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La Unidad de Neonatología del HRSJD atiende más de 300 bebés al año

La dura lucha desde la sala Covid para neonatos en Tarija

Dejó a su pequeña hija para enfrentarse a la pandemia desde la Sala Covid de Neonatología. Bebés con fiebre, entubados y padres que se quedaban detrás de la puerta rogando que sus hijos resistan

Reportajes
  • Mariana Torrez Vedia
  • 24/11/2020 00:00
La dura lucha desde la sala  Covid para neonatos en Tarija
Sala Covid de neonatología
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Leónida (nombre ficticio) es enfermera y aún parece ver, pero más que todo sentir en sus recuerdos un pequeño cuerpo frío en sus brazos. Era de noche y un bebé que no alcanzaba ni el mes de nacido ingresaba a la Sala Covid de Neonatos, “ardía en fiebre”, pero la parte inferior de su cuerpo estaba helada, casi como un muerto. De inmediato médicos y enfermeras debían hacer algo, entubar a la criatura era la opción.

Ella no recuerda el día exacto que ocurrió aquello, pero sí el contexto en el que realizaba su trabajo, eran aquellos tiempos en los que el virus sacudía a Bolivia. Con más de cinco años como enfermera en la Sala de Neonatología nunca experimentó temor al entrar y salir de aquel espacio. Ahora esa zona de trabajo era un potente lugar de transmisión de la Covid-19.

Llegó el virus y nadie estuvo preparado, los protocolos de bioseguridad para el personal de salud empezaron a llegar a través de grupos de WhatsApp, videos informativos y hasta mensajes. Los responsables de cada área, mediante reuniones virtuales, hicieron lo que pudieron para enseñar a los médicos, enfermeras y personal de limpieza a estar seguros dentro de las paredes del hospital y así evitar contagios con los pocos insumos que había.

Protocolo de atención

Y aunque parece exagerado, el protocolo de colocado de equipo de protección personal debía realizarse al pie de la letra, pues a aquella sala de aproximadamente cinco metros de largo y ancho llegaban los bebés menores de un mes, hijos de mujeres con Covid.

Era julio, las mañanas aún eran frías y los rayos del sol apenas se veían, sin embargo, no eran ni las seis y Leónida aislada en un cuarto de su casa, preparaba un mate de eucalipto, ajo y cebolla, se lo tomaba y rápidamente se ponía el traje de bioseguridad para salir a la calle a esperar el micro contratado por el nosocomio.

Sus turnos en la etapa más crítica de la pandemia fueron de doce horas, desde las siete de la mañana hasta las siete de la noche. En ese lapso de tiempo le tocó mantenerse dentro de la Sala de Neonatología, por su bien y el de todos los bebés. Y es que, no era prohibido salir, pero lo que la detenía eran los escasos equipos de bioseguridad, faltaban batas, guantes, gorros y salir si quiera a comprar algo de comer, implicaba un cambio completo de equipo de protección, y nada en aquellas fechas sobraba.

Recuerda que ya en las noches solía llegar a su casa y las muñecas de sus manos se veían moradas y marcadas por los trajes de bioseguridad, pues algunos le apretaban demasiado, más aún, ahora adelgazó, no sabe si de preocupación o de tiricia por no poder abrazar a su pequeña hija.

Lo cierto es que el trabajo en Neonatología nunca paró y en la época más crítica “fue una labor de hormiga”. Los bebés llegaban hasta la Sala Covid, algunos no tenían la enfermedad, aunque sus madres eran portadoras, ellos nacían por cesárea evitando así el contacto. Otros sí estaban enfermos y debían luchar junto al equipo de salud para sobrevivir.

El protocolo de colocado de equipo de protección personal para evitar la Covid-19 debía realizarse al pie de la letra

En varias ocasiones la Sala Covid para Neonatos se encontró totalmente llena y ahí la doctora de turno debía evaluar el estado de los recién nacidos, el más estable de todos salía de allí, como un acto heroico para darle la oportunidad a otro de luchar por su vida.

