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Vida en familia

Fomentar la lectura en la crisis lectora de la adolescencia

Los jóvenes se quejan de las lecturas obligatorias de libros que, pese a su innegable importancia capital en la historia de la literatura, les resultan completamente ajenos. La mayoría de las veces, inaccesibles

Reportajes
  • Adrián Cordellat para Mamás y Papás de El País
  • 23/04/2022 02:13
Fomentar la lectura en la crisis lectora de la adolescencia
En Bolivia faltan recursos
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Recientemente, Guadalupe Jover y Rosa Linares, coautoras del nuevo currículo de Lengua Castellana y Literatura en España, publicaron una tribuna en EL PAÍS en la que explicaban cómo había cambiado Francia en la última década la enseñanza de la literatura para el alumnado de 12 a 15 para hacerla más atractiva a un grupo de población en el que, según indican todas las estadísticas, los ratios de lectura sufren una caída en picado. Tal y como analizaba el periodista Ignacio Zafra basándose el promedio de los barómetros publicados por la Federación de Gremios de Editores de España en el último lustro, el porcentaje de lectores entre los 15 y los 18 años apenas supera el 50% en España (53% concretamente), cuando en el grupo de edad inmediatamente anterior (10-14 años) ese porcentaje asciende hasta el 77%. En Bolivia estos sondeos hace tiempo que no se realizan ante el temor de una catástrofe numérica.

Este pronunciado descenso en toda Iberoamérica es, desde hace tiempo, motivo de preocupación y de análisis. La muestra son tribunas y reportajes como los anteriormente reseñados. También que, con apenas unos días de diferencia, hayan salido al mercado dos libros totalmente focalizados en esta crisis lectora que proponen iniciativas, consejos y soluciones para combatirla. Por un lado, Animación a la lectura: diez principios básicos (Laberinto), de Juan José Lage, que fue profesor, bibliotecario, editor y crítico literario durante 30 años y recibió en 2007 el Premio Nacional al Fomento de la Lectura por su trabajo al frente de la revista Platero, que creó y dirige. Por otro, Para qué leer: fomentar la lectura en jóvenes y adolescentes (Morata), de Paulo Cosín, director editorial de Ediciones Morata.

La tesis que defiende en su libro Paulo Cosín es que es precisamente en esta etapa vital, la adolescencia, en la que se produce un alejamiento de los libros, cuando estos más pueden ayudar a los jóvenes lectores. “Hay muchos paraqué leer. Los principales son: para evadirnos, para crecer en sabiduría, para acceder al mundo emocional y para encontrar nuestro sentido de vida. El primero es el más popular y es el que más se asocia al placer de leer, pero somos seres socioemocionales y los personajes nos ayudan a comprender nuestro universo”, reflexiona Cosín, que considera que todos los paraqué leer conducen al más importante: la lectura nos ayuda a conocer nuestra identidad y a comprender cómo se refleja esta a través de las acciones y de las decisiones que tomamos en nuestras vidas.

Por eso, sostiene, una campaña de animación a la lectura orientada solo al entretenimiento -o al placer del entretenimiento- “será siempre deficiente” en tanto que, en su opinión, deja fuera muchas virtudes de la lectura muy necesarias en la edad adolescente y juvenil. “Al final, a los adolescentes, para entretenerse, nos les falta precisamente oferta, así que la lectura, que además se está tomando como un acto individual, queda de lado”, añade el editor, que considera que no se trata de que la lectura compita con otras ofertas de entretenimiento, sino de que sepa apoyarse en ellas. En ese sentido, pone el ejemplo del éxito de la serie Euphoria (HBO Max), cuya segunda temporada ha batidos récords de audiencia. “El primer paso es crear la motivación y esta no necesariamente llega a través de una lectura. Por ejemplo, el cine nos fascina y sabemos por los estudios de hábitos que las series animan a los adolescentes a leer. Debemos generar ambientes de diálogo, de debate, realizar proyectos de investigación que les lleven a manejar las preguntas”, argumenta Cosín.

