2019, vivir en democracia

2018 ha sido un año tan imprevisible e intenso en tantas facetas que es seguro lo echaremos de menos. Un año que empezó con incertidumbres y acabó con las mismas incertidumbres, pero reforzadas: ¿Está en serio amenazada la democracia en Bolivia? ¿Qué salud goza el ejercicio democrático...

2018 ha sido un año tan imprevisible e intenso en tantas facetas que es seguro lo echaremos de menos. Un año que empezó con incertidumbres y acabó con las mismas incertidumbres, pero reforzadas: ¿Está en serio amenazada la democracia en Bolivia? ¿Qué salud goza el ejercicio democrático en el resto del mundo? ¿Hay política más allá de las redes sociales?

En la esfera internacional, se ha profundizado el populismo como forma de acceder al poder y mantenerse en él; es cierto que el actual es un populismo ultraliberal pero cuyos componentes son los mismos que argumentó Laclau para interpretar el ascenso de los regímenes bolivarianos en Sudamérica en la primera década de este siglo. En 2019 veremos cuán lejos puede llegar Jair Bolsonaro y cuan fuerte será el poder del sistema, que de momento sigue manteniendo a raya las ocurrencias de Donald Trump.

En la política internacional de Bolivia, si es que tal cosa se planifica en el Gobierno, la derrota en La Haya ha marcado un antes y un después solo socapado por la aceleración de una campaña electoral que ha vuelto a poner en escena a los mismos actores padres de la derrota. Lo cierto es que el 1 de octubre Bolivia enterró el victimismo y toda una generación vio de frente la necesidad de tomar las riendas de la actualidad para hacer las cosas de forma diferente; amando lo que se tiene. Otra cosa es que no todos lo entendieron igual.

La elección de octubre de 2019 se plantea como un parteaguas en el que los actores participantes han resultado producto de la improvisación acelerada, y que con probabilidad acabarán formando parte de un periodo transicional hacia una nueva forma de administración que el Estado necesita. Los últimos meses el ejercicio de la política se ha convertido en una sucesión de declaraciones fanfarronas, cuando no amenazas explícitas, que van a requerir de una atención especial para su erradicación.

El Movimiento Al Socialismo no ha dudado en cambiar sus convicciones para acomodarse a las necesidades de mantenerse en el poder. El 21 de febrero de 2016 el MAS podía haber forzado un referéndum para acabar con la limitación de mandatos si ya por entonces consideraba esa circunstancia un derecho humano, pero no lo hizo. Dos años y medio después, el asunto es más que evidente.

El referéndum se perdió y ningún Presidente en su sano juicio forzaría su concurrencia en una contienda electoral a la que el 51% de la población le dijo que no se presentara; pero sí Evo Morales y el MAS. Los estrategas del partido – los mismos que forzaron el referéndum – trataron de posicionar un relato alternativo al fracaso basado en la supuesta “mentira” del caso Zapata; pero no ha habido tiempo de que cale: el gobierno ha puesto en entredicho la credibilidad del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo Electoral y la candidatura ya es un hecho.

Nadie en la oposición dudaba de que esa situación se daría, es más, la mayoría cree que esa es la única forma de derrotar al MAS, puesto que privarlo de candidato en un momento de alta popularidad solo generaría inestabilidad en el futuro Gobierno. Ahora bien, son las amenazas y declaraciones tan alejadas de la realidad y tantas veces pasadas de soberbia – “hay que ganar con 70%”- las que generan verdaderas dudas sobre la calidad del sistema democrático y las posibilidades reales de transición.

Lo cierto es que esta noche concluye un año en el que la democracia ha sido amenazada, pero empieza otro en el que se pondrá de verdad a prueba su ejercicio. Todos debemos estar preparados para que la verdad siempre triunfe. Vivir en democracia, gane quien gane, es imprescindible.
Feliz 2019

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