Una UE para el mundo de mañana
La rivalidad china, el despegue de EE.UU. y la amenaza rusa, un cóctel existencial
El canciller alemán, Olaf Scholz, habló de Zeintenwende , o punto de inflexión histórico, para referirse a la invasión rusa de Ucrania. El presidente francés, Emmanuel Macron, del riesgo de que “Europa pueda morir” si no reacciona a tiempo y garantiza su soberanía. No menos dramático es el diagnóstico de Mario Draghi, el salvador del euro, la eminencia gris europea a la que todos miran cual oráculo: tenemos una Europa diseñada para “el mundo de ayer”.
Las dos grandes crisis que han marcado la legislatura europea que ahora termina, la pandemia de la covid y la guerra de Ucrania, dejan como legado un mundo muy diferente al de cinco años atrás. Más peligroso, más desafiante, peor en definitiva para los intereses europeos y dominado por la rivalidad sistémica con China, el desacople económico de Estados Unidos y la amenaza para la seguridad que plantea Rusia, un triple cóctel de desafíos existenciales que se empezarán a afrontar a partir del 9 de junio, aunque la maquinaria diplomática europea trabaja a pleno rendimiento para preparar las respuestas.
“Estas son probablemente las elecciones más importantes de nuestra historia”, sostiene la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. “La pregunta que debemos hacernos es si queremos una Europa fuerte que luche por nuestros valores y por nuestra democracia, o si dejamos que nuestras democracias sean secuestradas por los cómplices y las marionetas de los autoritarios”, planteó hace unos días la democristiana alemana en un acto de campaña en Copenhague.
“El mundo ha cambiado. O Europa se adapta y se refuerza para afrontar los enormes desafíos económicos, de seguidad, climáticos y tecnológicos que tenemos por delante, o hay un riesgo absolutamente real de que entremos en un periodo de declive”, advierte en declaraciones a La Vanguardia el comisario europeo de Empleo y candidato de los socialistas a presidir la Comisión Europea, Nicolas Schmit. “Una Europa nacionalista será una Europa que elige ser más débil y que no estará a la altura”, dice frente a los cantos de sirena de la ultraderecha de retorno a las fronteras nacionales.
La frase de ecos zweigianos elegida por Draghi para describir la Europa actual –concebida para ese “mundo de ayer”, con estrategias para “antes de la pandemia, de la guerra de Ucrania, del estallido de Oriente Medio y del retorno de la rivalidad entre las grandes potencias”– evoca un momento dramático de la historia del continente, en línea con la gravedad que busca transmitir. “Necesitamos una Europa que esté a la altura del mundo de hoy y de mañana”. Por eso, dice, en su próximo informe sobre competitividad propondrá “un cambio radical”.
Durante la próxima legislatura deberá decidirse la respuesta a los cambios producido a escala mundial en términos económicos y estratégicos los últimos años y a los que Europa, según Draghi, no ha prestado atención. Europa sigue jugando conforme a las reglas, mientras el resto de grandes actores han dejado de respetarlas y lanzan diferentes políticas para reforzar sus posiciones. “En el mejor de los casos, esas políticas están diseñadas para redirigir inversiones hacia sus propias economías a costa de los demás; en el peor, para hacernos permanentemente dependientes de ellos”, apunta en sendas alusiones a EE.UU. y China.
Está pasando ya. Cadenas de valor en las que China sustituye a operadores de la UE. Ausencia de nombres europeos en las listas de fabricantes de tecnología punta. Empresas europeas que se llevan inversiones al otro lado del Atlántico atraídos por los alicientes fiscales a la transición energética y el acceso fácil al capital para crecer mientras la UE duda sobre su agenda verde, llamada a ser su motor económico, y funciona con 27 mercados de capitales fragmentados en lugar de uno solo. Por ahí iba el discurso de Macron, en especial sobre la rivalidad con China. Pero la percepción del riesgo no es la misma en Berlín.