Incitar, excitar, divertir, alegrar

“Animar a leer es sinónimo de sentido común, lo que significa que no se trata de refugiarse o disculparse en grandes estrategias didácticas o pedagógicas, sino simplemente de ponerse en el lugar del que no está animado, dar actividad a lo inanimado, incitar, excitar, divertir, alegrar”, puede leerse en la contraportada de Animación a la lectura: diez principios básicos. Le repito esos verbos finales a su autor, Juan José Lage. “Es cierto que no son los más utilizados, por desgracia. Predominan los docentes filólogos en lugar de los docentes animadores”, reconoce.

Los jóvenes se quejan de las lecturas obligatorias de libros que, pese a su innegable importancia capital en la historia de la literatura, les resultan completamente ajenos. La mayoría de las veces, inaccesibles. “Hay compañeros que llegan a odiar la lectura. Dicen: ‘No me gustan los libros’”, afirmaba un estudiante de 16 años en un reportaje reciente. Juan José Lage no duda en citar al respecto unas palabras de la novelista Ana María Matute que también puede leerse en su libro, un volumen, por lo demás, lleno de citas de personajes relevantes a las que él vuelve una y otra vez: “Cuando les cae un buen profesor, hace lectores a montones. Pero si dan con uno que les obliga a leer El Buscón a los 10 años, huyen de la lectura. Eso lo que hace es asesinar las ganas de leer, y odiar los libros en lugar de amarlos y disfrutarlos”.

La opinión de Matute la comparte Paulo Cosín: “La lectura por placer es una lectura libre y voluntaria. Seguramente todos hemos realizado lecturas obligadas por diferentes motivos, pero lo que no podemos pretender es que esa sea la única experiencia lectora que tengan algunos chavales. Siendo así, no debería sorprendernos que no quieran leer”. También Juan José Lage, que considera, no obstante, que esa especie de desincentivación de la lectura en el aula solamente es una parte de la explicación a la caída del interés por los libros que se produce en la adolescencia. “Hay a mi juicio en esta etapa otros factores influyentes que ahondan en la desmotivación: la sobrecarga de tareas escolares, la diversificación de los intereses, la pandemia digital, el pasar del placer de leer al dominio de la lengua, etc.”, enumera antes de destacar un aspecto que considera esencial: el desconocimiento por parte de los docentes de la Literatura juvenil. “En las Facultades de Educación, por ejemplo, la Literatura infantil y Juvenil sigue ausente en los currículos”, añade.

En Animación a la lectura, Lage desarrolla diez principios para fomentar la lectura. Entre niños y niñas de todas las edades, pero sobre todo entre adolescentes. En ese sentido, el autor aboga por sugerir a los lectores de estas edades que se han alejado de los libros “lecturas que estén a su nivel, que le ayuden a crecer, que se adapten a su sensibilidad, que le resulten divertidas”. Animar a la lectura, por tanto, pasaría necesariamente también por personalizar esa animación, por intentar ofrecer a cada adolescente o grupo de adolescentes lo que necesitan en un momento determinado. “Los jóvenes tienen sus inquietudes, su personalidad, su manera de entender la vida. Es importante darles a leer el libro adecuado en el momento adecuado”, sostiene.

Además de ello, recetas sencillas y de sentido común: atenerse a sus gustos y preferencias, no imponer, no castigar, no premiar, respetar la libertad de elección, tener buenas bibliotecas escolares, compartir las lecturas, dialogar. “Mi duda es si la escuela actual preparada para fomentar la lectura. Tiene tantos objetivos indefinidos que tal vez el encuentro gozoso con el libro siga marginado”, afirma pesimista.

¿Y qué papel juega en este escenario la familia, el entorno más cercano? “Dentro de los multiplicadores sociales que favorecen el gusto por leer la familia es muy importante, por supuesto”, señala Paulo Cosín, que considera no obstante que la lectura, a estas edades, cuando se realiza dentro de la familia, es por lo general una experiencia individual: “Infravaloramos las múltiples ventajas que supone compartirla, sobre todo si se crea el hábito antes de la adolescencia. Por eso soy de la opinión de que los clubes de lectura o los debates en el aula deberían ser una prioridad”. Otra vez compartir. Dialogar.

