La resaca del 7M
El fraude de la oposición
Más allá de los resultados del MAS, Áñez y sus aliados, así como Carlos Mesa, han sido eliminados del mapa político por las ánforas, y la deriva ultra marca el rumbo de la oposición



Una vez más, la oposición política boliviana se ha bastado por sí sola para legitimar las acciones más indecorosas del Movimiento Al Socialismo (MAS), que como en sus mejores tiempos está a punto de convertir una acción visceral atropellada en un murmullo de fondo para consumo exclusivo de los más radicalizados.
Los analistas coinciden en que, al ritmo de exposición actual, para la segunda vuelta del 11 de abril lo de Jeanine Áñez será una bandera del pasado que no condicionará el voto en ninguno de los cuatro departamentos todavía en liza, donde los asuntos de la cartera pesan más que los del corazón, o al menos, los del hipotético corazón. Solo hay discrepancias respecto a Tarija, que por otro lado es epicentro también de la polémica actual.
La euforia por los resultados del 7M en las filas del antimasismo se diluyeron inmediatamente se releyeron los datos con mayor detenimiento. El Movimiento Al Socialismo (MAS) no solo se mantenía como principal partido nacional con implantación en todo el territorio, con grandes proporciones de votos incluso en los departamentos donde tradicionalmente no gana, como Beni o Santa Cruz, sino que además redujeron a cenizas a las fuerzas de oposición tradicionales que durante 14 años cohabitaron con Evo Morales y fueron soporte del Gobierno transitorio de Áñez: Sol.bo, hegemónico en La Paz durante casi dos décadas (con su embrión Sin Miedo) y los poderosos Demócratas de Rubén Costas, que alguna vez simuló ser un partido nacional, quedaron literalmente borrados del mapa, como Adrián Oliva en Tarija y la propia Jeanine Áñez con Ernesto Suárez, que ni siquiera pudo ganar la Gobernación de su pago.
A esto se suma el pobre desempeño de la “nueva oposición” liderada supuestamente por Carlos Mesa y que no ganó nada en todo el país, lo que no solo hace naufragar el plan de construir un partido nacional desde la Asamblea hacia los territorios, sino que lo ratifica como un político elitista y capitalino sin más.
Lecturas para dos momentos clave
El único teórico “ganador” del 7 de marzo es Luis Fernando Camacho, aunque la victoria fue agridulce porque recibió menos apoyo que Rubén Costas en la disputa del 2015, donde rondó el 60% por el 54% del nuevo Gobernador electo, y no avanzó prácticamente nada desde la elección nacional.
La ofensiva gubernamental sobre los instigadores del supuesto Golpe de Estado no ha sorprendido a Luis Fernando Camacho ni su círculo cercano, tampoco a los estrategas de otras fuerzas que cada vez ven más claro el diseño “que está forzando el Gobierno para la nueva etapa” en la que necesitaría una oposición mucho más volcada a la derecha social (no solo económica) para mantener el clima de polarización, pues la connivencia de la última legislatura de Evo Morales tuvo sus consecuencias electorales.
Camacho ha hecho su parte a través de su Comité Cívico, que ha tratado de movilizar y sumar fuerzas entre las autoridades electas de oposición para organizar un bloque más amplio, pero el fracaso ha sido estrepitoso.
Eva Copa se encargó por si misma de recordarle a Rómulo Calvo que les llamó “salvajes” y que ahora nadie les va a salvar, y que no la cuente en su línea opositora, porque no tiene nada que ver. La respuesta de Copa era previsible, y no por ello menos valiente. Al menos mucho más que las excusas de medio pelo que fueron esgrimiendo Manfred Reyes Villa (Cochabamba), Iván Arias (La Paz), Johnny Fernández (Santa Cruz), Johnny Torres (Tarija), etc., para no asistir al evento.
Para unos es la escenificación del aislamiento de Camacho, para los otros, claro, la escenificación del liderazgo único contra el MAS, puesto que no hay alternativas.
La alternativa era precisamente Carlos Mesa, tocado por la debacle subnacional y al que, además, “le crecen los enanos”. El primer tránsfuga oficial ha sido esta vez tarijeño. Edwin Rosas, diputado electo por la aristocrática C40, decidió apoyar a Álvaro Ruíz y no a Óscar Montes en la segunda vuelta por Tarija como Comunidad Ciudadana había indicado.
Rosas esgrime dignidad, habla de un Montes corrupto y no recuerda – todavía – las cosas que Montes señaló sobre Carlos Mesa tanto en 2019 como en 2020. También es verdad que no ha pedido el apoyo. En cualquier caso, Rosas está salvando el orgullo de Rodrigo Paz, que se mantiene en segundo plano en este conflicto.
El camino de la ultraderecha
El MAS quiere una oposición en la ultraderecha y a Camacho como líder, y por eso se entiende que haya podido candidatear sin otros problemas. La cuestión es que después de 15 años cohabitando con una derecha sin relato, que no tiene alternativa para las clases populares, la ultraderecha se ha articulado en torno al Foro de Madrid para dar la batalla cultural en Sudamérica y llegar precisamente a las clases medias empobrecidas dándole forma a otro enemigo: La élite indigenista y populista bolivariana que se sirvió de los pueblos indígenas y las clases populares para borrar el legado de la invasión española y europea, pero que en realidad ha empobrecido más al continente.
Es el nuevo relato épico sobre el que se van acomodando narrativas de salvador, con apoyo del simbolismo bíblico y otros elementos de privilegio europeizante que tienen por objetivo ya no a las clases medias acomodadas, sino a la clase baja trabajadora que no acaba de encontrar el “sueño americano/alteño” en Bolivia. Quién sabe qué consecuencias puede acabar teniendo en la política boliviana.