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No tolerar la violencia

El pasado viernes, en la previa de los festejos de la efeméride potosina del 10 de noviembre, un joven de origen humilde se acercó al Presidente Evo Morales para agredirlo. Según las crónicas del lugar, Rafael Chambi Julián gritó el famoso lema “Bolivia dijo No” y le arrojó algún...

El pasado viernes, en la previa de los festejos de la efeméride potosina del 10 de noviembre, un joven de origen humilde se acercó al Presidente Evo Morales para agredirlo.

Según las crónicas del lugar, Rafael Chambi Julián gritó el famoso lema “Bolivia dijo No” y le arrojó algún tipo de líquido, aunque no hay mucho acuerdo al respecto. El joven fue puesto en libertad el domingo, pero con medidas sustitutivas incluyendo el no acercarse al Presidente.

El joven albañil fue reducido en las puertas de la Asamblea Legislativa de Potosí y posteriormente llevado a la carceleta. Como suele pasar en estos casos en los que se muestran los agujeros de seguridad a pesar de los cinematográficos despliegues, los vulnerados aplican dureza para que se note menos.

Tal vez en los próximos días ruede alguna cabeza del equipo de seguridad presidencial, pero por el momento, el asunto se centra en el joven albañil.

Lo que no debió pasar de anécdota – salvo por las falencias del dispositivo de seguridad – se está alargando demasiado en el tiempo mientras trascienden datos que solo viene a complicar más la situación. El primero fue la tipificación del delito, que al hablar de atentado se calculaba entre 5 y diez años de cárcel. Sin duda una exageración sacada de contexto.

Por su parte, la Defensa Pública asignada al joven planteó resolver el caso por la vía de la conciliación, es decir, una disculpa pública que sea suficiente para recibir el perdón Presidencial, o mejor dicho en este caso, del mortal Evo Morales. Es lo que la juez ha interpretado y concedido para la puesta en libertad del albañil, ahora bien, el Presidente o alguno de sus voceros podían haber reaccionado antes y haber anticipado su perdón al joven, desinflando la bola que los políticos de oposición muy hábilmente fueron inflando en las redes sociales.

No, Chambi no fue detenido por gritar Bolivia Dijo No, sino por arrojar algo al Presidente luego de romper el cordón de seguridad y también la línea que desborda la libertad de expresión e ingresa en la agresión planificada, también denominado atentado, aunque seguramente suene demasiado fuerte en este caso.

El hilo estirado a raíz del incidente se parece al que sobrevino luego del escupitajo que una señora cruceña propinó al Vicepresidente cuando este visitaba a las víctimas del accidente con el ducto en Villa Montes, salvo que en aquel caso todos pudieron apreciar el escatológico presente volar hasta la camisa de Álvaro García Linera.

La campaña se va a poner muy tensa, precisamente porque va a ser muy larga y va a tener momentos en los que el Gobierno va a afrontar verdaderos momentos de desgaste y en los que sus movimientos afines van a pedir acciones directas; también sus contrarios.

En ese sentido, tanto oposición como oficialismo deberían trazar muy claramente sus líneas rojas. La violencia, en cualquiera de sus formas, no es la manera de llegar al poder. Quién la ejerza estará condenado a la derrota, pues no son tiempos de bota y fusil sino de construir alternativas desde el diálogo democrático; quien la justifique dará también las señales de un agotamiento inminente. Es tiempo de urnas, no de bravuconadas.

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