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El populismo de derechas se ha asentado en todo el planeta

El auge de la extrema derecha: claves para entender la elección francesa

Macron se mide a Le Pen sin el paraguas del “voto útil”. Los analistas señalan que dos terceras partes de Francia votó contra el sistema tradicional del que Macron ya forma parte. Los argumentos se repiten en otros países

Reportajes
  • eldiario.es/Redacción Central
  • 21/04/2022 00:00
El auge de la extrema derecha: claves  para entender la elección francesa
Resultados en primera vuelta
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El resultado fue el esperado, aunque la noche electoral de la primera vuelta de las elecciones presidenciales dejó algunas sorpresas en Francia. Sin embargo, la segunda vuelta del 24 de abril entre Marine Le Pen y Emmanuel Macron se presenta más incierta que la que libraron hace cinco años. El presidente sigue siendo favorito, pero los sondeos elaborados este domingo vaticinan una diferencia mucho más ajustada que entonces: el de Ipsos estima un 54% de los votos para el presidente y 46% para la líder de extrema derecha; el de Ifop, 51% para Macron, 49% para Le Pen.

Es otro momento clave en el auge de la extrema derecha que ha germinado en occidente en los últimos 20 años como opción de gobierno real. Lo es en Hungría, en Polonia y ha gravitado en Italia y Holanda mientras que Donald Trump en Estados Unidos profesaba los mismos valores, aun compensados por el partido Republicano. Las opciones en Francia suponen asumir el poder total en una República presidencialista, fundadora de la UE y parte del G7.

En cualquier caso, se prolonga la recomposición del escenario político que comenzó en 2017. “El actual jefe del Estado y la candidata de la Agrupación Nacional (RN) se han esforzado en reafirmar la división establecida en su momento entre progresistas y nacionalistas, rompiendo la tradicional alternancia derecha-izquierda”, analiza el diario Le Monde.

La activación del voto útil favoreció a los candidatos con más opciones

En el último momento, Macron, Le Pen y el líder de izquierdas Jean-Luc Mélenchon recibieron un impulso a costa del voto del resto de candidatos, que obtuvieron peores resultados de lo que se esperaba. Los tres más votados acabaron agrupando casi tres cuartas partes de los sufragios.

Mélenchon, en particular, se quedó a un paso de dar la sorpresa y clasificarse para la segunda vuelta, con un 21,95%. Una cifra que no hubiera sido posible sin captar a votantes potenciales de la socialista Anne Hidalgo (1,75%) y el ecologista Yannick Jadot (4,63%). Un fenómeno similar ocurrió en la extrema derecha con Le Pen, que firmó su mejor resultado histórico a costa de Éric Zemmour, que finalmente no alcanzó los dobles dígitos (7,07%) como se esperaba, y también, probablemente, a costa de una parte del electorado de la candidata de la conservadora Valérie Pécresse, que se hundió por debajo del 5%.

La extrema derecha, cada vez más cerca del poder

Justo 20 años después de la primera –e inesperada– clasificación del Frente Nacional para la segunda vuelta de unas elecciones presidenciales, Marine Le Pen ha obtenido un nuevo récord para su formación rebautizada como Agrupación Nacional, mejorando los registros de 2017.

En esta ocasión, la configuración electoral es más favorable que hace cinco años: dispone de reservas de votos de cara a la segunda vuelta (aunque menores de lo esperado) gracias a Zemmour, Nicolas Dupont-Aignan (2,06%) y, en parte, a Pécresse (4,78%). Por otro lado, Le Pen ha convertido la segunda vuelta en un referéndum anti-Macron para atraer –o al menos desmovilizar– a una parte de la izquierda.

Los votos a Mélenchon, clave para la segunda vuelta

En su primer discurso tras conocerse los resultados, Le Pen mencionó su “ambición social”, su lucha por, dijo, “salarios y pensiones dignas”, “por un sistema sanitario de calidad y accesible para todos” y “por una vivienda digna”, un mensaje para atraer un electorado adicional que pretende captar de parte de los votantes de Mélenchon.

Los últimos sondeos de IPSOS indican que el 67% de los votantes de Melenchon se apuntan al voto blanco o nulo y que el resto se inclina por votar mayoritariamente a Macron, aunque los estrategas advierten que puede haber mucho voto oculto a favor de Le Pen. El propio líder de la Francia Insumisa ha llamado a no votar por Le Pen, pero nunca ha pedido el voto para Macron.

