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Educar para entender el mundo

Es el tiempo de la educación, porque solo la educación puede forjar un espíritu crítico que permita a nuestros jóvenes interpretar el mundo tanto en el corto como en el largo plazo, tanto en lo cotidiano como en lo extraordinario, de acuerdo a sus valores y conocimientos y no ser un mero...

Es el tiempo de la educación, porque solo la educación puede forjar un espíritu crítico que permita a nuestros jóvenes interpretar el mundo tanto en el corto como en el largo plazo, tanto en lo cotidiano como en lo extraordinario, de acuerdo a sus valores y conocimientos y no ser un mero repetidor de paradigmas y clichés que se bombardean en los medios centrales de propaganda del sistema y sobre todo, en las redes sociales, ese espacio tan solitariamente público.

De nada sirve tener el gran acceso a la información si no sabemos qué hacer con ella. De nada sirve si no nos molestamos a pensar y nos limitamos solo a repetir. La agenda política departamental, nacional, pero sobre todo la internacional está atravesando por momentos dificultosos precisamente por la ausencia de lectura crítica y conocimiento.

Venezuela ha acaparado todos los focos; grandes y chicos de todo el mundo repiten que su presidente Nicolás Maduro es un dictador y exigen una intervención exterior que “restaure el orden”, sin caer en cuenta de que Venezuela es la primera reserva mundial de petróleo y que hay muchísimos otros países en los que la democracia ni siquiera existe y los derechos humanos son una quimera: Yemen, Arabia Saudí, Haití… pero no importa. Nadie dice nada aun recordando que nunca aparecieron las “armas de destrucción masiva” de Irak o que Libia pasó a ser un país sin Estado una vez que se recuperó el control europeo en los pozos petroleros.
Los macrosondeos regionales siguen dejando mal parados a los estudiantes bolivianos sin que sus gobernantes se sonrojen
España es uno de los países más activos en ese sentido, un país en el que hasta hace poco gobernaban unos partidos que ayer salieron a la calle para negar el diálogo con Cataluña, sin ofrecer ninguna alternativa a un conflicto político de larga duración y que solo hace albergar más expectativas de independencia a las siguientes generaciones.

Argentina acaba de entrar en una guerra del gas entre petroleras y Estado a cuenta de los subsidios que el Ministerio primero dio y ahora ha recortado y que tenía por objetivo multiplicar el gas producido en Vaca Muerta, la mayor reserva de gas no convencional del cono sur. Su Ministro Iguacel, que pagaba 7 dólares por millón de BTU en incentivo, más de lo que pagaba a Bolivia, llegó a asegurar que ya no necesitaba gas boliviano. En el mismo tiempo que pagaba a las petroleras subía los precios a los consumidores. Todo muy normal.

México que votó a López Obrador frente a Trump y su muro se volvió xenófoba contra los migrantes de Centroamérica; Bolsonaro ganó abrumadoramente en un Brasil mayoritariamente mestizo y pobre; Europa reclama un Nobel de la Paz para Ángela Merkel por la atención a los refugiados mientras las políticas comunitarias aniquilan los barcos de ONG que brindaban ayuda a los migrantes en alta mar… y así mil más.

No se trata de creer lo que uno lee, sino de leer para formarse una opinión. Los macrosondeos regionales siguen dejando mal parados a los estudiantes bolivianos sin que sus gobernantes se sonrojen. Es tiempo de revolucionar la educación antes de que nos la impongan desde otros circuitos.

 

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