2025: Otro año sin gas
Ningún rubro ha podido sustituir los millones de dólares que por años ingresaron en el país por la venta de gas a Brasil y Argentina
Dentro del ciclo de evaluación que hemos emprendido en este espacio editorial no podemos olvidarnos del principal motor económico de este país durante los últimos 20 años, y por ende también de Tarija, por mucho que ahora lo miren con desdén o consideren que “no fue para tanto”.
El gas de Tarija sostuvo el país desde el año 2006 con épocas de verdadero regocijo, pero se acabó, aunque probablemente el concepto de agotamiento no sea el correcto. Probablemente el gas sigue estando ahí en sus bolsones para ser recuperado con las costosas técnicas tradicionales o con las destructivas técnicas modernas, pero en diez años de bonanza el gobierno de Evo Morales se creyó aquello de que “el gringo paga las copas” y nunca se invirtió de verdad en que Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) tuviera verdadera capacidad para abordar proyectos de exploración en solitario. Al contrario, las únicas respuestas a la emergencia han pasado por dar incentivos a las petroleras por acelerar sus proyectos y hacer la vista gorda en determinadas inversiones.
El resultado es evidente: ningún rubro ha podido sustituir los millones de dólares que por años ingresaron en el país por la venta de gas a Brasil y Argentina a pesar de que durante años nos desgañitamos desde este diario y otros advirtiendo sobre los riesgos asumidos con una estrategia que seguía dependiendo de la voluntad de los “socios y no patrones” con una fiscalidad además elevada.
El tiempo corre y ni siquiera proyectos que parecían cantados como el de Astilleros o Domo Osso han sido satisfactorios por diversas causas
En 2006 era nacionalizar para industrializar, en 2014 las alarmas habían sonado por la acelerada falta de reservas y nadie se planteaba dejar el proselitismo – mercados, canchas, centros sociales, etc., - para invertir en lo que realmente era el futuro, la industrialización, que hoy se resume en una planta enorme de GLP que funciona a medio gas en el Chaco (que en realidad no es industrialización sino separación) y esa planta de fertilizantes en el corazón del Chapare que ojalá sirva para incrementar nuestras exportaciones.
Se pudieron hacer más cosas: sí, pero tampoco está todo perdido. Bolivia ocupa un enclave estratégico entre el fin de la cordillera y las llanuras que albergan potencialidades excelentes… pero que hay que concretar. Sin contratos donde vender y sin industria que alimentar, explorar gas natural con técnicas no convencionales en un país que dice (y parece por la falta de inversión) que apuesta por otros rubros parece un suicidio en un mundo que además dice apostar por energías no fósiles… aunque no mucho.
La acumulación de promesas es tal que ha facilitado la fiscalización. Ver para creer. El tiempo corre y ni siquiera proyectos que parecían cantados como el de Astilleros en Bermejo y el de San Telmo en Chiquiacá, uno en las “proximidades” de Tariquía tras el cambio del Plan de Manejo y el otro en pleno corazón, han dado resultados. Tampoco se sabe más del comodín: gas en el norte de La Paz, usado ya demasiadas veces.
El mundo se ha detenido en sus aspiraciones de cambio de matriz energética por los costos que acarrea, que han quedado en evidencia con unas pocas guerras en este de Europa y el corazón de Oriente Próximo. Sin embargo, aprovechar el impase supone tomar decisiones rápidas y precisas. Nada de eso parece estar sucediendo.