Venezuela: apuntes continentales

Como en plena guerra fría, el pulso en Venezuela ha quedado atascado entre el parecer de Estados Unidos y el parecer de China y Rusia; potencias imperiales al fin todas, pero una más acostumbrada a la subordinación cinematográfica y otras al silencio del poder de los negocios. En ese tablero,...

Como en plena guerra fría, el pulso en Venezuela ha quedado atascado entre el parecer de Estados Unidos y el parecer de China y Rusia; potencias imperiales al fin todas, pero una más acostumbrada a la subordinación cinematográfica y otras al silencio del poder de los negocios. En ese tablero, la tibia Unión Europea y la escasa credibilidad que queda en Naciones Unidas aparecen como árbitros para forzar una solución que, evidentemente, no es neutral, sino que juzga preventivamente.

Unión Europea, ONU e incluso muchos líderes de la izquierda sudamericana, como José Mujica, optan ahora por proponer elecciones “limpias” para poner fin a una crisis política generada, sin lugar a dudas, por los intereses económicos.

Más allá de lo que finalmente acabe sucediendo en el país bolivariano, ya hay varios apuntes que los países de este lado del mundo deberíamos destacar con el fin de que no se repita.

El más importante de ellos es la irrelevancia absoluta del continente sudamericano  en el tablero geoestratégico mundial, algo que debería preocuparnos sobremanera. En la conformación sociológica del continente existen demasiadas fallas que afectan a la propia existencia y que más temprano que tarde debemos superar; en un mundo conformado por bloques geopolíticos diversos, resulta paradigmático que un continente dividido en países que se parecen tanto entre sí y que comparten tanto común, sean incapaces de reafirmar su propia soberanía continental.

En la primera década del siglo XXI, diferentes gobiernos progresistas, pero también conservadores, coincidieron en que era necesario profundizar los lazos de cooperación fundando organismos de autogobierno con base política más allá de los intentos de fundar una unidad con base económica, como Mercosur o la CAN, que al final solo han traído impotencia.
Independientemente de los ojos con que se mire al Gobierno de Maduro, que Inglaterra confisque las Reservas Internacionales de un país soberano es una aberración que no debería quedar sin repulsa
Unasur primero y la Celac después eran dos organismos con voluntad de autogobernanza, dos intentos de superar las absurdas diferencias y buscar la cooperación y la solidaridad que permitiera crecer como continente y salir de una posición residual y colonial a jugar otro rol en un mundo globalizado. Para algunos era el sueño de la “Patria Grande”, para otros un intento de insubordinación fundante, para otros una necesaria pateada del tablero… y para otros la rebelión del patio trasero.

La idea caló por igual en unos y otros, no era un proyecto de “rojos” ni de “revolucionarios”, pero a la hora de su materialización práctica empezaron los problemas. El Banco del Sur, el elemento central del proyecto de unidad, el que debía servir para repatriar las reservas y utilizarlas de verdad en el desarrollo del continente en lugar de prestarlas a tasas irrisorias a países desarrollados, nunca avanzó. Nunca.

Los errores propios de los Gobiernos y la estrategia decidida para acabar con la insubordinación repuso la restauración conservadora en el continente, que no es homogénea, pero que sí tiene un objetivo común: destruir todos los mecanismos de coordinación y desterrar para siempre la idea del Banco del Sur.

Independientemente de los ojos con que se mire al Gobierno de Maduro, que Inglaterra confisque las Reservas Internacionales de un país soberano es una aberración que no debería quedar sin repulsa, y sobre todo, sin consecuencias.

Sin poder económico no hay poder político, y sin poder, Sudamérica sigue condenada a ser una país exportador de materia prima y mano de obra barata, donde se juega bien al fútbol y se conservan cada vez menos parajes naturales.

 

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