Trump y el consenso latinoamericano
El presidente de Estados Unidos está revisando todos los consensos en política internacional aunque todavía no ha desplegado intenciones sobre América Latina
El huracán Donald Trump lo está moviendo casi todo en la política internacional. Casi todos los consensos diplomáticos están siendo revisados y se ha normalizado la unilateralidad, y apartarse de las agencias internacionales que más han contribuido a la cohesión de la humanidad – quizá porque nadie más lo intentó – como la Organización Mundial de la Salud, la Unicef o la Unesco.
Trump ha saltado por encima de los consensos y varios tratados de Libre Comercio elevando aranceles a discreción, ha dejado en ridículo a la Unión Europea, incapaz de mostrar capacidad de reacción y atendiendo obedientemente el pedido de elevar su gasto militar, le ha dado carta blanca a Israel en Oriente Próximo arrasando Gaza ante la absoluta pasividad del resto del mundo e incluso ha reconocido el derecho de Rusia a “recuperar” sus viejos territorios por la fuerza.
Trump ha propuesto comprarse Groenlandia a la mala, ha catalogado a Canadá de mero apéndice, ha sugerido invadir Panamá si no le paraban los pies a China y está mandando migrantes con procesos – sin sentencias – a terceros países donde el respeto a los derechos humanos es cuestionado.
América Latina sigue siendo su “patio trasero”, la balanza comercial está prácticamente equilibrada y provee mano de obra barata cada vez más especializada, pero China sobrevuela
Desde la óptica occidental, el asunto se vive con cierto shock, sin embargo bastaba con repasar sus promesas de campaña para anticipar casi todo lo que viene sucediendo. “Make American Great Again” es el lema edulcorado, pero el genuino fue “American First” y no hace falta recordar que los estadounidenses solo se consideran americanos a ellos mismos.
Hay algo distinto esta vez: Trump ha decidido molestar a los grandes y no a los chicos: le ha metido el dedo en la nariz a Europa, ha removido el avispero del mundo árabe y ha apuntado directamente a China, sin subterfugios ni falsos escenarios de tensión interpuestos. Por el contrario, apenas ha movido ficha en África ni en América Latina si exceptuamos México, donde parece que Sheinbaum lo mantiene a raya. Een cualquier caso, la forma en la que se ha apropiado de las tierras raras de Ucrania da señales de por dónde puede ir el asunto.
El secretario de Estado es Marco Rubio, con ascendencia cubana y quién apostó siempre por el intervencionismo en la región, pero por el momento manda la prudencia más allá del show con la repatriación de migrantes y el asunto de Panamá. De hecho, varios líderes de su cuerda han empezado a reclamar más contundencia con Venezuela, donde Nicolás Maduro se ha consolidado tras la tensión de enero. Trump incluso ha revocado las condiciones especiales de asilo a los venezolanos y ha devuelto migrantes a Caracas.
Lo cierto es que América Latina sigue siendo su “patio trasero”, la balanza comercial está prácticamente equilibrada – de ahí el arancel mínimo de 10% - y provee mano de obra barata cada vez más especializada, por lo que la forma de relación está siendo estudiada con cuidado a sabiendas de que es uno de los continentes en el radar de China, donde está colocando inversiones importantes sin demasiados condicionamientos: En dos días muchos los presidentes de la Celac viajan a Pekín para seguir estrechando lazos con el gigante asiático, una cumbre que sin duda no está gustando en Washington y que siempre ha contado con una baza fuerte para mantener su estatus: la incapacidad de América Latina para consolidar instituciones propias que le representen y defiendan sus propios intereses en el contexto internacional.
Quién sabe si el huracán Trump y su forma de romper consensos propician que se cambie justamente esa incapacidad de entendernos como latinoamericanos para defendernos mutuamente. Sería en buena hora.