Autonomía tributaria y otras formas de consolidar el país

Los años de recortes de gastos y austeridad para enfrentar la crisis económica no han permitido sortear la crisis, por lo que se suman nuevas propuestas de dinamización

La complicada situación económica que atraviesa el país se manifiesta en la escasez de recursos disponibles en todos los niveles institucionales no solo para encarar inversiones y proyectos nuevos, sino para sostener programas elementales y servicios básicos como la salud, que está atravesando ya una profunda crisis en el departamento.

El problema tiene que ver con la escasez de ingresos: los recursos del gas se esfumaron y eso ha impactado en el conjunto de la economía nacional, donde escasean los dólares, y especialmente en el departamento, donde las regalías eran la parte esencial del presupuesto.  La respuesta ha sido múltiple. Por lo general el Estado ha recortado la inversión pública, ha reducido ligeramente el aparato y ha tratado de buscar alternativas de ingresos, pero cualquier iniciativa está lejos de los muchos miles de millones que reportaba el negocio del gas.

En Tarija es casi una década que se anunció la crisis, el plan de austeridad y el plan de salvataje, un programa apadrinado por el fallecido y admirado Rubén Ardaya y que combinaba recortes de gasto público e inversión estratégica para estimular la economía privada y abrir nuevos nichos de negocio sobre todo, creando empleo, que es donde la crisis se padece. El plan nunca tuvo demasiado recorrido porque la política se impuso, y así la Gobernación de Tarija siguió recortando y recortando cada año, bajando salarios, recortando programas, eliminando obra, etc.

El resultado es conocido, la crisis sigue y los recursos no aparecen. Tarija hace tiempo que no espera nada del gas tras las muchas promesas fallidas – desde Boyuy al Jaguar pasando por Astilleros, que pese al rechazo popular por la incursión en Tariquía se llevó adelante por el consenso con los comunarios cercanos del Distrito 10 de Padcaya y que también ha resultado un fracaso. Así, las oportunidades se presentan alrededor del turismo y de consolidar el valle central como una referencia en servicios de calidad – salud, educación, tercera edad, etc. – además de cierta agricultura de alto valor, donde también se incluye la viticultura, pero también el orégano, los frutos rojos y demás.

En un callejón sin salida y con muchas dificultades para esperar nada de nadie, en los últimos días ha empezado a cobrar fuerza una propuesta de autonomización tributaria, distinta o complementaria a cualquier reforma del Pacto Fiscal, y que apuesta por entregar competencias reales de recaudación tributaria a las autonomías para que puedan estimular ciertos sectores o castigar otros al mismo tiempo que se logra cierta independencia financiera que, al menos, permita la supervivencia política de un ente que represente el interés común y contribuya al bienestar.

La palabra “impuestos” suele generar mucho alarmismo a pesar de ser un país con el IVA más bajo del continente y ningún impuesto directo al salario hasta los que ganan arriba de los 8.000, además de tener grandes sectores productivos y no tan productivos totalmente exentos. Explorar fórmulas que permitan entenderlos mejor, y también fiscalizarlos mejor, como a través de un ente departamental donde los resultados sean más tangibles puede ser una propuesta que abra nuevos escenarios de consolidación nacional.

Ejercer la autonomía es también exigir mejoras y asumir las responsabilidades.


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