Invertir en los jóvenes

Este año como todos los demás cientos de jóvenes salen bachilleres, muchos emprenderán una carrera para así lograr ser el profesional que sueñan, muchos otros terminan ya su carrera profesional para de inmediato o en poco tiempo buscar trabajo.
Más aún, a pesar del copado mercado laboral que hay en nuestro país siempre cada uno tiene la esperanza de ser ese contratado o contratada entre los cien que se rechazan a diario tras entrevistas de trabajo.
Para algunos la clave está en la universidad de la que se sale, para otros en el carácter y la forma de hablar al momento de la entrevista, pero para una gran cantidad está en los contactos. Muy pocos creen que la diferencia está en la excelencia profesional. Esto ¿por qué?
Por el simple hecho de que en un mercado laboral reducido y donde prima la política y la corrupción muchos profesionales han sido contratados por esta vía y ahí están ocupando altos cargos, malgastando recursos y tiempo.
¿Entonces dónde quedan tantos profesionales llenos de sueños? Un buen sector de los jóvenes que se ven impedidos a acceder a fuentes laborales encuentran espacios temporales en alguna empresa y muchos otros se unen al sector informal.
Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el 8,17% de los que trabajan en Bolivia son profesionales, mientras que según el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla), el 61% de los jóvenes bolivianos están ocupados en sectores informales, sobre todo en el comercio; el 17 por ciento en producción y el 22 en otros circunstanciales, como el caso de la disposición de un fondo por parte del Gobierno para crear fuentes de trabajo, pero que aparentemente no cubre las expectativas.
A esto se suman los salarios bajísimos en relación al costo de vida, hecho que trajo la crisis económica que se proyecta más crítica para 2019. Según un estudio de Fundación para la Producción (Fundapro), cada año egresan de todas las universidades públicas y privadas de Bolivia 170.000 personas, de ellas el 47% no consigue trabajo en los primeros 18 meses o tiene un trabajo por horas en la semana y con ingresos bajos.
Ahora de acuerdo a datos del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) de ese 47%, la mitad sí obtiene un trabajo en una fuente laboral que tiene que ver con su área de formación, pero el resto “trabaja en áreas donde no fueron formados, por ejemplo un arquitecto trabajando como encuestador o una trabajadora social como recepcionista”.
Ésa es la realidad que vivimos. Más aún también debe quedarnos claro que la generación de empleo para los jóvenes no es sólo una labor del Gobierno aunque éste sea el actor principal sino que se trata de una tarea conjunta de la política pública, con participación del sector privado, de los movimientos sindicales, de las organizaciones de jóvenes y en la que muchos otros agentes de la sociedad deben contribuir.
Esto debería también formar parte de la responsabilidad social-empresarial de las empresas y mejor aún de sus planes centrales. Al respecto el Director de la OIT para América Latina y el Caribe, José Manuel Salazar-Xirinachs afirmó que “Invertir en los jóvenes es invertir en el presente y en el futuro de nuestras sociedades. El compromiso político y los enfoques innovadores son indispensables”.
También una alternativa es el Emprendedurismo, palabra que de tanto usarla en Tarija, ya ha quedado desgastada y no con muchos resultados. Será importante trabajar un verdadero plan conjunto sobre cómo impulsar la iniciativa empresarial, desde las universidades y hacer esto sostenible con políticas públicas de apoyo a los pequeños empresarios. Éstas son sólo algunas ideas, estamos seguros que de sentarnos todos a aportar en esto podremos dar mejores oportunidades a nuestros jóvenes.