¿Qué hemos aprendido con la crisis?

Es cierto que Tarija no está bien, pero tampoco está tan mal como algunos predicadores del apocalipsis quieren hacer ver. El barril no volverá a los 130 dólares, al menos en el corto plazo. Con suerte subirá hasta los 70 luego de la cumbre de la OPEP de hoy, aunque lo normal es que se...

Es cierto que Tarija no está bien, pero tampoco está tan mal como algunos predicadores del apocalipsis quieren hacer ver. El barril no volverá a los 130 dólares, al menos en el corto plazo. Con suerte subirá hasta los 70 luego de la cumbre de la OPEP de hoy, aunque lo normal es que se mantenga en esa línea de los 60 que tan afanosamente alcanza y tan difícilmente mantiene conforme se acercan las cumbres del lobby petrolero.

En Tarija, el problema ya no es solo del precio, sino de los mercados y de las reservas. Con Argentina comprando menos que el año pasado y Brasil comprando mucho menos de lo que le permite el contrato – 12 sobre 30 -, la reducción de los volúmenes va a acabar afectando al presupuesto departamental y por ende, a las empresas tarijeñas.

Como estamos en campaña unos lo dirán más y otros menos, pero la situación es “estable a la baja”, como dice Fitch, y sobre todo, con perspectivas negativas para ese sector. Cómo no se han hecho las tareas de buscar más reservas, asegurar mercados alternativos y garantizar que si nadie de nuestros vecinos nos quiere comprar gas, igualito podremos hacer productos industrializados, pues ahora que los ingresos han caído va a ser todavía mucho más difícil.

La economía del país ha copado todas las fuentes de financiación multilaterales, con respaldo en los hidrocarburos; y casi todas las binacionales; con respaldo en la confianza política. Los datos de la balanza comercial no son positivos y cada año se agrietan. Bolivia crece, pero algo no acaba de cuadrar.

Casi todos los políticos dicen que saben lo que hay que hacer, pero pocos lo hacen. Las propuestas estrella siguen sosteniéndose en el cemento y el asfalto – no para todos – mientras que los otros asuntos se mezclan con la política de trazo grueso, verso suelto y campaña pura y dura.

El propio Sistema Universal de Salud (SUS), tan necesario en este país, tiene vicios de construcción sin tener en cuenta que va a ser muy necesario dotar ítems y personal muy bien cualificado para que el sistema de verdad funcione y no colapse.

Tarija sigue viviendo fundamentalmente de la venta de su gas, de las regalías que genera y de cómo el sector público lo distribuye en inversión. En esencia, no es diferente la gestión de Adrián Oliva que la de Evo Morales, ya que se fundamenta en canalizar recursos en base a unas prioridades y necesidades. Es cierto que Oliva heredó una inmensa cartera de proyectos a los que no les pudo dar simple carpetazo, mientras que Morales ha tenido en sus manos la posibilidad de reorientar las prioridades.

Es cierto que el país necesitaba carreteras, colegios, centros de salud. Es verdad que necesitaba infraestructuras de riego y que era necesario un gran plan hidrológico nacional que todavía no se ha contemplado. Es cierto que debemos pensar mucho más allá.

El recurso humano boliviano se está devaluando y ese será el peor error, la peor losa que podremos dejar a nuestros hijos. Necesitamos concentrarnos en formar mejores personas y mejores profesionales. Jóvenes que se esfuercen y huyan del camino fácil, del camino torcido. De la avivada. Es necesario que todos demos ejemplo en eso.

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