La plata y la política
Bolivia se puede conocer de muchas maneras, a través de experiencias, de encuestas, de análisis y leyendo libros de historia, pero para hacer política hace falta un diagnóstico preciso y, sobre todo, real
Para unos es la receta de la estabilidad, para otros la garantía de que nadie cambie, en general, parece ser el secreto del éxito… de unos pocos. El sistema electoral de Estados Unidos y su sistema de partidos se fundamenta en el patrocinio privado desde hace muchos años. Es un sistema que tiene un supuesto beneficio: no se gasta dinero público en las campañas, y probablemente muchos prejuicios, pues de una u otra forma se institucionaliza la corrupción y el sometimiento de los políticos a sus donantes y no tanto a sus votantes, pues efectivamente, hacer campaña en un país enorme, caro, y muy dado al espectáculo, es terriblemente caro.
Así, el paso de los años ha consolidado sólo dos partidos como alternativas: el partido Republicano, que representaba originalmente a los sectores más conservadores y conocido popularmente como “de derecha”, y el partido Demócrata, aparentemente progresista y teóricamente alineado a la izquierda. Hay muchos más partidos y de diferente tendencia, pero su relevancia electoral tiende a cero por puros motivos económicos.
Estos mismos motivos han acabado dando verdadera forma a los planteamientos de ambos partidos, que discrepan muy poco. La diferencia entre derecha – izquierda en la política liberal (que es también la boliviana) se marca esencialmente por el rol que se le concede al Estado y el enfoque determinista, y en esto las distancias son mínimas entre Republicanos y Demócratas. Por lo general la derecha propugna que la libertad económica es el camino directo a la prosperidad y en que hay aspectos del orden social determinados por fuerzas superiores y la izquierda considera que no hay libertad para quienes no tienen resueltas sus necesidades básicas y que, por ende, el Estado debe impulsar las medidas que contribuyan a eso a través de la redistribución.
Solo quienes “disponen” de una institución pública y algunos “millonarios” acaban haciendo política en un país que cambia y que quiere sacarse muchos estigmas de encima.
En Estados Unidos se suma además su propio relato místico que potencia las individualidades, a lo que se sumó el aparato cultural de la Guerra Fría y que borró del mapa cualquier síntoma de “socialismo”, aunque en los últimos tiempos haya vuelto como fantasma apropiado para las campañas más que como sujeto político real. La consecuencia es un Estado consolidado con una dirección general y pequeños matices, muchas veces agrandados por intereses comerciales o de otra índole, pero yendo al detalle, las diferencias entre Obama y Trump, Biden o Bush, son mínimas y sí, muchos de los grandes donantes lo hacen tanto a un partido como al otro.
En Bolivia fue el Movimiento Al Socialismo una vez en el poder el que retiró todo el apoyo público a las formaciones políticas como uno de esos gestos políticos que tanto gustan, aunque el resultado es el que estamos viendo: solo quienes “disponen” de una institución pública y algunos “millonarios” acaban haciendo política en un país que cambia y que quiere sacarse muchos estigmas de encima.
Lo cierto es que en una campaña los recursos son importantes, pero no es lo único. Bolivia se puede conocer de muchas maneras, a través de experiencias, de encuestas, de análisis y leyendo libros de historia, pero para hacer política hace falta un diagnóstico preciso. Errar en la base puede acabar conduciendo el “negocio” de la política al caos. Y son muchos años de errores.