¿Falta soya? ¿O qué alimentos importa Bolivia?

Aprovechando que el presidente Evo Morales dijo a finales del año pasado que faltaba más soya para las industrias, el Gerente del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) abogó nuevamente por ampliar la producción y cultivos de soya. Para lograr aquello, volvió a llamar de manera...

Aprovechando que el presidente Evo Morales dijo a finales del año pasado que faltaba más soya para las industrias, el Gerente del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) abogó nuevamente por ampliar la producción y cultivos de soya. Para lograr aquello, volvió a llamar de manera enfática al uso irrestricto de transgénicos.

Ya son años que el gobierno, los agroindustriales del oriente están en campaña para ampliar la frontera agrícola con el objetivo de producir principalmente más soya y otros monocultivos (sorgo, maíz, caña, algodón) y promover la ganadería.

Las respuestas no se hicieron esperar. El director de Probioma (Productividad Biósfera Medio Ambiente), Miguel Ángel Crespo, remarcó: “no necesitamos producir más soya porque el 80% se exporta y no dejan más del 1% de réditos para el Estado; porque éste les subvenciona el diésel, les financia caminos e infraestructura, el agua que consumen es gratis y de paso la contamina, deforesta grandes extensiones de bosques (200.000 hectáreas anuales)”.

Crespo también recordó que los monocultivos, la falta de rotación de cultivos, el uso de fertilizantes y herbicidas, asociados a la soya transgénica, generan procesos de erosión y desertificación de la tierra, y que ya el 34% de los suelos de Santa Cruz padece estos daños.

Desde el IBCE argumentan que la adopción de cultivos transgénicos mejora los rendimientos productivos y reduce el uso de plaguicidas. Pero el director de Probioma refuta aquello, y afirma que en los últimos 12 años el uso de pesticidas aumentó en un 500%, incremento asociado principalmente a la soya transgénica que además ya representa cerca del 50% del total del área cultivada en toda Bolivia.

Y reafirma que la soya transgénica no supone ninguna mejora en el rendimiento: éste no ha superado las 2,1 toneladas/hectárea, “igual y hasta por debajo de lo que rendía la soya convencional ( no transgénica) en los años 90, cuando tenía un rendimiento de 2,5 a 3 toneladas/hectárea”.

Por otra parte, los investigadores Carmelo Peralta y Vincent Vos, del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA), también se muestran críticos del modelo del extractivismo agropecuario, porque “carece del mínimo fundamento técnico-científico y desconsideran por completo la tremenda riqueza natural y cultural (de las tierras bajas), a tiempo de querer imponer modelos ajenos a la realidad biofísica y socioeconómica y por ende la vocación productiva regional”.

En todo caso, lo que falta en Bolivia es trigo, frutas, hortalizas, tubérculos, cuyas importaciones superan los 700 millones de dólares anuales. Eso no es soberanía alimentaria.

El pequeño pero ilustrativo debate citado aquí debería ser el preámbulo de un debate nacional que llevamos pidiendo por años, con participación de diversos sectores productivos (no solo la agroindustria) además de expertos económicos, ambientales y sociales (no sólo los exportadores), para poder construir planes de desarrollo serios y adecuados a las características y vocaciones productivas de las distintas regiones del país, y siempre por la soberanía, en este caso, alimentaria.

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