Dilemas en torno al clima

Al leer el artículo de Carlos Moldiz, "El dilema de los petro-monos" (La Razón 6/07/21), uno se pregunta ¿que mundo, que tierra, que futuro estamos legando a nuestros hij@s y niet@s?, siendo ellos y ellas quienes deberán enfrentarse a un fenómeno sin precedentes y desconocido como es el cambio climático.

Sin duda, el paradigma del desarrollo que buscó y busca "mejores condiciones de vida" ya no es ni deberá ser aquel asociado a la explotación y exportación de los recursos naturales, intenso en el uso de combustibles fósiles, ni basado en la explotación de la biodiversidad y la deforestación, traducido en ecocidio. Debe buscar a toda costa (lo cual ya no es negociable) una real y honesta implementación de políticas basadas en la armonía con la naturaleza. En nuestro caso la Ley 300 de la Madre Tierra es revolucionaria si se la aplicará de verdad, sin que paralelamente se continúen con agresiones al medio ambiente y los ecosistemas.

Sin embargo, es una verdad irrefutable que lo que Bolivia como país pueda hacer es mínimo respecto de aquellos países como Estados Unidos, los que conforman la Unión Europea, Japón, Canadá y Australia, quienes históricamente tienen una deuda y responsabilidad  climática sin precedentes y a eso ahora se suman países como la China, la India, Rusia y otros emergentes que muy poco aportan a la solución.

Los reportes científicos del IPCC (Panel de expertos del cambio climático) cada vez son alaridos de desesperación, poco escuchados en lo concreto por los grandes países y sus desarrolladores de políticas. Los Compromisos Nacionalmente Determinados, vinculantes bajo el Acuerdo de Paris, son insuficientes y al parecer las mejoras en los mismos que se esperan conocer en la Cumbre climática de Glasgow este fin de año no son alagüeñas.

La economía aparece como un factor determinante, para unos, imposible de cambiarla en su concepción ortodoxa, cuando la misma está supeditada a patrones de extractivismo y consumo exorbitantes, factor clave a considerar. Las condiciones actuales marcadas por las redes sociales, los algoritmos inductivos y la manipulación de la información están llevando a construir sociedades consumistas in extremis, lo que deriva en economías lacerantes a nuestro entorno.

Las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando, la crisis climática sigue avanzando, los países menos desarrollados, como el nuestro, son los principales damnificados climáticos y no por ello se debe bajar los brazos. Si al menos no podemos reducir grandemente nuestro nivel de emisiones (aunque eso no implique seguir insistiendo en energías alternativas y sostenibles, así como en la eficiencia energética), deberíamos plantearnos acciones urgentes de adaptación al cambio y variabilidad climática en un escenario tan cambiante.

Los países desarrollados, mencionados líneas arriba, están en la obligación de apoyar a los países no desarrollados en sus iniciativas, pero de manera real y no a través de procesos burocráticos y con intermediarios de la banca internacional que usan estas ventanas para alimentar su burocracia y ralentizar acciones urgentes.

Estos dilemas deben ser superados, el 2030 (año crítico según reportes del IPCC) está a la vuelta de la esquina y el camino sin retorno muy cerca de la humanidad. No hacer eso es legar a nuestras próximas generaciones un futuro incierto sin oportunidades, con desolación y dolor.

* Docente Investigador UMSA


Más del autor