El sentido de los subgobernadores
Después de un lustro de experimento y luego de que el Tribunal Constitucional decidiera que los subgobernadores electos no van más en la Autonomía tarijeña, por aquello de no difuminar las responsabilidades gubernativas entre montón de subordinados y por aquello de no encontrarle acomodo en...
Después de un lustro de experimento y luego de que el Tribunal Constitucional decidiera que los subgobernadores electos no van más en la Autonomía tarijeña, por aquello de no difuminar las responsabilidades gubernativas entre montón de subordinados y por aquello de no encontrarle acomodo en la Constitución; los subgobernadores empezaron a desfilar por la Asamblea Legislativa Departamental para rendir cuentas sobre su gestión. Este 2019 es la segunda vez. La primera fue en 2018. Empezaron a ejercer como ejecutivos seccionales en 2010.
Este 2019 el nivel de crispación se ha relajado respecto al año anterior y los subgobernadores se han limitado a recitar números y dar alguna que otra idea política de trazo grueso. Hasta el momento solo Never Vega, subgobernador de Bermejo, ha abierto polémicas al tratar de resucitar el proyecto de la Región Autónoma del Sur, ligada a la propuesta de modificar el régimen de regalías para “conquistar” su 45% de su producción, pero que acabó confundiendo a todos los presentes con sus ironías sobre la anexión al Chaco y la amenaza explícita a la unidad departamental.
Para el próximo martes quedan otros dos pesos pesados, Walter Ferrufino de O´Connor y William Guerrero, electo asambleísta y convertido en Subgobernador por su habilidad con los hilos y las tortas tras la muerte del titular, Rufino Choque.
En general, el tenor de las participaciones es el mismo; autoridades sin fiscalizadores que hacen proyectos en el ámbito municipal: riego, caminos vecinales, ferias productivas y poco más. En algún tiempo, los legisladores se imponían a los ejecutivos por aquello de que fiscalizaban y determinaban el destino de los fondos. Ya no. Con la bonanza económica los asambleístas acabaron sometidos a los ejecutivos seccionales, quienes dictaban los pasos desde las regiones pervirtiendo el sentido mismo de la función.
El desfile de subgobernadores ha venido a poner en evidencia, de nuevo, el festival de gastos de funcionamiento y de dudosa utilidad que se justifican en la implementación de una estructura que carece de función social real
El desfile de subgobernadores ha venido a poner en evidencia, de nuevo, el festival de gastos de funcionamiento y de dudosa utilidad que se justifican en la implementación de una estructura que carece de función social real. No parece adecuado gastar medio millón de dólares en sostener una estructura para un municipio donde la mitad de sus habitantes no tiene agua potable o vertidos. El Estatuto tarijeño es claro, la Autonomía Departamental puede y debe concurrir con los alcaldes, quienes ejercen una responsabilidad con todas sus competencias en el determinado territorio, para que los proyectos se ejecuten y se satisfagan las necesidades. Lo necesario son las obras, no un ejército de mensajeros y una flota de vagonetas para cuidar tal o cual ego.
Tarija no es el desierto del Gobi ni la inmensa Patagonia, es el departamento más chiquito de Bolivia con mayor renta petrolera. Los problemas son de todos. El presupuesto departamental debe atender las necesidades de todos en función de criterios de urgencia, no de porcentajes; es la Asamblea la que debe implementar planes macro como un Plan Hidrológico Departamental que ordene y optimice todos los microproyectos ejecutados “porque hay plata para eso”, o un plan carretero que garantice la conexión departamental, o un plan de lucha contra la pobreza sin tener que mirar cuantos fondos corresponden a tal o cual municipio.
Es difícil, pero en general necesitamos ser más Tarija y menos una pléyade de once municipios improvisando proyectos porque toca.
Este 2019 el nivel de crispación se ha relajado respecto al año anterior y los subgobernadores se han limitado a recitar números y dar alguna que otra idea política de trazo grueso. Hasta el momento solo Never Vega, subgobernador de Bermejo, ha abierto polémicas al tratar de resucitar el proyecto de la Región Autónoma del Sur, ligada a la propuesta de modificar el régimen de regalías para “conquistar” su 45% de su producción, pero que acabó confundiendo a todos los presentes con sus ironías sobre la anexión al Chaco y la amenaza explícita a la unidad departamental.
Para el próximo martes quedan otros dos pesos pesados, Walter Ferrufino de O´Connor y William Guerrero, electo asambleísta y convertido en Subgobernador por su habilidad con los hilos y las tortas tras la muerte del titular, Rufino Choque.
En general, el tenor de las participaciones es el mismo; autoridades sin fiscalizadores que hacen proyectos en el ámbito municipal: riego, caminos vecinales, ferias productivas y poco más. En algún tiempo, los legisladores se imponían a los ejecutivos por aquello de que fiscalizaban y determinaban el destino de los fondos. Ya no. Con la bonanza económica los asambleístas acabaron sometidos a los ejecutivos seccionales, quienes dictaban los pasos desde las regiones pervirtiendo el sentido mismo de la función.
El desfile de subgobernadores ha venido a poner en evidencia, de nuevo, el festival de gastos de funcionamiento y de dudosa utilidad que se justifican en la implementación de una estructura que carece de función social real
El desfile de subgobernadores ha venido a poner en evidencia, de nuevo, el festival de gastos de funcionamiento y de dudosa utilidad que se justifican en la implementación de una estructura que carece de función social real. No parece adecuado gastar medio millón de dólares en sostener una estructura para un municipio donde la mitad de sus habitantes no tiene agua potable o vertidos. El Estatuto tarijeño es claro, la Autonomía Departamental puede y debe concurrir con los alcaldes, quienes ejercen una responsabilidad con todas sus competencias en el determinado territorio, para que los proyectos se ejecuten y se satisfagan las necesidades. Lo necesario son las obras, no un ejército de mensajeros y una flota de vagonetas para cuidar tal o cual ego.
Tarija no es el desierto del Gobi ni la inmensa Patagonia, es el departamento más chiquito de Bolivia con mayor renta petrolera. Los problemas son de todos. El presupuesto departamental debe atender las necesidades de todos en función de criterios de urgencia, no de porcentajes; es la Asamblea la que debe implementar planes macro como un Plan Hidrológico Departamental que ordene y optimice todos los microproyectos ejecutados “porque hay plata para eso”, o un plan carretero que garantice la conexión departamental, o un plan de lucha contra la pobreza sin tener que mirar cuantos fondos corresponden a tal o cual municipio.
Es difícil, pero en general necesitamos ser más Tarija y menos una pléyade de once municipios improvisando proyectos porque toca.