La educación como negocio vuelve renovada a la región
Analistas y expertos en temas educativos ven que existe un resurgir del proyecto privatizador de la educación en toda la región, pero con discursos diferentes, más atractivos, vinculados a “la meritocracia y el emprendedurismo”, y hasta en favor de la inserción laboral de los sectores...



Analistas y expertos en temas educativos ven que existe un resurgir del proyecto privatizador de la educación en toda la región, pero con discursos diferentes, más atractivos, vinculados a “la meritocracia y el emprendedurismo”, y hasta en favor de la inserción laboral de los sectores más populares.
En Bolivia, la proliferación de universidades privadas viene de la mano precisamente este tipo de discurso, que no deja de ser atractivo en un contexto en que la universidad pública atraviesa una crisis, en parte debido a los conocidos escándalos y pugnas políticas internas que desvirtúan su rol académico.
En la región
“En los 90, los gobiernos neoliberales atacaban la educación pública. Ya no. Ahora reconocen que el momento cambió. Por eso es que hablan de eliminar la pobreza, pero desde un proyecto que genera más desigualdad. Estamos ante una visión empresarial productivista y peligrosamente atractiva”.
Ese el análisis de Pablo Gentili, secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), sobre lo que la analista argentina Mariana Aquino, llama “discurso disfrazado de progreso y desarrollo”, con el que “el mercado se mete en las aulas” nuevamente.
En Argentina, Chile, Brasil y Paraguay, los expertos coinciden en el surgimiento del fenómeno y el peligro que supone.
Por ejemplo, la doctora en Pedagogía, Adriana Puiggrós, ve que en Argentina “las empresas –como Facebook o Google- quieren invertir en la educación porque es un gran negocio”, con lo que “hay pérdida de soberanía nacional en general, a partir de la pérdida de soberanía en la educación”.
En Chile, frente a la crisis económica del último año y medio, Sebastián Piñera vuelve al poder con la promesa de aumentar la gratuidad universitaria, particularmente para las carreras técnicas.
El profesor de Política Educativa en la Universidad de Chile, Jesús María Redondo, cree que el discurso renovado de Piñera funciona porque se da en un país donde sólo el 15% accede a la universidad estatal y únicamente el 35% de la educación básica y media está en manos de lo público. Se busca mejorar el acceso a estos servicios, pero a través del mercado.
En Brasil, la titular de Políticas Públicas en Educación de la Universidad Federal de Minas Gerais, Dalila Andrade, ve que “los sectores de derecha cambiaron sus estrategias y eso les funciona. Tienen mucho de lo que demandan las clases medias de Latinoamérica: la idea de que van a poner el país en el mundo del progreso y el desarrollo. Ahora para estos gobiernos no se trata de achicar o acabar con el Estado sino orientar su camino”.
En Paraguay, como observa el investigador y docente de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) de Paraguay, Rodolfo Elías, hay una “injerencia directa de lo empresarial en la toma de decisiones en las políticas educacionales. Toda la inestabilidad política por los cambios de rumbos en Paraguay, se tradujeron en una falta de continuidad de las políticas educativas”.
La analista de Revista Crítica, María Aquino, sintetiza que a nivel continental, los gobiernos “retoman viejas consignas del progresismo y las resignifican con las leyes del mercado”.
En Bolivia
Aunque es evidente que la educación debe responder tanto a las necesidades de la sociedad boliviana como a las del mercado laboral (cosas que no siempre coinciden), parecen haber algunos puntos críticos para comenzar a mejorar la calidad de la educación en vez de mercantilizarla.
Uno es cultural, resaltado por el economista Rolando Morales -hermano del expresidente del Banco Central de Bolivia, Juan Antonio Morales- cuando nota que la sociedad boliviana no valora verdaderamente a la educación.
“Hay una cierta condescendencia social para los flojos. En Bolivia la falta de esfuerzo parece normal; la sociedad no valora la educación”, advierte, y piensa que para mejorarla, es necesario primero “interesar a la sociedad en la educación, convencerla que el logro de todo objetivo requiere esfuerzo y que no es bueno consentir a los perezosos”.
Otro aspecto es el que hace notar Guillermo Dávalos, especialista de la Fundación SEPA, referido al insuficiente rol del Estado, por un lado, y a la insuficiente calidad del plantel docente, por otro.
“La cuantía del gasto por alumno en educación, desde una perspectiva comparada en el contexto sudamericano, en Bolivia es bajo”, advierte Dávalos, aunque ese no es el único indicador que hace a la calidad educativa, y menciona a Finlandia como caso de éxito sin invertir demasiado (7% de su PIB).
Según Dávalos, son muchos los factores que hacen que la educación en Finlandia sea una de las mejores del mundo, pero uno de los temas clave es la calidad de los profesores: “El profesorado tiene un nivel de formación extraordinaria, con una selección previa tan exigente que no se compara con ninguna otra en el mundo”.