Bruselas prepara aranceles a los coches eléctricos chinos por las posibles ayudas de Estado ilegales
Con la economía alemana todavía adaptándose al shock del fin del gas barato ruso, Scholz es más cauto en sus pronunciamientos sobre la competencia desleal china, una posición que cuesta comprender en Bruselas. Las tesis francesas van ganando terreno. Siguiendo las normas de la Organización Mundial de Comercio, la Comisión abrió en octubre una investigación por posibles ayudas de Estado ilegales al sector de los coches eléctricos chinos. Todo apunta a que en pocas semanas se resolverá con el anuncio de la imposición de aranceles a estos vehículos desde julio.
Potencia exportadora por excelencia, Alemania teme los efectos de una guerra arancelaria (de momento, Pekín ha abierto una investigación antidumping a los fabricantes europeos de brandy) y estaba en contra de que Bruselas actuara. Pero el comercio es una competencia exclusiva de la UE y esta batalla la ha perdida. La decisión de la Administración Biden de aplicar aranceles del 100% a los coches eléctricos chinos (Donald Trump promete subirlos al 200%) no ha hecho sino aumentar la presión sobre la UE.
Algunos instrumentos de defensa comercial aprobados esta legislatura para proteger la industria europea frente a subvenciones encubiertas de países terceros –léase China– empiezan a dar sus frutos. El mecanismo de investigación ( screening ) de inversiones extranjeras, por ejemplo, ha hecho que dos consorcios chinos de paneles solares renuncien a una subasta para construir un parque fotovoltaico en Rumanía.
Pero, aparte de defender su industria, el gran reto de la UE es movilizar las inversiones necesarias para recuperar posiciones en la carrera tecnológica global. Al igual que Draghi, el informe encargado a otro expremier italiano, Enric Letta, sobre los retos del mercado único, defiende que la única respuesta que cabe a esta situación es europea, no nacional, con políticas que impulsen campeones europeos y permitan a la UE sacar músculo frente a China y Estados Unidos, cuya tasa de crecimiento triplica la europea beneficiada por las masivas inversiones públicas y la fortaleza del dólar (aquí se impone el término francés décrochage para describir esta preocupante tendencia).
La financiación de un hipotético plan de inversiones para una política industrial europea será uno de los grandes caballos de batalla en la negociación sobre el próximo presupuesto de la UE. Francia y Alemania siguen sin ponerse de acuerdo sobre la propuesta de Macron de emitir 100.000 millones de euros en deuda común para impulsar el gasto en defensa, pero la iniciativa gana aliados en el club de los frugales . Dinamarca ya no lo descarta. Von der Leyen, tampoco.
El empeoramiento de la situación de seguridad tras la invasión rusa de Ucrania ha llevado el gasto militar europeo a máximos que no se veían desde la guerra fría. El 71% de los europeos apoya esta tendencia y las políticas de apoyo a la industria militar, según el último Eurobarómetro. En los próximos días, Polonia y Grecia detallarán su proyecto de construir un escudo de defensa aérea común, una “cúpula de acero” que quieren que sea el buque insignia de los planes europeos de defensa y apoyo a su industria. Sus primeros ministros, Donald Tusk y Kyriakos Mitsotakis, han escrito a la Comisión para pedir que el proyecto sea financiado por la UE.
La puesta en marcha de la unión de mercados de capitales ocupará también un lugar destacado en la Agenda Estratégica que los líderes de los Veintisiete pactarán a finales de junio y que guiará los trabajos de los próximos cinco años. Su desarrollo legislativo dependerá de los acuerdos a los que sean capaces de llegar los estados miembros, representados en el Consejo, y el nuevo Parlamento.
El 71% de los europeos está a favor del aumento del gasto en defensa y el apoyo a la industria militar
El papel mayor que la UE tuvo durante la pandemia, con el plan conjunto para comprar vacunas, las ayudas para financiar ERTE y la aprobación del Fondo de Recuperación, sumado a la guerra, explican que la percepción de la relevancia de la cita electoral europea sea más alta que nunca. La experiencia demuestra, no obstante, que muchos ciudadanos perciben estos comicios como menos relevantes que los nacionales y son más proclives a votar a partidos extremistas, lo que hace presagiar una gobernabilidad europea tan complicada como la que ya hay en el mundo de hoy en muchos estados miembros.