La caída de Asad marca el fin de una era en Oriente Próximo
Hoy hablamos del cambio de era en Oriente Próximo tras la caída de Bashar al Asad en Siria, del juicio a Benjamín Netanyahu y de la nueva política monetaria de China
La caída de Bashar al Asad en Siria culmina un año determinante para la geopolítica de la región, con Israel como nuevo poder dominante.
¿Qué tienes que saber?
2024 ha sido el año que más ha cambiado Oriente Próximo en décadas. Ha estado marcado por tres acontecimientos: la guerra entre Israel y Hamás en Gaza, la invasión israelí del sur de Líbano contra Hezbolá y la caída de la familia Asad en Siria tras 54 años en el poder.
Israel ha sido el más beneficiado con estos cambios. Sus ataques contra Hamás y Hezbolá han debilitado al Eje de la Resistencia, la coalición de aliados de Irán en Oriente Próximo. Del mismo modo, han dañado la posición de Teherán, el principal adversario israelí en la zona.
El derrocamiento de Al Asad ha supuesto otro golpe para la influencia de Irán en Oriente Próximo. El régimen sirio garantizaba el suministro de armas entre Teherán y Hezbolá, ya que Siria conecta Irán con Líbano. Además, Damasco ha sido un enemigo histórico de Israel. De hecho, Tel Aviv está aprovechando ahora para ganar terreno en Siria.
Rusia es la otra perdedora en la región este año. La fragilidad de Irán y la caída de Al Asad en Siria han diezmado su influencia en Oriente Próximo. Moscú se juega en Siria su base naval de Tartús, clave para conectar el mar Mediterráneo su flota en el mar Negro.
El pasado 27 de noviembre, el Gobierno de Bashar al Asad controlaba la mayor parte de Siria. Pero su régimen se desmoronó en apenas diez días. Descubre los avances de la ofensiva rebelde en este mapa:
¿Por qué es importante?
2024 rubrica el declive de Irán como potencia en Oriente Próximo. Teherán se había erigido en líder del bloque antioccidental y antiisraelí de la región. Sin embargo, el colapso del Eje de la Resistencia y la caída de Al Asad este año dejan marginada a la República Islámica.
El triunfo rebelde en Siria amenaza con producir un efecto dominó. Por un lado, la inestabilidad en Siria podría expandirse a Irak y agravar las tensiones étnicas y religiosas. Por el otro, el aislamiento de Hezbolá abre la puerta al Estado libanés para reducir el poder de la milicia allí.
Israel queda como nueva potencia hegemónica de Oriente Próximo. El Estado israelí ha aprovechado la fragilidad de Irán y la connivencia de Estados Unidos y los países árabes para convertirse en el policía de la región. Ese intervencionismo le ha permitido golpear al Eje de la Resistencia y acelerar sus planes expansionistas en Palestina.
Turquía quiere capitalizar la decadencia de Irán. Con la salida de Al Asad, Ankara busca crear una zona de seguridad contra sus adversarios kurdos en el norte de Siria e impulsar el regreso de los refugiados sirios. Ahora tiene la opción de llenar el vacío de Teherán y posicionarse como líder del mundo musulmán y alternativa regional a Israel.
La nueva realidad de Oriente Próximo evidencia el debilitamiento de Rusia. La intervención rusa en 2015 fue clave para mantener a Asad en Siria. Su caída ilustra ahora la incapacidad de Moscú para proteger sus intereses en el exterior tras la invasión de Ucrania. Esto se vio en 2023 con la ofensiva de Azerbaiyán contra los armenios en el Alto Karabaj.
¿Qué cabe esperar?
La decadencia de Irán en Oriente Próximo amenazará la estabilidad de su régimen. A corto plazo, la delicada situación económica, la crisis política por la sucesión del líder supremo, Alí Jamenei, y el aislamiento regional erosionarán su legitimidad interna. Este escenario invitará a los líderes iraníes a desarrollar su programa nuclear.
La posición hegemónica de Israel contribuirá a desarrollar aún más sus planes expansionistas. Es posible que en 2025 el Gobierno israelí intente impulsar la colonización del norte de Gaza y la anexión de la Cisjordania ocupada. O incluso, que reanude su guerra contra Hezbolá. El regreso de Donald Trump en Estados Unidos ayudará a ello.
Sin embargo, el cambio de régimen en Siria también plantea riesgos para Israel. Al Asad estaba demasiado débil como para representar una amenaza a Tel Aviv. Incluso estaba rehaciendo sus lazos con los países árabes, contrarios a Irán. La posible implantación de un Gobierno islamista en Damasco abre un escenario más incierto para su par israelí.
Turquía tendrá un escenario similar. Su influencia entre los rebeldes le permitirá condicionar la reconstrucción de Siria. Asimismo, la deriva aislacionista de Trump podría hacer que retire su apoyo a los kurdos. Pero si estalla una guerra entre los rebeldes sirios, Ankara se vería arrastrada al conflicto y podría producirse una nueva ola de refugiados.
La nueva geopolítica de Oriente Próximo repercutirá en Europa. La caída de Al Asad está incentivando a países europeos a frenar las solicitudes de asilo y alentarán las deportaciones. Además, la debilidad exhibida por Rusia en Siria, más el regreso de Trump, podrían empujar a Moscú a plantearse unas futuras negociaciones de paz en Ucrania.