Hidrocarburos: el futuro se complica

Han pasado los meses y la situación del sector hidrocarburífero ha pasado de un gris oscuro a un negro absoluto. El Ministerio sigue sin dar respuestas concretas y sensatas a la situación actual y mucho menos, sin explicar sus verdaderos objetivos en el corto – mediano y peor largo plazo. El...

Han pasado los meses y la situación del sector hidrocarburífero ha pasado de un gris oscuro a un negro absoluto. El Ministerio sigue sin dar respuestas concretas y sensatas a la situación actual y mucho menos, sin explicar sus verdaderos objetivos en el corto – mediano y peor largo plazo. El lema con el que cerraban 2017: Bolivia, corazón energético de Sudamérica, con el que se pretendió engatusar a los líderes que llegaron hasta Santa Cruz para el Foro de Países Exportadores de Gas (FPEG) ha quedado en mera ocurrencia luego de transcurrido el tiempo.

En aquella reunión, que congregó en Santa Cruz a uno de los lobbys más poderosos del planeta, eso sí, subordinado siempre a los grandes intereses petroleros, YPFB convirtió sus salones en un gran mercadillo donde ofrecer sus parcelas al mejor postor y el Gobierno recuperó el mantra de la “exportación” dejando sin espacio los proyectos de industrialización.
El Ministerio empezó su secuencia suicida de adjudicación de parcelas: Tariquía primero, fracking después y fondos buitre para rematar
Pocos meses después se supo que YPFB había borrado todo el presupuesto para la planta Petroquímica de Yacuiba. Una planta que ya pintaba mal desde que se anulara la licitación en 2017 en medio del escándalo por la compra de los taladros que le costó la cabeza al presidente de la estatal petrolera Guillermo Achá y a sus más íntimos colaboradores. Cuando el Chaco se levantó y exigió una respuesta concreta sobre el proyecto, puesto que de las certezas dependían en buena parte las inversiones necesarias: desde el parque industrial hasta la implementación de becas de formación especializada, el Ministerio primero reconoció que no se fiaba de ninguno de los estudios previos que hizo la misma empresa que finalmente quería adjudicar YPFB, pero después se perdió en una serie de excusas prometiendo estudios complementarios para agosto de los cuales, nada se sabe. La conclusión: la Planta Separadora de Líquidos va camino de convertirse en el enésimo elefante blanco.

Después el Ministerio empezó su secuencia suicida de adjudicación de parcelas: en marzo se confirmó la entrega de la Reserva Natural de Tariquía a Petrobras; en abril se apostó por el fracking en el área de Miraflores a manos de una especialista como Cancambria Energy Corp; en mayo se firmó un acuerdo con una empresa de capital riesgo como Milner Capital para analizar la “recuperación secundaria”, donde también se leyó fracking. Poco se sabe de los avances de todos ellos, pero la Madre Tierra se fue al segundo plano.

Sánchez trató de reaccionar, ofreció los datos de reservas tarde y mal, evidenciando un crecimiento en las reservas probadas pero con una caída en probables y posibles, por lo que quedaba al descubierto la estrategia: se invirtió en desarrollo de los hallazgos, pero no en la aparición de nuevas reservas.

El año acabó en pesadilla. Con las tareas mal hechas y en pleno auge electoral, ni Argentina ni Brasil quieren hacer más el juego al régimen de Evo Morales, por lo que ambos, que sí han desarrollado sus megaproyectos de Vaca Muerta unos y Presal los otros para convertirse en “corazón energético” mientras consumían las reservas bolivianas, optaban ya por anunciar que no necesitaban más gas boliviano y con técnicas cuestionables, como la retención de facturas por pagar, forzaban cambios en los contratos.

Más allá de lo acertado o no en las decisiones tomadas por el Ministerio de Hidrocarburos, cuyos errores empiezan a sentirse con magnitud, se vienen tiempos difíciles para el departamento de Tarija. Conviene, entonces, cambiar la matriz de una vez por todas.

 

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