¿Trece años tarde con las RIN?

El anuncio del gobierno sobre la reducción de las Reservas Internacionales (RIN) en 1.200 millones de dólares para este año sigue en el centro de las discusiones entre especialistas de una y otra tendencia. El punto central es si ese dinero servirá para seguir estimulando la demanda, o...

El anuncio del gobierno sobre la reducción de las Reservas Internacionales (RIN) en 1.200 millones de dólares para este año sigue en el centro de las discusiones entre especialistas de una y otra tendencia. El punto central es si ese dinero servirá para seguir estimulando la demanda, o estará destinado a aumentar la capacidad productiva y por ende la oferta agregada.

Con tono certero, los analistas críticos del régimen -mayoritariamente de tendencia liberal o neoliberal- afirman que la baja de las RIN servirá “para seguir estimulando la demanda”, y advierten que los efectos de ese estímulo sobre el crecimiento de la economía se están agotando y pronto dejará de funcionar, generando inflación, depreciación y otros males.

Por el contrario, el presidente del Banco Central de Bolivia (BCB), Pablo Ramos, y el Viceministro de Presupuesto y Contabilidad Fiscal, Jaime Durán Chuquimia, han enfatizado que esos recursos se utilizarán para generar mayor capacidad productiva en el país, lo que a su vez generará nuevas divisas en un futuro no especificado. Es decir, se ampliaría la oferta agregada, especialmente la destinada a la exportación de nuevos productos que aumenten las RIN y el crecimiento económico.
El viceministro Durán afirmó que “pensar que las reservas internacionales deben crecer al infinito es un craso error. Deben usarse para fomentar el desarrollo”. Pero hasta el momento se han usado para financiar a las economías desarrolladas
¿Cuál es la verdad? Todavía no se ven más que anuncios. Si el gobierno invierte esas RIN en emprendimientos rentables, bien pensados y estudiados, y que generen ingresos al país en los próximos años, cerrará la boca de sus críticos.

Pero si mantiene la estrategia utilizada en los últimos años, que básicamente consiste en financiar obras públicas que son en muchos casos de escasa o nula utilidad -canchas de fútbol, coliseos, estadios y aeropuertos y museos en medio de la nada, Casas Grandes del Pueblo, etc.-, quedará claro que se quiere simplemente seguir estimulando la demanda, moviendo el dinero para hacer crecer el PIB pero sin generar valor.

En este caso, los críticos tendrán razón, y no sólo los neoliberales, ya que incluso los marxistas internacionales más lúcidos de la actualidad han advertido de los límites de la estrategia de estímulo de la demanda. Y los números de los últimos años parecen empezar a darles la razón.

Ahora bien, si el gobierno efectivamente ha entendido la situación y ha decidido cambiar la estrategia de estímulo de demanda por la de fortalecer la oferta/producción/generación de valor/exportación, la pregunta es, ¿por qué tan tarde?

Los economistas heterodoxos lo vienen pidiendo hace décadas. Los expresidentes Hugo Chávez y Rafael Correa lo propusieron en la década pasada (Banco del Sur): redirigir las divisas de los países para financiar un desarrollo propio. Ni unos ni otros creyeron en sí mismos.

Esta semana, el viceministro Durán afirmó que “pensar que las reservas internacionales deben crecer al infinito es un craso error. Deben usarse para fomentar el desarrollo”. Pero hasta el momento se han usado para financiar a las economías desarrolladas con la excusa de minimizar riesgos.

Claro, en año electoral cualquier dinero sirve para financiar el modelo un poquito más. Pero creamos. Es hora de creer en Bolivia, aunque sea trece años tarde. Ojalá que los retornos de esta inversión no tomen otros trece, porque el bolsillo no perdona.

 

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