Las deudas carreteras del Gobierno

La ruta al Chaco se está convirtiendo en una realidad. Aquellos que recorren habitualmente la ruta ya perciben con nitidez las ventajas de la inversión realizada. Lo que antes eran 10 o 12 inciertas horas para llegar a Villa Montes, peor a Yacuiba, ahora se han convertido en cuatro y cinco...

La ruta al Chaco se está convirtiendo en una realidad. Aquellos que recorren habitualmente la ruta ya perciben con nitidez las ventajas de la inversión realizada. Lo que antes eran 10 o 12 inciertas horas para llegar a Villa Montes, peor a Yacuiba, ahora se han convertido en cuatro y cinco respectivamente, con la prudencia del caso.

La ruta ha tardado demasiado, suena a chiste pero es real aquello de que hasta hace cuatro días hemos seguido transitando por el camino abierto a machetazos para que los soldados llegados desde el altiplano se sumaran al combate en las trincheras durante la Guerra del Chaco (1932-1935). El chiste es grotesco cuando se recuerda que de esas tierras emana petróleo desde hace casi un siglo; petróleo y gas que ha permitido la poca o mucha inversión estatal básicamente en el eje central del país.

La ruta al Chaco, que en realidad son las rutas al Chaco, ya que la misma desde Tarija se bifurca a partir de Palos Blancos para alcanzar Villa Montes y Caraparí – Yacuiba respectivamente en cada ramal, es parte de la red vial fundamental, es decir, esenciales para la vinculación del territorio nacional. Tradicionalmente, la ruta más usada era la de Villa Montes, básicamente porque se convertía en lugar de paso hacia Santa Cruz para las mercancías con origen o destino en Tarija capital. Con el tiempo, por la imposibilidad de mejorar el tramo del Angosto sobre el río Pilcomayo en Villa Montes y por el incremento del peso político y comercial de Yacuiba, el ramal de Yacuiba es más relevante para conectar valle central y con la Región Autónoma.

Como tantas otras cosas, Tarija tuvo que buscar soluciones para vincularse internamente, pues durante décadas ni siquiera conectar a la capital por asfalto con el resto del país había resultado prioridad para los sucesivos gobiernos. Hasta bien entrado el siglo XXI no se recibió la vía Tarija – Potosí, la vía que nunca fue inaugurada.

La desconexión valle – chaco, a través de esa herida abierta que constituía el peligroso camino, ha contribuido como ninguna otra cosa a tensionar el departamento y a evitar un desarrollo armónico de todos sus habitantes. La lejanía, el desconocimiento, han creado también esta suerte de territorio balcanizado en pequeños reinos de caudillos locales.

La Gobernación de Tarija – anteriormente Prefectura – de forma directa o a través de sus subgobernaciones ha invertido más de 1.700 millones de bolivianos en los diferentes tramos, mientras que el Gobierno Nacional solo ha invertido sus 85 millones de dólares en el tramo Entre Ríos – Palos Blancos, con lo que el viejo adagio del 70 – 30 se incumple clamorosamente en Tarija respecto al resto del país.

Ahora que se sienten los beneficios de la ruta al Chaco gracias al esfuerzo que han hecho las administraciones tarijeñas – y en este caso se suman las de Cossío, de Lino Condori, de Oliva y los ejecutivos chaqueños -, no parece adecuado que el oficialismo cuestione ahora la forma de ejecución. Por esta vez, los tarijeños arriesgaron y gastaron sus recursos crecientes en la carretera al Chaco. Hay que auditar hasta el último centavo de peso, sí, pero no se puede dudar, de que si no hubiera sido así, a la fecha no habría carretera ni a Yacuiba, ni a Villa Montes.

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