El planeta como preocupación global
La relevancia otorgada a la Cumbre sobre Biodiversidad no oculta el fiasco de la estrategia climática y la necesidad de abordar holísticamente el tema
Llevamos tantas COP encima que ya nos cuesta diferenciar, pero puede que no sea casual. Este año la Conferencia de las Partes sobre Biodiversidad se ha celebrado en Cali (Colombia) en octubre y la del Clima se celebra en Bakú este mes de noviembre. La primera es la número 16, pero es la primera vez que Naciones Unidas pone “toda la carne en el asador” para promocionar y difundir esta cumbre, pues su “predilecta” siempre fue la del Clima, que va por el número 29.
Tampoco es casual, el acuerdo de París de 2015 es ya papel mojado y la propia Asamblea General aprobó un nuevo marco en septiembre para ampliar el horizonte de cumplimiento de acuerdos hasta 2045. El problema no es solo que los acuerdos no se cumplan, sino que la hoja de ruta parece desviada: Bakú es potencia hidrocarburífera, como Dubai, que acogió la anterior. Ser anfitrión implica dirigir la plenaria, y en la anterior ya se logró eliminar las exigencias de plazo para acabar con el petróleo, entre otras cosas.
Hay otros problemas: Hasta París se había llegado en una clara comunión muy poco igualitaria: occidente marcaba el rumbo, los plazos y la estrategia y los países del sur global esencialmente aceptaban, hasta que hace unas cumbres han empezado a alzar la voz. La estrategia de los países ricos pasa por electrificar todo – con sus patentes y nuestros recursos naturales como el litio -, mientras crean un mercado de bonos de carbono para comprar los “derechos” de los países pobres a desarrollarse a cambio de una cotización que determinará “el mercado” y se niegan en redondo a asumir cualquier responsabilidad sobre la situación climática actual y los efectos generados, sobre todo, en países pobres.
Si no hay coordinación global y se apuesta por un desarrollo armónico, que incluya un compromiso de decrecimiento de los países más desarrollados del mundo, el fiasco está garantizado.
En ese naufragio de objetivos, las COP de Biodiversidad recientemente promocionadas parecen ser una suerte de estrategia supletoria para lograr los objetivos que la climática discute: conservar los bosques y las especies es una necesidad, obviamente, pero no se puede evaluar sus implicaciones en contextos aislados, pues la deriva está intrínsecamente relacionada.
En la Cumbre de Cali el Pnuma tituló “No más promesas de humo, por favor”, su informe sobre la brecha de emisiones 2024, presentado en la 16 Conferencia de las Partes del Convenio sobre Diversidad Biológica de las Naciones Unidas (COP16), que se realiza en esta ciudad del occidente de Colombia.
El informe rastrea la brecha entre hacia dónde se dirigen las emisiones globales de gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento atmosférico, con los compromisos actuales de los países.
En el Acuerdo de París sobre el clima de 2015 la casi totalidad de los países se comprometieron a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, de modo que la temperatura media del planeta no exceda de 1,5 °C hacia el año 2050 ni de dos grados a finales de siglo, en comparación con el promedio de la era preindustrial 1850-1900.
Según el informe, el objetivo de 1,5 °C desaparecerá en pocos años, a menos que los países se comprometan colectivamente a reducir 42 % de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero para 2030, y 57 % para 2035.
La próxima ronda de esas contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC en inglés) se prevé para comienzos de 2025, antes de la 30 Conferencia sobre el Cambio Climático que debe efectuarse en Brasil, y la aspiración del Pnuma es que esas medidas se acompañen con una acción rápida y los fondos necesarios.
Si no hay coordinación global y se apuesta por un desarrollo armónico, que incluya un compromiso de decrecimiento de los países más desarrollados del mundo, el fiasco está garantizado.