Juan José Lage, por su parte, invita a tener en cuenta que, en ocasiones, “los caminos que nos conducen a la lectura son insondables”, aunque no duda en reconocer que la familia es “el primer escalón” en la familiarización con el hábito de la lectura. Para concluir, cómo no, cita a un referente como el pedagogo y escritor italiano Gianni Rodari: “¿Cómo va a leer un niño si en su hogar no se lee ni siquiera el periódico?”.

 

¿Cómo está la lectura en Bolivia?

El 43% de los bolivianos que habitaban en La Paz, Cochabamba y Santa Cruz afirmaba en 2018 que no había leído ningún libro al año. El 37,9 % de los lectores leyó entre uno y tres libros. Solamente el 3,2 % de esa población leía más de 12 libros al año. Estos datos fueron resultado de una encuesta realizada en 2017 por el Foro Regional de Cochabamba.

Siete claves para que tu hijo ame la lectura

CAROLINA PINEDO

Conseguir que un niño lea sin que nadie le obligue no tiene por qué resultar una misión imposible. Las nuevas tecnologías pueden ser las grandes aliadas de los padres para que los jóvenes se aficionen a la lectura. Otras sencillas pautas, como evitar obligarle a que lea o motivarle a través de los temas que le interesan, también pueden lograr que un niño que tiene alergia a los libros, despierte su motivación por leer.

Los niños son buenos lectores entre los ocho y los 13 años. Los jóvenes leen de manera habitual hasta los 14. Pero a partir de esa edad cambian los hábitos y desciende el interés por los libros. Así es que, no se resigne, entrar a la habitación de su hijo/a y encontrarle leyendo, no es una utopía. Tome nota de estos consejos para despertar el lector que los niños llevan dentro, aunque, a veces, esté muy escondido:

No obligar al niño a leer. El amor por los libros debe surgir de manera espontánea para que se mantenga en el tiempo y no se convierta en una lucha sin fin. “De nada sirve agobiarse porque el niño no lea. De hecho, es contraproducente transmitir que la lectura es una obligación. Cada niño lleva su ritmo con los hábitos de lectura y conviene respetarlos”.

Enganchar al joven lector con los temas que le interesan. “Piratas, fútbol, cine, animales, videojuegos, cualquier tema que despierte la pasión y curiosidad del niño es un enganche para acercarle a los libros que tratan sobre esos temas.

Padres que saben contar cuentos con ritmo. Sentar las bases para amar los libros desde que los niños tienen los dos o tres años es el punto de partida para que crezcan con interés por acercarse a los libros. Y una forma de conseguirlo es que los padres sepan contar los cuentos con ritmo. Es decir, convertirse en cuentacuentos, que aporten una entonación y ritmo adecuados a la narración, que atrape al futuro lector.

Predicar con el libro en la mano. El ejemplo de unos padres que leen es fundamental para que el niño se acerque a los libros. “De poco sirve decir tienes que leer si el niño o el joven no ven nunca a sus padres haciéndolo”, comenta González.

Tener libros en casa. Los libros pueden ser uno más de la familia. Tenerlos cerca facilita el acceso a la lectura. Un niño o joven cuyo entorno está rodeado de libros tiene más probabilidades de despertar el interés por ellos.

Bibliotecas como forma de ocio para los niños. Visitar la casa de los libros es una buena forma de avivar en el niño su interés por la lectura. Las bibliotecas están organizadas en la actualidad con espacios atractivos e interactivos para los niños, donde se realizan actividades como contar cuentos a través de la música y el movimiento.

La tecnología como aliado para fomentar la lectura infantil y juvenil. Los dispositivos, como los libros electrónicos, son una herramienta útil para que el niño se acerque a la lectura de una manera más interactiva. Acciones como: poner el dedo encima de una palabra y ver su significado, reescribir o compartir textos abren una nueva dimensión sobre la forma de leer. Aunque, conviene que los niños también se acerquen al libro tradicional y aprendan a usarlo y disfrutarlo.

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