Macron llama a “un gran movimiento de unidad”

En 2019, presionado por las protestas de los chalecos amarillos, una de las respuestas del Macron fue organizar un Gran Debate Nacional que le llevó por todo el país, además de crear una Convención Ciudadana por el Clima. El Gobierno los presentó como “herramientas de consulta para salir de la crisis”. En esta misma línea, hace un mes, Macron aseguró que si resulta reelegido liderará “un nuevo gran debate” con todos los franceses, con carácter “permanente”, en torno a varios proyectos, de forma que “la responsabilidad de las reformas sea compartida”.

Con estos antecedentes, en la noche electoral volvió a mencionar esa nueva estrategia de diálogo institucional: hizo un llamamiento a la creación de “un gran movimiento político de unidad y acción”. Aun así, un 70% de los franceses perciben la acción del actual presidente como “autoritaria”, según un sondeo de Ifop.

Europa, inquieta ante Marine Le Pen

Tanto el presidente como varios de sus ministros están subrayando el riesgo sobre una alianza de Le Pen con Vladímir Putin y sobre la salida de Francia de la Unión Europea, que se vería amenazada por una “internacional populista y xenófoba”, en caso de victoria de la líder de Agrupación Nacional. Este escenario supondría que un país fundador de la UE y uno de los motores de la economía comunitaria esté gobernado por la extrema derecha euroescéptica.

La posibilidad de una victoria de Le Pen inquieta a Bruselas y Berlín, dos de los objetivos recurrentes de los ataques de la presidenta de la Agrupación Nacional. “El 24 de abril, los franceses se enfrentan a una elección fundamental: a favor o en contra de la UE”, dijo este domingo en Twitter la líder de los socialistas y demócratas europeos (S&D) Iratxe García Pérez.

Marine Le Pen ya no defiende la salida de la UE. Ahora se inspira en el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, considerado un elemento desestabilizador para la UE y sus valores. “La victoria de Le Pen tendría repercusiones mucho más allá de Francia”, escribe el Financial Times. “Supondría un terrible golpe para la democracia liberal en el mundo occidental y sumiría a los Veintisiete en la confusión, justo cuando Estados Unidos y sus aliados están enzarzados en un tira y afloja por Ucrania con la Rusia autoritaria del presidente Vladímir Putin”.

El frente republicano, de nuevo a prueba

Con el crecimiento del Frente Nacional en los años 80 comenzaron a aparecer las coaliciones de todos los partidos contra el de Jean-Marie Le Pen. El punto culminante de ese frente republicano fueron las elecciones presidenciales de 2002, con un llamamiento unánime a votar por Jacques Chirac. Pero, desde entonces, no han dejado de aparecer grietas en la coalición.

En esta ocasión, socialistas, ecologistas y comunistas –cuyo candidato Fabien Roussel logró un 2,3% de los votos– rápidamente pidieron el voto para Macron, para evitar la victoria de la extrema derecha. Sin embargo, el partido presidencial teme la abstención del electorado de Mélenchon y de una parte de la derecha moderada. Al igual que en 2017, cuando también se quedó a las puertas de la segunda vuelta (19,58%), Mélenchon ha anunciado que consultará con sus bases qué actitud adoptar. Entonces, el voto en blanco fue la opción preferida. En cualquier caso, Mélenchon hizo un claro llamamiento en la noche electoral contra la extrema derecha. “No debemos dar ni un solo voto a Le Pen”, repitió varias veces.

Mientras, en el partido de derecha Los Republicanos (LR), el diputado Eric Ciotti, que había declarado que votaría por Zemmour en caso de duelo con Macron, anunció que no dará su voto al presidente. “Tres cuartas partes de los franceses han votado en contra del sistema vigente, en contra de las políticas de Macron”, justificó Ciotti. La candidata de LR, Pécresse, sí pidió el voto –a título personal– para Macron.

 

 

¿Hay espacio para la ultraderecha en Bolivia?

El auge de los extremismos se está dando a nivel mundial y aunque automáticamente se tienda a pensar en la extrema derecha como un movimiento de blancos normalmente acomodados, lo cierto es que crece en países donde se dan dos condiciones: agotamiento institucional del Estado y clases pobres descontentas.

El primer punto genera el “que se vayan todos” que ya algunos grupúsculos utilizan en el país y tienden a desconocer todo lo relativo al Estado: las elecciones son fraude, la justicia es podrida, los impuestos se los queda el gobierno, etc.

