Gente corriente, momentos mágicos
El día había amanecido nublado y húmedo, con esa clase de humedad que parece calarte hasta los huesos, mientras el cielo amenazaba con soltar algún chaparrón sobre mi cabeza. Fui andando hasta el barrio de Castillo como todos los días para ver y saludar a algunos clientes. Con mi...
El día había amanecido nublado y húmedo, con esa clase de humedad que parece calarte hasta los huesos, mientras el cielo amenazaba con soltar algún chaparrón sobre mi cabeza.
Fui andando hasta el barrio de Castillo como todos los días para ver y saludar a algunos clientes. Con mi paraguas en mano y acordándome de Concha, que el día anterior sentado junto a ella en su mesa camilla, me comentaba lo nerviosa e inquieta que estaba por la cita prevista para ese día en el hospital del Tomillar.
El hospital del Tomillar está especializado en casos de personas "desahuciadas" o en casos de cáncer que se están tratando con más o menos fortuna. Allí tiene la cita Concha y no tiene ni idea de lo que le van a decir del cáncer que la aqueja desde hace tiempo y del cual se está tratando.
No me extrañaba nada su nerviosismo del día anterior, con esa incertidumbre que pesa sobre el futuro de esta buena mujer de 83 años, la cual tiene acogidos a varios hijos con problemas de diversa índole. Con esos pensamientos del día anterior toqué el timbre de su puerta y me invitó a subir.
Nada más entrar, la saludé y le pregunté por la cita del día anterior. Con lágrimas de emoción me contó que le han dado la buenísima noticia de que ha quedado limpia de ese terrible mal, mientras alguna enfermera la besaba y felicitaba por el resultado de las pruebas en aquél emocionante instante.
Me dijo que se acordó de mí y de los ánimos que le di el día anterior mientras me besaba y yo la besaba con toda felicidad por la buena nueva.
¡Momentos!
¡Gente corriente!, ¡gente sencilla! gente valerosa y luchadora, con las que tengo el honor de cruzar mis pasos.
Fui andando hasta el barrio de Castillo como todos los días para ver y saludar a algunos clientes. Con mi paraguas en mano y acordándome de Concha, que el día anterior sentado junto a ella en su mesa camilla, me comentaba lo nerviosa e inquieta que estaba por la cita prevista para ese día en el hospital del Tomillar.
El hospital del Tomillar está especializado en casos de personas "desahuciadas" o en casos de cáncer que se están tratando con más o menos fortuna. Allí tiene la cita Concha y no tiene ni idea de lo que le van a decir del cáncer que la aqueja desde hace tiempo y del cual se está tratando.
No me extrañaba nada su nerviosismo del día anterior, con esa incertidumbre que pesa sobre el futuro de esta buena mujer de 83 años, la cual tiene acogidos a varios hijos con problemas de diversa índole. Con esos pensamientos del día anterior toqué el timbre de su puerta y me invitó a subir.
Nada más entrar, la saludé y le pregunté por la cita del día anterior. Con lágrimas de emoción me contó que le han dado la buenísima noticia de que ha quedado limpia de ese terrible mal, mientras alguna enfermera la besaba y felicitaba por el resultado de las pruebas en aquél emocionante instante.
Me dijo que se acordó de mí y de los ánimos que le di el día anterior mientras me besaba y yo la besaba con toda felicidad por la buena nueva.
¡Momentos!
¡Gente corriente!, ¡gente sencilla! gente valerosa y luchadora, con las que tengo el honor de cruzar mis pasos.