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Almagro y la no revolución de Evo

Ha pasado una semana desde que el Secretario General de la Organización de Estados Americanos se paseará por Bolivia de la mano del Presidente Evo Morales y todavía su intervención sigue generando repercusión en el plano nacional e internacional. Es más, desde el pasado viernes, Luis...

Ha pasado una semana desde que el Secretario General de la Organización de Estados Americanos se paseará por Bolivia de la mano del Presidente Evo Morales y todavía su intervención sigue generando repercusión en el plano nacional e internacional. Es más, desde el pasado viernes, Luis Almagro lleva respondiendo las mismas preguntas y tratando de justificar su apoyo explícito a la candidatura de Morales con declaraciones contradictorias entre sí y en general, poco estéticas.

En general, la conducta de Luis Almagro al frente de la de por sí poco criteriosa organización está siendo bastante controvertida. Almagro, uruguayo, venía con unas credenciales políticas  reconocibles para la OEA. Un político profesional, disque progresista, incapaz de brillar con luz propia en una elección pero con habilidad para la negociación y la foto. Es el perfil tipo que la OEA busca para su Secretaría General. Un perfil que pueda contrastar con Estados Unidos, pero que al final, se someta a los intereses de Washington, que es de lo que trata el asunto de fondo.
Almagro, uruguayo, tenía unas credenciales políticas reconocibles para la OEA. Político profesional, disque progresista, incapaz de brillar con luz propia en una elección pero con habilidad para la negociación y la foto.
En papel, el prototipo de Almagro es similar al de su antecesor, el chileno José Miguel Insulza, sin embargo el uruguayo le ha dado un “toque personal” a la secretaría, pasando de la diplomacia al activismo en temas como el de Venezuela, que le valió la condena del propio José Mujica, el presidente uruguayo que lo nombró canciller primero y lo promovió para asumir el cargo en 2015.

Al final de Insulza, que se mantuvo siempre fiel al Gobierno de Bachelet, la OEA estaba en estado catatónico. Los Estados Unidos de Obama habían decidido centrar su atención en otros puntos del globo y dejar hacer en el subcontinente, mientras que la izquierda bolivariana renacida a principios de siglo había logrado constituir una serie de organismos como la Unasur y la Celac para asumir el liderazgo político en la región y resolver los asuntos internos sin la injerencia de Estados Unidos.

Para los más convencidos del proyecto de la Patria Grande Sudamericana, era cuestión de haber accionado por fin los mecanismos financieros, repatriando reservas para dotar el Banco del Sur y empezar a desafiliarse para asestar la mayor derrota diplomática de Estados Unidos en años… pero no se dio.

A la oposición se le pararon los pelos cuando Almagro dijo de forma contundente aquello de la “absoluta discriminación” sobre la imposibilidad de Morales de candidatear pero no pasó nada cuando hace dos años se colocó al frente de la campaña activista como si de un líder universitario se tratara. Similar al rol de punta de lanza de la violencia que ejerce en Venezuela.

Almagro ha pasado una semana tratando de matizar sus palabras convirtiéndose en una especie de caricatura de sí mismo. Lo cierto es que el respaldo a Evo Morales ha sido contundente y ha cerrado en seco la estrategia de la presión internacional que algunos líderes políticos venían tratando de forzar para deslegitimar la elección y su resultado.

Para el análisis queda el porqué de la actitud de Almagro, que evidentemente no soporta la tesis del voto favorable de Bolivia en la próxima candidatura a ese organismo innecesario que es la OEA y tal vez tenga más que ver con lo lejos que está ya Evo Morales y su régimen de ser una amenaza para el sistema establecido y su ortodoxia.

 

 

 

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