Un Todos Santos familiar
Resulta curioso que se nos haga más cómodo vestir a nuestros hijos de fantasmas, vampiros o asesinos en serie que hablarles de sus antepasados
De entre todas las ricas tradiciones que no solo se guardan en el país, sino que se enriquecen con el pasar de los años, sin duda una de las más lindas es la de Todos Santos. La celebración en sí es un apogeo del eclecticismo regional, donde se mezcla la tradición católica con el culto ancestral. En Todos Santos se reza a un fallecido con todo el ritual católico de duelo y despedida, al que se le atribuye la capacidad de retornar a entre los vivos y compartir plácidamente con la familia, y se le agasaja con todo tipo de gustos, normalmente vicios insanos.
Morir es un acto vital, concretamente el último de todos ellos, pero la tradición de Todos Santos rescata esa convicción popular de que el muerto muere cuando se le olvida, y que hasta entonces sigue iluminando con su presencia en ausencia. Así, son muchas las familias que en estos días recuerdan precisamente enseñanzas de sus ancestros, o le van encontrado el significado a algunas palabras dejadas en vida como herencia social y vital.
Explicar estas tradiciones a los niños es importante para su conservación, por un lado, pero, sobre todo, para cultivar la identidad familiar y madurar las ideas de la muerte, desgraciadamente tan presentes en nuestra cotidianidad, pero de las que se suele huir por mera comodidad.
Resulta curioso que se nos haga más cómodo vestir a nuestros hijos de fantasmas, vampiros o asesinos en serie y animarlos a salir, a meterse en túneles del terror o a pedir “truco o trato” a desconocidos, y sin embargo, al día siguiente, tratemos de aislarlos del mundo real cuando las familias hablan de la muerte de seres queridos y destinan parte de su tiempo – el valor más al alza a día de hoy – a acompañar a algún referente familiar. Hay escasos valores humanos trabajados con la fiesta de Halloween, y si hay algo sería, tal vez, el de inculcar a los más pequeños la valentía para enfrentar lo desconocido por raro y feo que sea, pero toda la intención se cae cuando al día siguiente el asunto de la muerte vuelve a ser una cosa solo de mayores.
Las autoridades han intervenido para poner coto a algunas prácticas muy extendidas que no contribuían a la celebración familiar sino más bien todo lo contrario: asustaban o ahuyentaban a los niños. El cierre de los cementerios en la noche evita cuadros surrealistas entre los más dependientes del alcohol y cuidar las dimensiones del adorno fúnebre también ha relajado tensiones, pero eso no debe impedir que las familias conserven la costumbre de esperar a los seres queridos.
Hoy toca despedir a los seres queridos que con puntualidad británica han acudido a su cita anual allá donde los han recordado. Hagamos de Todos Santos una celebración sana y familiar que transmita valores puros y verdaderos a las nuevas generaciones, cada vez más necesitada de lugares firmes donde aferrarse.