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El desastre de las carreteras tarijeñas

Todas las rutas tarijeñas presentan deficiencias en plena temporada de lluvias a pesar de que la situación se ha venido advirtiendo desde hace años. El colapso afecta a la dinámica vital del departamento

Durante todo el año se ha venido advirtiendo sobre el desastre que se ceñía sobre las carreteras tarijeñas, una constante desde hace varios años pero que en este inicio de 2021 ha venido acompañado de tormentosas lluvias cuyo resultado es catastrófico.

No hay ruta que no tenga problemas, aunque preocupa especialmente la ruta a Bermejo y el tramo Canaletas – Entre Ríos, tanto por la variante como por la red vial fundamental, que hace una década que no cumple ninguna función salvo la de excusa para la ABC, que se niega a asumir la variante pagada con recursos departamentales pese a los múltiples compromisos firmados por todas las administraciones.

El departamento más rico del país y con tres fronteras internacionales sigue siendo uno de los más precarios en infraestructuras viales, pero la situación actual no es el resultado de la coyuntura ni de que las lluvias hayan sobrepasado las estimaciones en este periodo, sino que es el resultado de una política deficiente en la construcción, donde han primado más los intereses sobre la licitación que sobre el fin mismo de la carretera.

Curiosamente, los dirigentes del Transporte siguen encontrando acomodo en los partidos y alianzas políticas que buscan o buscaron el poder

Suele ser chascarrillo constante entre los constructores el hecho de que la ruta de conexión entre Tarija y Bermejo, una pujante frontera con Argentina que puede hacer las veces de corredor, haya sido construida por una empresa brasilera. Los ingenieros suelen referirse a la “calidad” de sus curvas y peraltes, así como a sus taludes, como la prueba fehaciente de que la geopolítica se juega en todos los rincones.

Aquella, como la de Potosí, fueron parte de la red vial fundamental arrancada a duras penas ya en este siglo. Los problemas fueron recurrentes y la ruta al norte, que nunca fue oficialmente entregada, pasa por ser la que costó más tiempo de construir.

Capítulo aparte merecen las rutas que se construyeron después, ya con los recursos petroleros tocando a la puerta de Tarija en forma de regalías, y donde se interpretó aquello del 70%-30% de cofinanciación como un troceamiento de rutas en las que cada institución licitaba lo suyo. El ejemplo es la ruta al Chaco, de la que a duras penas se van acabando tramos, algunos con infinidad de problemas y poco rigor técnico que fue consentido tanto por unos como por otros. El tramo Canaletas – Entre Ríos y el Entre Ríos – Palos Blancos son dos ejemplos puros de lo que no se debería hacer.

Con todo, poco hacemos al inicio del 2021 repasando el pasado, aunque deberían ser los tribunales de Justicia los que busquen explicaciones de lo sucedido e identifiquen a los culpables y responsables de que Tarija siga siendo un destino poco fiable por carretera en la época más boyante del turismo. Curiosamente, los dirigentes del Transporte siguen encontrando acomodo en los partidos y alianzas políticas que buscan o buscaron el poder, pero parece que nos olvidamos de que en las rutas circulan personas y mercancías, elementos vitales.

Toca extremar esfuerzos para dar soluciones inmediatas, pero también de largo plazo. Es hora de poner a punto la red vial tarijeña y dejar de especular. Hay demasiadas vidas humanas en juego.


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