Pandemias y fronteras
Sudamérica, una vez más, ha reaccionado a la crisis de forma desunida, lo que no ha ayudado para nada en la contención: todos los países salvo tres están entre los 20 países más afectados del mundo.
La pandemia ha provocado un cierre de fronteras de cinco meses que ha tenido diferentes efectos tanto en lo económico como en lo social. Es todavía pronto para analizar los datos económicos en su integridad, las exportaciones y las importaciones han caído, las segundas más que las primeras, y el cuadro macroeconómico tal vez no sea el más afectado en esta crisis, por lo que convendría sacar conclusiones.
Ayer se reabrió la frontera con Brasil y una avalancha de gente se lanzó desde los dos lados, sobre todo para reunirse con sus familias más que por negocios, que también. La de Argentina, sin embargo, sigue todavía cerrada, lo que tiene un efecto concreto en Bermejo y Yacuiba.
El contrabando sigue acechando. En marzo y abril se percibió en los mercados tarijeños, y así lo reportamos, cierto desabastecimiento de algunos productos que normalmente llegan de la Argentina y no precisamente por la vía formal. Parecía una buena oportunidad para que los productos nacionales aumentaran su cuota de mercado y la población tomara conciencia de la necesidad de comprar al vecino, aún a costa del mito de la calidad, por lo importante de dejar las divisas en el país y generar empleo.
Los prejuicios argentinos volvieron a florecer en medio de la crisis pandémica, tal vez en forma de cortina de humo
De a poco, el contrabando fue volviendo a ocupar sus espacios en las ferias tarijeñas, y últimamente, hasta pollos han aparecido copando el mercado de Bermejo, pese a la producción excedentaria en el valle central. Aun así, las autoridades y dirigentes negocian un “corredor comercial”.
Las porosidades de las fronteras bolivianas no son solo económicas, sino también culturales y sociales. La dinámica de la frontera hace a un lado y al otro generando idiosincrasias propias y compartidas. La pandemia llegó para dividir de golpe, y con el tiempo, para variar, se convirtió en arma arrojadiza.
En algunos medios de Buenos Aires, desde donde siguen mirando a su norte como algo exótico o de interés antropológico, llamando aborígenes a sus pueblos indígenas, no dudaron en utilizar algún asunto de frontera para desviar un tanto la atención: primero fue lo de que el virus llegó a Jujuy porque dos vecinos se fueron a comprar coca a Villazón; luego lo de que los bolivianos cruzaban la frontera para cobrar su subsidio, olvidando que son también argentinos de pleno derecho; y finalmente, aquella imagen de contrabandistas lanzándose al río en avalancha para retornar a Argentina, que se presentó de nuevo como bolivianos invadiendo el territorio argentino, sin preocuparse un segundo por entender que hace una década que el contrabando es, sobre todo, de allá hacia acá, y no al revés, básicamente por el poder adquisitivo.
En general, la pandemia ha puesto a prueba las fronteras en todo el mundo, pero las fronteras administradas desde el centralismo. Sudamérica, una vez más, ha reaccionado a la crisis de forma desunida, lo que no ha ayudado para nada en la contención: todos los países salvo tres están entre los 20 países más afectados del mundo. En Europa se unieron para financiarse la crisis, en Asia para compartir tecnología, en África para suspender el pago de la deuda. Ojalá aprendamos algo de todo esto.