Heby Ponce de León, un amante de la vida
Con energía imparable, el titánico Heby Ponce de León ha conquistado todos sus sueños y va por más.
El célebre cirujano dentista Heby Ponce de León, nacido el 7 de junio de 1936, ha tenido un buen paso por las páginas de El País, donde hemos puesto atención en sus logros y aventuras. Además de su profesión, Heby se ha dedicado a la escritura, firmando más de 30 libros y cerca de 600 poemas. Incluso fue jefe de redacción en medios como El Cronista y La Verdad. Ya no escribe, pero tuvo la gentileza de anotar los temas de los que quería hablar con Pura Cepa.
Uno de sus sueños fue ser aviador, y casi lo logra. Hace un par de años conquistó el cielo volando en parapente desde el mirador de La Calama, en el municipio de San Lorenzo, Tarija. Ya se lanzó dos veces, y se ilumina una sonrisa en su rostro cuando habla de la experiencia: “Me han dado el título de piloto navegante. He cumplido mi deseo”.
Quiere volar una tercera vez, pero no encuentra el momento ni la fuerza. Y es que otro de sus temas es la salud. Heby ha enfrentado una serie de operaciones y algunas malas pasadas de “Minino”, que, como buen gato, se hace al escurridizo. Pero a Heby le ha caído muy bien vencer las enfermedades, y ha encendido más su amor por la vida y su familia. “Soy vencedor del cáncer de próstata. El doctor dice, ‘¡qué fortaleza que tiene usted!’”, dice orgulloso.
Sobrevolando la memoria, Heby también reflexiona sobre sus andanzas: “Tenía tanto trabajo. Podía haber tenido tres casas. De siete a doce y media, un almuerzo, y a las 2 y media ya estaba, hasta las ocho y media. La he errado en las juntas vecinales, quitan mucho tiempo”, dice acerca de su labor como presidente de varias organizaciones en las que demostró su compromiso y vocación social.
Heby tiene una mente aguda, de amplios intereses. De joven, ganó una beca para estudiar en Río de Janeiro, donde se profesionalizó como dentista. No iba mucho a la playa porque “estudiaba un montón. En la universidad había turnos de día y de noche. Yo me daba tiempito y me iba a los dos”. A muchos de sus compañeros bolivianos los botaron en el primer año, mientras él se metió al estudio con alma vida y corazón.
Brasil tiene un lugar especial en sus recuerdos. No por nada sonríe y goza pensando en el Carnaval de Río. Le encantaba bailar “¡la samba brasileira!”. Y es un deleite la anécdota del Hipódromo de La Gávea: “Primera vez que iba. Todo el mundo apuesta por los caballos favoritos. Yo digo, ‘voy a escoger el que no sea ganador’. Escogí al 24, y ocurre que sale ganador. No había bolsas para llevar la plata. He agarrado mi camisa y pelado me he ido. Pero no he vuelto. Ahí está la consigna del buen jugador”.