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¿Salvadores o salvados?

La creciente cercanía del gobierno central con el sector del agronegocio cruceño, particularmente con los cañeros (etanol) y soyeros (exportación de commodities y producción de biodiesel), teóricamente respondía, en parte, a la necesidad de compensar las fuentes de ingresos de divisas...

La creciente cercanía del gobierno central con el sector del agronegocio cruceño, particularmente con los cañeros (etanol) y soyeros (exportación de commodities y producción de biodiesel), teóricamente respondía, en parte, a la necesidad de compensar las fuentes de ingresos de divisas frente a la caída del precio del gas que se exporta a Argentina y Brasil, así como a la falta de otras alternativas y mercados.


En este sentido, la principal justificación posible para esta curiosa alianza entre supuestos antagonistas -gobierno socialista, revolucionario con los otrora “gamonales”, “terratenientes”, “separatistas”, “oligarcas”, según la terminología usada por el propio gobierno- era por necesidad: el agronegocio como salvador de las exportaciones y como sustituto de las importaciones de gasolina y diésel.


De repente, la Cámara de Exportadores, Logística y Promoción de Inversiones de Santa Cruz (CADEX) y la Cámara Nacional de Industrias Oleaginosas de Bolivia, se declaran en emergencia debido a “la caída del precio internacional de la soya, la coyuntura internacional y la falta de capacidad productiva en el país”, que supuestamente impactan en la demanda internacional de la soya boliviana.


“Hoy por hoy los precios internacionales de los commodities en general, maíz, soya, trigo, etc., son afectados por situaciones internacionales como la guerra comercial entre EEUU y China. La economía cruceña se basa en los commodities y específicamente en la soya y su cadena industrializada”, manifestó el presidente de la CADEX, Oswaldo Barriga, según medios de prensa.


Los representantes de ambas Cámaras, afirman además que, si bien la caída del precio “también repercute” en Paraguay, Argentina y Brasil, esos países no lo sienten tanto debido al uso de biotecnología y a su productividad, y hacen un llamado al gobierno para mejorar su situación.


No deja de sorprender, porque los datos provistos por diversos centros de investigación en Bolivia muestran que la cantidad de semillas transgénicas importadas prácticamente se ha duplicado desde 2010. Asimismo, la soya transgénica ha desplazado totalmente a la convencional, pasando de ser el 21% el año 2005, a 65% en 2006, y a prácticamente el 100% desde el año 2013 en adelante.


Entonces, si la soya boliviana es transgénica igual que en los citados países vecinos que también la utilizan, el argumento de usarla para mejorar el rendimiento del cultivo parece no tener respaldo empírico y real.


En todo caso, la situación descrita por los propios empresarios soyeros parece dar la razón a quienes vienen advirtiendo hace años que la soya transgénica no supone ninguna mejora en el rendimiento: éste no ha superado las 2,1 toneladas/hectárea, “igual y hasta por debajo de lo que rendía la soya convencional (no transgénica) en los años 90, cuando tenía un rendimiento de 2,5 a 3 toneladas/hectárea”.


Por tanto, no queda en absoluto claro la manera en que las abundantes políticas de gobierno en favor de este sector benefician al país. O si al contrario, se pone los recursos (naturales, económicos, institucionales, etc.) del país en beneficio de este sector. Son tiempos confusos, tiempos electorales, tiempos casi surreales.


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