Cuando les roban la niñez

Se dice que la niñez es una sola, que cuando somos pequeños nada nos preocupa, que nos dedicamos a jugar, a perseguir mariposas y a enlodarnos tras una pelota. Pero esto es cada vez un privilegio más restringido, pues hay niños que se ven obligados a trabajar pero también hay otros a los que...

Se dice que la niñez es una sola, que cuando somos pequeños nada nos preocupa, que nos dedicamos a jugar, a perseguir mariposas y a enlodarnos tras una pelota. Pero esto es cada vez un privilegio más restringido, pues hay niños que se ven obligados a trabajar pero también hay otros a los que de pronto les roban la niñez y con ello toda su vida.

El abuso sexual a menores es mucho más grave que un delito, las secuelas son irremediables y se reflejan a lo largo de la existencia de cada uno de los menores que atraviesa esta situación. “Es arruinarles la vida” como se dice comúnmente. Lo triste es que a pesar de que se habla tanto de lo malo que es esto, se sigue haciendo, tanto que en Tarija las cifras durante este año son alarmantes.

El viernes pasado se conoció que once menores fueron abusados sexualmente solo hasta el 11 de enero, de tal manera hablamos de un caso por día en lo que va de 2019. Igual que las mujeres asesinadas a manos de sus parejas los niños tienen historia, un círculo, una familia y un futuro por delante que de pronto se ve pisoteado por bajos instintos injustificables.

Carla tenía sólo nueve años cuando fue abusada por su progenitor, ella quería ser ingeniera civil como su padre, pero nunca creyó que la admiración que sentía por él acabaría de repente a una corta edad. “Un día llegó borracho”, justificaba su madre con los viejos esquemas patriarcales con los que antes se medían las cosas.

Aunque finalmente, tras tanta lucha, el padre fue encarcelado, la niña nunca pudo tener la vida que planificó. No terminó sus estudios y desarrolló una fuerte androfobia -un miedo extremo a los hombres- lo que no le ha permitido socializar fluidamente con su entorno. Ésta es sólo una parte del trauma que le trajo la violación, pero hubo muchas otras secuelas como pesadillas constantes y depresión.

Los traumas en un niño o niña abusada sexualmente también pueden presentar cambios de conducta, que son aún más peligrosos, como consumo de drogas y alcohol en exceso, tendencias a autolesionarse o al suicidio. Para superar esto requieren de fuerte ayuda psicológica, que no todos la tienen.

También es posible que la víctima no desarrolle problemas aparentes durante la infancia y que éstos aparezcan como problemas nuevos y graves en la adultez.

Lo más triste es que la mayoría de los agresores pertenecen a la familia del menor. Según datos de la organización no gubernamental IPAS cerca de 14.000 niños o niñas sufren de abuso sexual anualmente en Bolivia. De esta cifra, el 67% ocurre dentro del hogar.

Los datos nos hacen ver la complejidad de este problema y la necesidad urgente de que éste sea frenado desde el hogar, las instituciones educativas y el mismo Estado.

Comenzando desde el hogar los psicólogos recomiendan que los padres deben empezar desde los 3 años, explicando a los niños qué partes del cuerpo son suyas, a través de cosas sencillas como juegos y cosquillas. Hacerles saber que hay secretos que no se guardan y que cualquier muestra de cariño como un beso es una decisión del mismo niño o niña no una obligación.

Y sobre todo los padres o la madre debe estar alerta a personas peligrosas que frecuenten a su hijo, por más que sean cercanas, alerta a los cambios de conducta del menor y al mínimo gesto.

En las escuelas la educación debería ir por el mismo carril, enseñar a los niños a respetarse y hacer que respeten su cuerpo y decisiones, enseñarles a que la denuncia dignifica, no avergüenza ni se sanciona.

Desde el Estado se deberían generar políticas de prevención en este sentido, proporcionar información para una detección temprana de conductas incestuosas por parte de familiares, también se debe promover una mayor socialización de las sanciones a este delito, y una atención urgente y oportuna en caso de que se haya cometido el abuso.

En este caso, lo primero será proteger al menor, brindarle las garantías necesarias, proteger su identidad y analizar su testimonio con profesionales expertos y las debidas técnicas. De manera paralela se le debe brindar asistencia psicológica oportuna y constante. Y claro dejar la burocracia a un lado y acelerar la sanción contra los abusadores.

Éstas son solamente algunas pautas que se pueden comenzar a aplicar frente a este terrible flagelo que crece en silencio y que está robando la niñez a muchas niñas y niños en Tarija.

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