Macri – Bolsonaro aceleran la restauración conservadora de Sudamérica

Mauricio Macri no fue a la posesión del 1 de enero de Jair Bolsonaro porque sus gurús le advirtieron que acercarse al tótem del neofascismo sudamericano en la recta final de la larguísima campaña electoral argentina no era una buena idea. Dos semanas después y luego de que Bolsonaro no...

Mauricio Macri no fue a la posesión del 1 de enero de Jair Bolsonaro porque sus gurús le advirtieron que acercarse al tótem del neofascismo sudamericano en la recta final de la larguísima campaña electoral argentina no era una buena idea. Dos semanas después y luego de que Bolsonaro no convocara al apocalipsis, no ha tenido problema en visitarlo en su fortín de Brasilia, donde públicamente se ha hablado, sobre todo, de las relaciones internacionales, algo que nos compete muy mucho como bolivianos.

La reunión se ha centrado en la agenda internacional, sobre todo continental, y toda la prensa del cono sur se hace eco de un tema que consideran fundamental: el eje anti Maduro. Mauricio Macri quiso consagrarse en el azote del bolivarianismo ni bien asumió el cargo, pero cuatro años después y con Bolsonaro en el Palacio de Plan Alto, todo apunta a que el tema seguirá siendo, sobre todo, un buen argumento para hacer campaña populista entre los suyos.
Los líderes hablaron de Maduro, del Mercosur y desterraron las ideas de solidaridad más allá de lo comercial
Para hablar de Venezuela siempre es importante recordar en primer término que es la primera reserva mundial de petróleo, pero ni Bolsonaro ni Macri hicieron referencia a esto y simplemente se limitaron a dedicar palabras gruesas al presidente venezolano, a quien abiertamente se refieren como “dictador” si bien se cuidaron muy mucho de reconocer al presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó como legítimo presidente de la República.

Ni Bolsonaro ni Macri han hecho referencia a la conversión de la Unasur en Prosur, la última ocurrencia del presidente de Colombia, Iván Duque, otro paladín de la restauración conservadora  que se siente amenazado por el fulgor del nuevo eje Atlántico y que también tiene necesidades de proyección para evitar que Uribe lo acabe desahuciando e interviniendo antes de tiempo. La Unasur se encuentra aún bajo presidencia de Bolivia, sin que sus gestores hayan podido hacer algo para enfrentar el boicot declarado por sus propios medios.

De lo que sí han hablado y mucho es del Mercosur, fijando un rumbo de retorno al pasado, es decir: sin Bolivia y sin otros países menores en lo económico, y con fines puramente comerciales, cerrando así las aspiraciones de mercado común y solidario que se alimentaba desde los países más proclives a la construcción de la Patria Grande Sudamericana.

Y es que de eso parece ir este proceso de restauración en el que se han inmerso la mayor parte de los países del continente en los “procesos democráticos” cada vez más influenciados por la postverdad y el marketing: Macri llegó a la Casa Rosada bailando, dentro de un aparato de campaña que nunca pareció del todo creíble pero que acabó logrando su objetivo; después vinieron las subidas en los precios de los servicios, los recortes, el crack del peso y el rescate al FMI. Con todo es el principal candidato a ganar las elecciones de octubre. Bolsonaro llegó azuzando la inseguridad y el odio anti PT, que tiene mucho de racismo. Sus primeras medidas, por el momento, no distan de la ortodoxia neoliberal.

Un inicio de siglo esperanzador, fundado en la insubordinación, permitió a millones de sudamericanos salir de la pobreza y recuperar la dignidad, pero la desintegración moral de los dirigentes – desde la corrupción hasta el abandono de las banderas matrices – se ha acelerado. Bolsonaro y Macri marcan un nuevo horizonte, que no es tan nuevo. Ganarán los de siempre. Perderán los de siempre. Las reglas son las de siempre.

 

 

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