Macron no dimitirá y quiere aguantar hasta el 2027
El presidente francés acusa a Le Pen de “escoger el desorden” y de pensar solo en llegar al Elíseo
Emmanuel Macron rechazó este jueves por la noche, de manera tajante, la posibilidad de dimitir –como consecuencia de la grave crisis política que vive Francia– y dijo que piensa completar su mandato de cinco años, que expira en la primavera del 2027. En una alocución televisada de diez minutos, el presidente francés fue muy duro con la izquierda y con la extrema derecha por haber votado, este miércoles, la moción de censura contra el Gobierno de Michel Barnier. Las acusó de haber formado “un frente antirrepublicano”, uno de los peores reproches políticos que pueden hacerse en Francia.
El jefe de Estado dedicó sus críticas más feroces al partido de Marine Le Pen, el Reagrupamiento Nacional (RN, extrema derecha), porque “han escogido el desorden”, dentro de una estrategia muy clara de precipitar unos comicios presidenciales que lleven a Le Pen cuanto antes al Elíseo.
Un 64% de los franceses prefiere la renuncia del jefe de Estado para desbloquear el país, según un sondeo
Uno de los problemas del presidente es que, desde que llegó al poder en el 2017, ha abusado de las alocuciones “solemnes” (el término usado por el propio Elíseo), a las que han seguido pocos resultados y una mediocre gestión. Muchos ciudadanos se han cansado de escucharle. Según un sondeo de Toluna-Harris Interactive para la cadena LCI, el 64% de los franceses es partidario de la dimisión del jefe de Estado para intentar desbloquear el país.
Los argumentos de Macron para excluir una renuncia anticipada fueron que fue elegido democráticamente y que su responsabilidad “exige velar por la continuidad del Estado, el buen funcionamiento de las instituciones, la independencia del país y la protección de todos”. Mencionó expresamente la pandemia, con su crisis económica asociada, y la guerra de Ucrania.
“El único calendario que me importa no es el de las ambiciones, es el de nuestra nación –aseguró con la gravedad algo teatral que le caracteriza–. Tenemos delante de nosotros 30 meses hasta el término del mandato que ustedes me confiaron, para que el Gobierno pueda actuar”.
Macron anunció que nombrará un nuevo primer ministro en los próximos días, y que la prioridad será elaborar un presupuesto, si bien admitió que, de manera provisional, deberá aprobarse una ley especial que aplicará el presupuesto del 2024 hasta que el Parlamento pueda aprobar un nuevo texto para el año que viene.
Entre las filas de Macron existen ya divergencias sobre el nombre del nuevo primer ministro
Según se filtró desde el palacio presidencial, hay ya divergencias entre las propias filas macronistas sobre la persona adecuada para el cargo. Parecía que el ministro de Defensa, Sébastien Lecornu, era el favorito, pero entre sus correligionarios suscita resistencias.
Por primera vez Macron hizo algo de autocrítica indirecta de su decisión de adelantar las elecciones legislativas, en junio pasado. Reconoció que muchos han discrepado y aceptó la responsabilidad. Pero también puso en valor el hecho de haber dado la voz al pueblo. El presidente insistió en que la oposición pensaba de todos modos tumbar al Gobierno en otoño.
Pese a la buena voluntad de Macron, nada garantiza que Francia se ahorre un largo periodo de turbulencias. Pocas horas después de la caída del Gobierno de Barnier en la primera moción de censura exitosa desde 1962, la izquierda radical y la extrema derecha ya amenazaron con tumbar al próximo ejecutivo si no se cumplen sus exigencias.
La jefa del grupo parlamentario de La Francia Insumisa (LFI), Mathilde Panot, y otros miembros de este grupo radical avisaron que censurarían a cualquier primer ministro que no salga de la izquierda. Por su parte, el diputado del RN Laurent Jacobelli y otros dirigentes del partido de Le Pen advirtieron que deben ser tenidas en cuenta sus líneas rojas en el presupuesto y que tienen derecho a dar su visto bueno al nuevo jefe del gobierno. No tolerarán a alguien que haya sido abiertamente hostil o insultante hacia ellos en el pasado.
La socialista Ségolène Royal se ofrece de nuevo para ser primera ministra
En este ambiente de división irreconciliable, Barnier acudió por la mañana al Elíseo para oficializar su dimisión ante el presidente. Macron la aceptó y le encargó, como es habitual, que siga despachando los asuntos corrientes hasta que sea reemplazado.
El jefe de Estado, que tardó dos meses en el verano pasado para escoger a Barnier, quiere ir ahora mucho más rápido para evitar la sensación de vacío de poder. También influye la cumbre mundial oficiosa en París del próximo fin de semana con motivo de la reapertura de la catedral de Notre Dame, a la que asistirá el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump.
Dentro de las consultas obligadas, Macron habló en el curso de la jornada con la presidenta de la Asamblea Nacional, Yaël Braun-Pivet, y su homólogo del Senado, Gérard Larcher.
Suenan dos posibles nombres para ocupar el palacio de Matignon. Además de Lecornu, muy próximo a Macron, François Bayrou, veterano alcalde de Pau, exministro, excandidato presidencial y líder del Movimiento Demócrata (MoDem), un partido aliado de Macron desde el 2017. Macron almorzó con Bayrou en el Elíseo, no se sabe si simplemente para mantener consultas o para ofrecerle el cargo.
Entre los analistas hay escepticismo sobre la salida a esta grave crisis, dada la fractura en la Asamblea Nacional y la imposibilidad constitucional de convocar elecciones legislativas antes de julio del próximo año. Le Figaro, en su editorial, deploró “la confusión y mediocridad” de una clase política que ha arrastrado al país al borde del abismo. “Macron, ante un campo de ruinas”, tituló el rotativo L’Opinion. Libération calificó de serio error estratégico la decisión de Le Pen de derribar al Gobierno, pues la líder de la extrema derecha tenía una oportunidad magnífica de ofrecer una imagen de responsabilidad, al tiempo que podía seguir condicionando al Gobierno y obtener réditos.
Uno de los elementos más cómicos, casi surrealistas, de la actual crisis es la disponibilidad a ser nombrada primera ministra que ha mostrado públicamente la exministra socialista Ségolène Royal. La frustrada candidata al Elíseo en el 2007 ya se declaró aspirante al cargo el verano pasado, cuando Macron demoraba su decisión. Su atrevimiento dejó a muchos perplejos. Pero ahora ha vuelto a la carga. Según ella, entre sus muchos méritos está “el venir de la izquierda“ y ser “experimentada y aglutinadora”. En la edición digital de Le Figaro había más de 800 comentarios de lectores sobre la noticia, a cual más mordaz, burlándose de la ambición desmesurada de Royal y criticando tanto su trayectoria política como la de quien fue su compañero y padre de sus hijos, el expresidente François Hollande, hoy diputado, que votó la censura a Barnier.