Las urgencias de la integración regional

La Cumbre Iberoamericana no deja de ser un espacio protocolar con regusto al pasado, por lo que no puede entretener los desafíos reales del continente americano

La Cumbre Iberoamericana no es lo que era, aunque seguramente nunca fue mucho más que ahora. Muchas cosas han cambiado desde que se intentó reactivar los lazos de amistad entre los países de la península y los de Latinoamérica.

Básicamente pasaron los 90, la fiebre privatizadora, los años de la escuela neoliberal y las ansias neocolonizadoras. Básicamente, los Estados se empobrecieron con sus pueblos dentro a uno y otro lado del océano mientras las grandes empresas se enriquecían guardando los recursos en algún paraíso fiscal.

Los países de Europa han entrado en estado catatónico desde la crisis inmobiliaria de 2008 y la de deuda de 2014, dos crisis que en Sudamérica fueron menos bruscas básicamente porque los bancos aquí piden muchas más seguridades de las que les piden a los países triple A, a pesar de que han sido los que han provocado las últimas grandes crisis incluyendo la actual. Los gobiernos siguientes, mermados, apenas pudieron atender las instrucciones de la Unión Europea y frenar sus intenciones, si alguna vez las hubo, de crear un verdadero espacio de integración regional de igual a igual con los países con los que comparten lengua y mucho más. En términos de desarrollo, las negociaciones se redujeron al diálogo bilateral de la UE con el Mercosur y al plan de Cooperación Iberoamericano para el que cada vez hay menos recursos económicos disponibles y alcanza para menos en un continente que crece.

El reto en realidad lo sigue marcando la Cepal: el comercio intrarregional solo representa el 19,2% del total

Las empresas privatizadas de “las metrópolis” que se lanzaron sobre los monopolios “capitalizados” en este lado del mundo ya han extraído todo lo que han podido y ya no son de allá ni de acá: Las BBVA, Repsol, Agbar, Endesa, Energy, Ferrovial, OHL, etc., son ahora de cualquier lugar y la Cumbre Iberoamericana adolece de tener mecanismos reales para la gobernanza, con lo cual no pasa de ser una reunión de vecinos donde se cuentan las penas, se discuten algunos asuntos y se llegan a acuerdos de mínimos que cada cual después interpreta como quiere.

Tampoco nadie espera otra cosa de un foro como ese, aniquilado luego del “por qué no te callas”, que fue un pie en pared para impulsar otra institucionalidad: Celac, Unasur, etc., que lograra crear esos mecanismos necesarios para resolver los problemas de la región de forma multilateral. Por otro lado, no deja de ser cierto que los inicios de esos foros son difíciles, que ha faltado ambición y sobrado injerencia. Demasiados sufren cuando ven que la integración es más posible que nunca por muy lejos que esté.

El reto en realidad lo sigue marcando la Cepal: el comercio intrarregional solo representa el 19,2% del total, lo que supone una permanente exportación de riqueza hacia otros lugares del mundo donde además, le dan el valor añadido.

Crear las condiciones para una verdadera integración depende de los países latinoamericanos. Los planes están subrayados: Moneda común, Banco del Sur, repatriación de Reservas, fundación de empresas estratégicas, planes de desarrollo suprarregionales para sectores como el litio, etc. Quien quiera puede decidir asistir a una Cumbre netamente protocolaria, pero trabajar en la integración propia debería ser ya una urgencia para todos los gobiernos.


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