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El gas y el problema político

Faltan dólares en todo el mundo porque los Bancos Centrales quisieron controlar la inflación y en Bolivia, además, dejamos de producirlos al acabarse el negocio del gas

El presidente Luis Arce no expuso ninguna mentira en su alocución del domingo que generó especial atención por lo intempestivo del horario y la premura en la convocatoria y en la que expuso con un excesivo detalle numérico para los fines que pretendía los elementos esenciales que están afectando a la economía nacional, pero el problema del gobierno es precisamente que el asunto hace tiempo que ha dejado de ser económico para convertirse en un asunto político: la falta de credibilidad.

Es objetivamente cierto que el gobierno de Evo Morales se desvió de la línea marcada en el asunto de los hidrocarburos casi desde el primer año de gobierno, cuando la plana mayor no se atrevió a aplicar la letra muerta del decreto de nacionalización y acabó renegociando contratos con los “socios y no patrones” que simplemente dejaron de explorar. En 2014, cuando todas las alarmas habían sonado y el barril de petróleo se empezaba a hundir, Morales nombró ministro de Hidrocarburos a Luis Alberto Sánchez, al que le encomendó la tarea de abandonar definitivamente la senda de la industrialización y priorizar la exploración, porque no quedaba nada. Sánchez se sacó la Ley de Incentivos del bolsillo – para premiar a las petroleras por acelerar sus compromisos - y el decreto que anulaba la protección de las área naturales para buscar resultados más rápidos, pero ni por esas.

Esta deriva del sector la narramos con pelos y señales en El País desde el primer día y los hitos que demuestran que el gobierno se dio cuenta y trató de cambiar el rumbo están ahí, pero Arce le ha puesto cara a los desmanes de esa época acusando a Morales y Juan Ramón Quintana de priorizar la agenda populista con fines electorales sobre todo a partir de 2014.

En estas cabe también aclarar que fue Morales el que dijo que Arce había sido un “simple cajero” en su gobierno, una consideración que le ha servido al presidente para armar el resto de su relato: él advertía y sugería y nadie le hacía caso, viene a decir, al mismo tiempo que se adjudica la paternidad del modelo.

Es también objetivamente cierto que el dólar barato desapareció de los mercados ni bien empezó la ola inflacionaria post – pandémica – que estaba prevista – pero agravada por la guerra de Ucrania: en 2022 los tipos de interés, que pasaron años en el entorno del 0, superaron el 5 por ciento, y como es habitual, los que más sufren son los países en vías de desarrollo porque los dólares vuelan a refugios menos rentables, pero seguros.

También es cierto, aunque de esto habló menos el presidente, que los bancos y otros exportadores mantienen dólares fuera del país.

Arce le dio muchas vueltas, pero el resumen es claro: faltan dólares en todo el mundo porque los Bancos Centrales quisieron controlar la inflación y en Bolivia, además, dejamos de producirlos al acabarse el negocio del gas.  

Bolivia necesita soluciones y en esas, no parece bastar con seguir haciendo lo de siempre y tampoco la agenda liberal tiene una receta mágica que vaya a revertir la situación actual en pocos minutos. Al contrario, cualquier reforma estructural, incluso confiando en “la mano invisible del mercado" requiere de un tiempo que no se tiene.

La incertidumbre y la falta de credibilidad, los planes fracasados, la imagen golpeada del presidente y demás están afectando al país, pero la solución necesariamente tiene que venir de la política. A un año de elecciones no conviene dar muchas más vueltas para encontrarla.


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