Llegaba la noche, todo parecía parar un poco, sin embargo, el sonido de las ambulancias ya era habitual. Esta vez llegaba una familia completa, madre, padre y un nacido que no alcanzaba el mes, era el más grave.

Lo recibieron frío de medio cuerpo, pero su estómago y cabeza “ardían” de fiebre, el bebé convulsionaba y la única opción era entubarlo. El personal de la Sala Covid no era suficiente, necesitaban ayuda, los trabajadores de otras áreas se mostraban reacios a acercarse, tenían miedo al contagio.

Finalmente, lograron estabilizar al pequeño, lo abrigaron y esperaron que resistiera. Al otro día, desde una pequeña venita lograron extraerle algo de sangre para una prueba PCR, pues todo apuntaba a que tenía Covid. Allí en la incubadora, cada tres horas contralaban su estado mientras dormía, hasta que finalmente los resultados llegaron y las sospechas fueron ciertas, era portador del Sars Cov-2.

Leónida recuerda que lo alimentaban con sonda, también por allí iba su medicación y así como en muchas oportunidades le tomó cariño, pues el pequeño luchó desde Camargo, aguantó un viaje de más de tres horas para llegar a Tarija, más aún, la enfermedad nunca cedió.

Ese fue uno de los momentos más duros para ella, incluso pensaba en otros casos, en una niña que había nacido con un peso de medio kilo y que con todos los cuidados sobrevivió, entonces ¿Por qué él no? “Siempre da pena, uno hace todo lo que está en las manos, pero algunos bebés se van”, dice mientras agarra una de sus mangas y desvía la mirada, le cuesta hablar de ello.

A simple vista se percibe la calidez de Leónida, sus manos han cobijado a tantos pequeños y son la muestra de la entrega a su profesión.

Sala Covid en Neonatología del HRSJD

En octubre recién trasladó nuevamente sus pertenencias a su dormitorio, por siete meses permaneció ausente de la vida de su familia. No estuvo presente en las clases virtuales de su pequeña, ni en el cumpleaños de su esposo, a quién no le pudo dar ni un abrazo.

Sola en un cuarto analizaba las incongruencias de la vida, sus brazos que bañaban, cobijan y alimentaban a niños, esta vez no podían abrazar a los suyos.

Parada en la puerta de su casa, cuenta que como algunas de sus compañeras no aguantaban ni los trajes, ni mucho menos estar dentro de la sala durante doce horas, ella las remplazó. “Hubo un tiempo donde todo escaseaba, los papitos llegaban hasta la puerta de Neo, compraban guantes para que atendamos a sus hijos, hasta jeringas, porque no había. Algunas incubadoras se arruinaron porque nos tocaba desinfectarlas y las pantallas no prendían, fueron momentos duros”, afirmó.  

La pandemia y la natalidad en Tarija

Gestantes con Covid

Son 204 las mujeres embarazadas que dieron positivo para Covid-19 desde que inició la pandemia en Tarija hasta octubre, según el análisis del Servicio Departamental de Salud con base en datos del Sistema Nacional de Informaciones en Salud. Las amas de casa fueron las más afectadas, el 44% todavía está con el virus activo.

Bebés prematuros

El subdirector del HRSJD, Nils Casón, especializado en terapia intensiva pediátrica, indicó que entre un 22 y 23 por ciento de los nacimientos son prematuros en el nosocomio, pero esa cifra se eleva hasta el 30 por ciento por los niños que nacen en las provincias, pero que luego son derivados al hospital.

Nacimientos

En los seis primeros meses de la pandemia, un total de 2.986 bebés nacieron en Tarija, mientras que a nivel nacional fueron 70.043, según los datos del Servicio de Registro Cívico (Sereci). La natalidad se concentró principalmente en La Paz y Santa Cruz, con 19.510 y 18.386 respectivamente. Luego estuvo Cochabamba con 13.608.

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