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La planta de San Blas y la movilización ciudadana

El día de ayer se realizó el inicio de obras de la  Planta de Tratamiento de San Blas, después de una odisea que no puede ser entendida sin la confluencia de varios factores; uno de ellos es la acción estatal y el otro la movilización ciudadana con un amplia participación de la sociedad...

El día de ayer se realizó el inicio de obras de la  Planta de Tratamiento de San Blas, después de una odisea que no puede ser entendida sin la confluencia de varios factores; uno de ellos es la acción estatal y el otro la movilización ciudadana con un amplia participación de la sociedad civil y los medios de comunicación.  De alguna manera podría pensarse que San Blas prueba que solo una concientización masiva y una movilización ciudadana pueden ayudar a derrotar varios de los escollos que bloquean un genuino desarrollo regional.

Por muchos años las voluntades políticas y estatales ignoraron el problema. Temas como el del tratamiento de aguas,  el de la basura sólida o la preservación de nuestros ríos, en general han sido dejados de lado, en la medida en que requerían tiempo, trabajo y concientización.  De ahí que no nos extrañe que en Tarija campeen las obras abandonadas, mal construidas o inútiles y sean pocas las que tienen una real pertinencia.

Por eso la planta de San Blas es probablemente una de las obras más significativas de la presente gestión.  Hay  varias razones. Una de  ellas, es que pretende revertir años de lenidad y decisiones desacertadas respecto a la temática del tratamiento de aguas; entre ellas el colapso de las ya celebres lagunas de oxidación de San Luís, la pérdida del crédito holandés de varios millones de euros y una serie de propuestas fallidas desde su nacimiento, tales como la de pretender implementar la planta  en la zona de Laderas a un costo astronómico y por tanto irrealizable.
Con la construcción de San Blas, es posible que se pueda dar inicio a una nueva etapa en la implementación de la obra pública; una más cualificada, donde se dejen atrás las obras “simples”, de “fácil licitación”,  por otras que realmente satisfagan las necesidades de la gente
La segunda razón es que con la construcción de San Blas se plantea la  posibilidad de derrotar  varios prejuicios y leyendas negras instaladas en la población; aquella que dice por ejemplo que la construcción de una planta de tratamiento hace daño a la  población que la circunda, o la que se ha repetido tantas veces en sentido de que los tarijeños somos incapaces de manejar tecnologías complejas, es decir que tenemos algún grado de  incapacidad frente a nuestros pares del resto del  país.

Con la construcción de San Blas, es posible que se pueda dar inicio a una nueva etapa en la implementación de la obra pública; una más cualificada, donde se dejen atrás las obras “simples”, de “fácil licitación”,  por otras que realmente satisfagan las necesidades de la gente.

Pero está claro que para acometer dichos desafíos la sociedad debe involucrarse. Por ejemplo, en el caso de la Planta de San Blas tuvo un peso decisivo en los últimos años la labor del Comité impulsor de la Planta de Tratamiento impulsada por Ricardo Pacheco. Ha sido una labor paciente que ha mantenido esta temática vigente. De igual manera ha sido decisiva la acción de medios de comunicación como Plustlt  y El País que en alianza con organizaciones como PROMETA lanzaron una agresiva campaña para posicionar la temática en la opinión pública  en los últimos dos años.

Con la campaña por la planta de tratamiento ha quedado demostrado que la sociedad civil puede incidir decisivamente en el desarrollo local. Esperemos entonces que las autoridades por una parte dejen la cultura del cemento básico y por otra la sociedad civil siga movilizándose para posibilitar la implementación proyectos como el de la Planta de Tratamiento de Aguas de San Blas.

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