Surgen muchas interrogantes sobre qué camino seguir para superar la crisis
Bolivia: ¿Cómo salir de la crisis sin repetir los mismos errores?
Profundizar el extractivismo o cambiar la matriz productiva: este es el dilema en el que se ve inmerso el país para hacer frente a las dramáticas consecuencias de la crisis económica.



“Apostar a las actividades extractivas o a los extractivismos implica perder oportunidades de otros senderos de desarrollo". Esta fue una de las reflexiones más importantes que hizo Fernanda Wanderley, reconocida economista del Instituto de Investigaciones Socio Económicas de la Universidad Católica Boliviana, en el evento virtual “Salir de la crisis”, organizado por la Fundación Jubileo y la Facultad Nacional de Ingeniería de la Universidad Técnica de Oruro.
En este evento se hizo énfasis en la dependencia de la economía boliviana a los extractivismos, su dinámica, sus problemas y cómo el tener una matriz productiva centrada principalmente en la extracción de hidrocarburos y minería no solo fue parte del problema que nos condujo a la actual crisis, sino que también representa un obstáculo para salir de ella.
En otras palabras, el país debe elegir entre intentar salir de la crisis siguiendo el mismo camino que lo llevo a ella o cambiando diametralmente su horizonte de desarrollo.
El sector hidrocarburífero que no explora
En el evento, además de Wanderley, participó el ingeniero experto en temas de hidrocarburos, Raúl Velásquez, y el ingeniero experto en temas de minería y metalurgia, Héctor Córdoba; ambos analistas de la Fundación Jubileo. Estos dos investigadores centraron su análisis en la situación de los sectores de hidrocarburos y minería en el contexto de la pandemia.
En el caso de los hidrocarburos, por un lado, es llamativa la dependencia de la matriz energética nacional a este sector. El 71% de la energía en Bolivia proviene de termoeléctricas, mientras que el 23% se produce en hidroeléctricas. Solo 6% proviene de fuentes solares, eólicas y de biomasa.
Este es un primer elemento que debe tomarse en cuenta, ya que es importante considerar una transición energética hacia fuentes renovables de energía como estrategia de largo plazo para enfrentar la crisis.
“[Se debe] dejar de lado la mentalidad de que dependemos de los hidrocarburos, de la minería […] para impulsar el desarrollo”. Fernanda Wanderley
Pero, por el otro lado, la dependencia de los hidrocarburos es también fiscal. Entre 2006 y 2014 el 40% de los ingresos corrientes del gobierno provenía de los hidrocarburos, mientras que entre 2015 y 2018 ese ingreso cayó al 24%.
Al respecto, Velásquez señala que esa “disminución en el porcentaje, […] no se debe a que hayamos superado nuestra dependencia extractiva, por el contrario, más bien la hemos profundizado. El porcentaje cae debido a una caída en los precios internacionales, hay una caída en la producción de hidrocarburos, falta de exploración, una pérdida de mercado y desinstitucionalización".
Uno de los principales problemas señalados por este especialista es que, en los últimos años, Bolivia no ha realizado una inversión importante para la realización de exploraciones que lleven a nuevos campos de explotación de gas.
Al respecto, Velásquez hace una serie de recomendaciones como la reestructuración del sector petrolero y su institucionalización, la creación de un fondo de estabilización, una nueva legislación, entre otras propuestas que considera importantes para apuntalar este sector y mejorar la utilización de sus recursos en esta crisis.
Mucha minería y poco aporte
Por su parte, Héctor Córdoba hizo hincapié en cómo en los últimos años se incrementó el peso relativo del sector minero en la economía nacional. Si para el año 2019 el sector hidrocarburífero aportaba poco menos del 4% al PIB, la minería aportó el 6%.
Si bien, en lo referente a las cantidades, es la explotación del zinc ‒realizada por empresas privadas‒ la más importante; en los últimos años la explotación aurífera ‒gestionada principalmente por cooperativas‒ es la que genera más valor. Lo anterior como resultado del incremento del precio de este metal, más aún en los últimos meses de crisis sanitaria.
Sin embargo, Córdoba señala que preocupa mucho cómo los operadores de este sector se apropian de la gran mayoría del excedente. Se estima que el año pasado las cooperativas abocadas a la explotación de oro, en alianza con diversas empresas privadas, exportaron el equivalente a $US 2.000 millones, no obstante estas aportaron solo $US 50 millones como regalías e impuestos.
Un factor elemental para esta escasa recaudación del sector aurífero, tiene que ver con que la gran mayoría de cooperativas mineras solo paga una alícuota del 2,5%, ya que estas declaran que su producción viene de yacimientos “marginales y de pequeña escala”, cuando eso no es así, siendo que deberían pagar un 7%.
Córdoba puntualiza que si bien el sector minero está teniendo una recuperación importante en términos de precios internacionales (siendo que el valor del oro se incrementó hasta llegar a su máximo histórico), es importante considerar una serie de medidas para lograr que el sector minero aporte mayor excedente a la economía nacional.
Estas medidas deberían ir desde la refundación de la COMIBOL, hasta lograr el procesamiento de los minerales que el país exporta como concentrados, sin valor agregado. También señala como fundamental la necesidad de que el país produzca sus propios insumos para el sector, además de una legislación tributaria actualizada.
Alternativas económicas
Desde otra perspectiva, Fernanda Wanderley señaló la importancia de considerar las alternativas económicas desde un paradigma de desarrollo sostenible, mediante el cual se privilegie una visión de largo plazo y no el simple crecimiento en el corto plazo. Este planteamiento, según la investigadora, es fundamental para considerar, desde una mirada integral, una posible salida a la crisis multidimensional que aqueja al país.
"Deberíamos entender este momento de crisis como algo que es estructural y que es la historia de América latina y de Bolivia en particular. Países altamente dependientes de un patrón de crecimiento extractivista", puntualizó Wanderley.
El problema de este tipo de economías ‒como es el caso de la boliviana‒ es que no importa cuánto se insista en extraer recursos naturales a partir de un modelo primario exportador, el resultado es sencillo, en el largo plazo el crecimiento tendrá siempre un techo muy bajo.
En contraposición, la economista plantea la necesidad de seguir alternativas que han dado buenos resultados en otros países. El denominador común de estas experiencias es “una elevada diversificación económica”. Se diversifica una matriz productiva con productos que tienen mayor valor agregado.
Es importante, entonces, "dejar de lado la mentalidad de que dependemos de los hidrocarburos, de la minería o de otro producto como la soya para impulsar el crecimiento y el desarrollo”, señala Wanderley.
Los resultados negativos del patrón extractivista
Según la investigadora Fernanda Wanderley, el extractivismo conlleva un conjunto de efectos indeseados, muchos de los cuales son difíciles de revertir.
En el plano económico: alta dependencia de los precios internacionales de las materias primas y bajo crecimiento en el largo plazo. En lo laboral: estructura ocupacional segmentada y baja productividad, además de trabajos de mala calidad.
En lo social: políticas volátiles y no sostenibles, vulneración de los derechos colectivos de los pueblos indígenas, e incremento de los conflictos sociales en torno a los recursos naturales. En la dimensión política los efectos tienen que ver con la promoción de una cultura rentista y corporativa, además de una institucionalidad democrática débil, sin espacios de deliberación.
Por último, los efectos ecológicos tienen impactos negativos e insostenibles en el largo plazo y también la pérdida de patrimonio ambiental que es fundamental para promover un desarrollo alternativo.