¿Qué estamos haciendo mal?

La delincuencia juvenil es un flagelo que está presente en Bolivia y en los últimos años con gran fuerza en nuestro departamento. Una vez más vemos a menudo en Tarija muchos hechos delincuenciales protagonizados por bandas juveniles. Sin embargo, para este análisis será importante...

La delincuencia juvenil es un flagelo que está presente en Bolivia y en los últimos años con gran fuerza en nuestro departamento. Una vez más vemos a menudo en Tarija muchos hechos delincuenciales protagonizados por bandas juveniles.

Sin embargo, para este análisis será importante también citar las causales, siempre la primera es el factor económico. Más aún el impacto de una economía deficiente en los hogares inicia en la escuela con la deserción escolar.

En el pasado 2018 el índice se mantuvo en 2,3 por ciento en el departamento de Tarija, porcentaje similar al alcanzado al cierre de la gestión 2017. Así lo muestran los datos preliminares de la Dirección Departamental de Educación (DDE). Mientras, el número de reprobados está por el 3 por ciento.

Para el especialista en pedagogía, Marcelo Flores, donde se debe abordar con más énfasis para solucionar la deserción escolar es en la familia, que ejerce un peso clave a la hora de que un niño en edad escolar lleve a cabo el abandono. Y es que el hecho de que éste deje de asistir a clases está en relación, en muchas ocasiones, con las características de su entorno. Sobre todo, influyen los escasos recursos económicos, pues cuando el menor no tiene una residencia fija y además los padres no tienen formación académica, se dan los factores para que el niño no acuda al colegio y en un futuro se dedique a “otras cosas”.

Otro factor son las familias disfuncionales que en muchas ocasiones por problemas de alcoholismo u otros terminan por dejar en el abandono a los menores, quienes ven como fácil opción dedicarse a la “vida delincuencial”. Muchos de estos menores son acogidos en hogares transitorios hasta que cumplen 18 años, pero y después… ¿qué?
Un componente adicional que va más allá del factor económico es que en los últimos años la influencia del Internet ha estimulado la delincuencia a través de sus contenidos diversos y nada controlados hacia los menores de edad.

Estos son los principales factores, aunque de seguro habrá unos cuantos más. ¿Qué se debe hacer?
Algo que todos los estados olvidan son los problemas estructurales y así buscan por ejemplo controlar la delincuencia con aumento de efectivos policiales, cámaras de seguridad o sanciones.

Más aún, se olvidan de los niños en abandono que esperan ser adoptados, de las familias disfuncionales, de los hogares con falta de recursos económicos. El adoptar a un niño continúa siendo casi imposible, las opciones de empleo se restringen a unos cuantos, que en muchos casos son contratados por el color del partido político.

El Estado debería promover la generación de empleo, las políticas educativas, los tratamientos de reeducación para quienes incurran en delitos. Es decir, políticas de prevención más que de represión.

Es muy importante que los niños de nuestro país sean criados en un ambiente familiar que no les cultive rencores sociales, que los ayude a crecer y a alejarse de la delincuencia.
Es fácil tirar la primera piedra a los jóvenes que cometen a diario ilícitos, pero no nos detenemos a preguntarnos ¿Qué estamos haciendo mal?... Tal vez no estamos haciendo nada.

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