Qué esperar de Bolsonaro

El “nuevo Brasil” ha empezado a caminar. Jair Mesías Bolsonaro es el nuevo presidente del país más grande de Sudamérica, que es también la octava economía mundial. Después de tanto folklore y populismo, ha llegado el momento de la verdad. En su acto de posesión en Brasilia,...

El “nuevo Brasil” ha empezado a caminar. Jair Mesías Bolsonaro es el nuevo presidente del país más grande de Sudamérica, que es también la octava economía mundial. Después de tanto folklore y populismo, ha llegado el momento de la verdad.

En su acto de posesión en Brasilia, Bolsonaro no dio demasiadas pistas de lo que vendrá, más bien se limitó a dar continuidad a sus arengas de campaña y a acentuar algunos de sus símbolos, como la lucha contra el Partido de los Trabajadores o la llamada “ideología de género”. Lo normal en estos casos, ya habituales en el globo, es que su Gobierno se convierta en una contradicción permanente entre lo que dice y lo que hace y en una suerte de oportunismo grotesco, algo no tan distinto a lo que vivimos en Bolivia.

Su primera contradicción ya se evidenció antes de la posesión, a través de su archifamosa cuenta de tuitter donde coincidió con otro de los “influencers” de moda y maestro en demasiados aspectos: Donald Trump.

Bolsonaro parece estar dispuesto a acabar con los pocos mecanismos de coordinación regional que todavía sobreviven a la “restauración conservadora”, lo que incluye el propio Mercosur de Macri, que poco o nada se parece a la idea original. Ni que hablar de Unasur, Celac u otros. De hecho, Bolsonaro amenaza con salirse de la propia Organización de Naciones Unidas (ONU), demasiado preocupada a su criterio por la riqueza de “su” Amazonía.

No es Bolsonaro el primer presidente brasilero que obnubilado en la inmensidad de su país, desprecia cualquier intento de ponerse de acuerdo con los cada vez menos enanos de sus vecinos de continente, aunque sea por el simple hecho de que hablan distinto.
Lo paradójico es que pese a las ínfulas de Bolsonaro y la preconizada autosuficiencia del país, con mensajes calcados a los de Donald Trump y su “American First”, parece dispuesto a renunciar a asumir a un rol preponderante en la región para ponerse simplemente a las órdenes del gigante del norte, que sí tiene muy claro qué quiere hacer con el planeta.

Mientras Bolsonaro dice promover el liberalismo absoluto, Trump tiene claro su rol proteccionista de fronteras adentro e imperialista de fronteras afuera. Resulta paradigmática la aparente sumisión del ultra Bolsonaro a las voluntades expresadas por Trump. Resultará peor si finalmente se convierte en el guardián por encargo del sistema en Sudamérica, en un títere que limite la expansión china mientras azota Venezuela sin mayores pretensiones que la de “cumplir con el jefe”.

Bolivia tiene demasiados intereses compartidos con Brasil como para que la relación empiece en malas condiciones. Nada le interesaría más a Bolivia que Brasil asuma su verdadera posición y ejerza su liderazgo no continental, sino mundial. En estos tiempos de multipolaridad, Bolsonaro hace mal en tratar de restaurar la influencia de Estados Unidos en el continente sudamericano como si no hubiera otro camino posible, incluso ahora que Donald Trump ha restaurado el proteccionismo como sistema de desarrollo real. No parece haber entendido cuáles son sus desafíos presentes.

En lo que va de siglo XXI, hemos asistido a un vaciamiento de la política en favor de juegos efectistas y promesas más o menos sólidas. Lo cierto es que todos prometieron cambiar el mundo, desde Obama hasta Raúl Castro, pasando por el propio Macri y Donald Trump, pero al final, el sistema siguió girando en más o menos el mismo mundo. Con Bolsonaro puede no ser diferente. O tal vez sí.

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