El Halloween del Kínder Elva de Dunn
El plantel docente y los padres de familia volvieron a esforzarse para que los pequeños se divirtieran disfrazándose y recreando una vez más esta extraña fiesta.
Año tras año, la influencia extranjera es más fuerte en la construcción de la identidad cultural. Los comerciantes de la ciudad traen toneladas de productos que se usan apenas una vez, y las personas encargadas de la educación temprana de los futuros ciudadanos no dudan en reproducir las extrañas fiestas.
Se compra un buen momento porque las niñas y niños la pasan bien disfrazándose y teniendo la sensación de ser por un momento ese personaje que han estado mirando todo el año. Y así, la comunidad se disfraza de otra comunidad, y al mismo tiempo contradice los rasgos de una identidad que se presume estable, orgullosa, regional hasta el punto de rechazar la mínima diferencia en el vecino.
La niñez sabe que los personajes del Halloween no existen, que son muertos vivientes, seres malditos y violentos. En fin, fantasías. Se quitan el disfraz y siguen divirtiéndose y ejerciendo su derecho a crecer rodeados de amor. Quizá nosotros, los mayores, somos quienes aún tenemos puesto el disfraz que nos vendieron.
Fotos: Grover Peralta.