección el desprecio por los asuntos “externos” (léase ONU) como el hambre en el mundo,  el cambio climático o los genocidios que cometan quienes sean si no afectan directamente a intereses norteamericanos, con el desprecio por un enemigo interno construido minuciosamente a golpe de tuits o fakenews que se personifica en un comunista promotor del cambio de sexo y enemigo de la familia que al parecer, en algún lugar de Estados Unidos existe y ha ganado elecciones durante mucho tiempo.

Obviamente los estadounidenses han votado por lo que parece que más les conviene y que mejor ha sabido ganarse estas voluntades, envuelto en una estética ultra pero que, salvo que en esta segunda legislatura se concrete de una forma más agresiva, no es prioritaria.

Lo curios de todo esto es contemplar como muchos ciudadanos en este lado del mundo, empezando por el propio Javier Milei, disque amante de la libertad y enemigo de los impuestos y las barreras comerciales, y muchísimos otros que se dicen libertarios, jaleen el aterrizaje de un personaje como Trump a la Casa Blanca mientras desprecian cualquier iniciativa similar en otro lugar del mundo e insisten en las demagogias del mercado abierto y los beneficios de que vengan empresas extranjeras – gringas, rusas, brasileras o chinas – a explotar tus riquezas y construir tus infraestructuras a cambio de un puñado cada vez más pequeño de impuestos.

Sirva la elección de Estados Unidos para recordar, una vez más, que nadie vendrá con ninguna varita mágica a resolver los problemas ni a hacer las inversiones que le interesan al pueblo boliviano – tal vez a otros pueblos sí -. Es tiempo de pensar en grande y elevar la autoestima.


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