El segundo punto nace del contraste entre nativos; unos prosperan y otros no, por lo que inmediatamente se buscan culpables: en Europa los trabajadores asalariados suelen culpar a los migrantes, en otros países se culpa a los privilegiados del Gobierno, a las élites, etc., algo similar a lo que hizo Bolsonaro en Brasil, que se apoyó en consideraciones racistas para generar esas divisiones.

Lo cierto es que la derecha tradicional en Bolivia no ha logrado conectar con los sectores populares, acumulando derrotas en su haber con cada elección desde 2002.

Copiar a la ultraderecha no ayuda a los tradicionales

El investigador experto Werner Krause recuerda que a lo largo de Europa, los partidos de extrema derecha siguen al alza; no solo tienen posibilidades reales de entrar al Gobierno –y liderarlo– en muchos países, sino que su éxito continúa expandiéndose por todo el continente. Estas tendencias han suscitado debates sobre cómo frenar o incluso invertir el creciente apoyo público a la extrema derecha. Tanto los estrategas en los partidos como los analistas políticos han argumentado que los partidos de las corrientes principales, tanto de la izquierda como de la derecha, deberían emprender las llamadas estrategias acomodaticias: es decir, adoptar posiciones más duras en materia de inmigración e integración. Según este argumento, si los partidos mayoritarios hubiesen sido menos progresistas respecto a la inmigración, la derecha radical nunca habría podido afianzarse políticamente. Un giro, incluso uno tardío, hacia una política inmigratoria más estricta debería hacer que los votantes vuelvan al espectro centrista.

Legitimación de políticas radicales

De hecho, durante las últimas décadas, en respuesta a los éxitos de la extrema derecha, los partidos mayoritarios de Europa occidental han virado cada vez más hacia la derecha en materia de inmigración e integración. Muchos ven las elecciones generales danesas de 2019 como un ejemplo idóneo de lo prometedor de esta estrategia. Los socialdemócratas cooptaron la agenda antiinmigración y el Partido Popular Danés, de extrema derecha, sufrió una severa derrota electoral.

Sin embargo, son varias las razones por las que la mera adopción de políticas más duras no bastará para convencer a los votantes de que vuelvan a apoyar a los partidos mayoritarios. Como advierten algunos expertos, esta estrategia podría legitimar las opiniones de los partidos de extrema derecha y su programa político. Citando a Jean-Marie Le Pen, ¿por qué los votantes habrían de elegir la copia cuando pueden tener el original?

Existen ejemplos que sugieren que luchar contra la extrema derecha adoptando sus políticas no es tan prometedor como muchos suponen.

“Hemos investigado esta cuestión en 12 países de Europa occidental, a partir de datos que se remontan a la década de 1970. Combinando un amplio rango de datos obtenidos mediante encuestas, hemos analizado el efecto que tuvieron las políticas de inmigración más estrictas de los partidos mayoritarios en el apoyo electoral a la derecha radical. También nos hemos preguntado si el contexto electoral influía en los patrones de voto a la extrema derecha. Por ejemplo, nos hemos fijado en si el apoyo a los partidos de extrema derecha se ve afectado por la existencia de un cordón sanitario, o por cuán prominente ha sido el tema de la inmigración en la agenda de los partidos”.

Basándonos en este análisis amplio y comparativo, no hemos encontrado ningún dato que apoye la idea de que los porcentajes de voto a la derecha radical disminuyen cuando los partidos principales, tanto de izquierda como de derecha, promueven políticas más duras en materia de inmigración e integración. En todo caso, los datos muestran que más votantes tienden a inclinarse hacia la derecha radical una vez que esta se consolida como actor electoral. En general, nuestros resultados sugieren que luchar contra los partidos de extrema derecha adoptando sus políticas migratorias es, en el mejor de los casos, infructuoso y, en el peor, contraproducente. Al legitimar un marco asociado a la derecha radical, los políticos convencionales pueden acabar contribuyendo a su éxito.

Sin duda, esto deja a los partidos mayoritarios en una posición precaria en su lucha por frenar el ascenso de la derecha radical. De hecho, el éxito de la extrema derecha parece notablemente inmune al comportamiento de los partidos mayoritarios. La falta de estrategias alternativas viables puede explicar por qué los partidos mayoritarios siguen jugando al imitador.

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