O como explica la propia Secretaría Permanente del Ministerio de Educación y Cultura de Finlandia, “los maestros son considerados profesionales académicos y tienen la responsabilidad de desarrollar su trabajo, por eso se ejerce sobre ellos un control social”.
El especialista de la Fundación SEPA nota que, “contrariamente, en Bolivia los maestros no solo han perdido en el último tiempo gradualmente el reconocimiento de la sociedad, sino que además no están sometidos a ningún control de calidad”.
Cultura, Estado y profesores, parecen ser los tres puntos por donde se puede empezar a buscar soluciones al cada vez más complejo y a la vez urgente problema de la educación.
En Bolivia, la proliferación de universidades privadas viene de la mano precisamente este tipo de discurso, que no deja de ser atractivo en un contexto en que la universidad pública atraviesa una crisis, en parte debido a los conocidos escándalos y pugnas políticas internas que desvirtúan su rol académico.
En la región
“En los 90, los gobiernos neoliberales atacaban la educación pública. Ya no. Ahora reconocen que el momento cambió. Por eso es que hablan de eliminar la pobreza, pero desde un proyecto que genera más desigualdad. Estamos ante una visión empresarial productivista y peligrosamente atractiva”.
Ese el análisis de Pablo Gentili, secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), sobre lo que la analista argentina Mariana Aquino, llama “discurso disfrazado de progreso y desarrollo”, con el que “el mercado se mete en las aulas” nuevamente.
En Argentina, Chile, Brasil y Paraguay, los expertos coinciden en el surgimiento del fenómeno y el peligro que supone.
Por ejemplo, la doctora en Pedagogía, Adriana Puiggrós, ve que en Argentina “las empresas –como Facebook o Google- quieren invertir en la educación porque es un gran negocio”, con lo que “hay pérdida de soberanía nacional en general, a partir de la pérdida de soberanía en la educación”.
En Chile, frente a la crisis económica del último año y medio, Sebastián Piñera vuelve al poder con la promesa de aumentar la gratuidad universitaria, particularmente para las carreras técnicas.
El profesor de Política Educativa en la Universidad de Chile, Jesús María Redondo, cree que el discurso renovado de Piñera funciona porque se da en un país donde sólo el 15% accede a la universidad estatal y únicamente el 35% de la educación básica y media está en manos de lo público. Se busca mejorar el acceso a estos servicios, pero a través del mercado.
En Brasil, la titular de Políticas Públicas en Educación de la Universidad Federal de Minas Gerais, Dalila Andrade, ve que “los sectores de derecha cambiaron sus estrategias y eso les funciona. Tienen mucho de lo que demandan las clases medias de Latinoamérica: la idea de que van a poner el país en el mundo del progreso y el desarrollo. Ahora para estos gobiernos no se trata de achicar o acabar con el Estado sino orientar su camino”.
En Paraguay, como observa el investigador y docente de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) de Paraguay, Rodolfo Elías, hay una “injerencia directa de lo empresarial en la toma de decisiones en las políticas educacionales. Toda la inestabilidad política por los cambios de rumbos en Paraguay, se tradujeron en una falta de continuidad de las políticas educativas”.
La analista de Revista Crítica, María Aquino, sintetiza que a nivel continental, los gobiernos “retoman viejas consignas del progresismo y las resignifican con las leyes del mercado”.
En Bolivia
Aunque es evidente que la educación debe responder tanto a las necesidades de la sociedad boliviana como a las del mercado laboral (cosas que no siempre coinciden), parecen haber algunos puntos críticos para comenzar a mejorar la calidad de la educación en vez de mercantilizarla.
Uno es cultural, resaltado por el economista Rolando Morales -hermano del expresidente del Banco Central de Bolivia, Juan Antonio Morales- cuando nota que la sociedad boliviana no valora verdaderamente a la educación.
“Hay una cierta condescendencia social para los flojos. En Bolivia la falta de esfuerzo parece normal; la sociedad no valora la educación”, advierte, y piensa que para mejorarla, es necesario primero “interesar a la sociedad en la educación, convencerla que el logro de todo objetivo requiere esfuerzo y que no es bueno consentir a los perezosos”.
Otro aspecto es el que hace notar Guillermo Dávalos, especialista de la Fundación SEPA, referido al insuficiente rol del Estado, por un lado, y a la insuficiente calidad del plantel docente, por otro.
“La cuantía del gasto por alumno en educación, desde una perspectiva comparada en el contexto sudamericano, en Bolivia es bajo”, advierte Dávalos, aunque ese no es el único indicador que hace a la calidad educativa, y menciona a Finlandia como caso de éxito sin invertir demasiado (7% de su PIB).
Según Dávalos, son muchos los factores que hacen que la educación en Finlandia sea una de las mejores del mundo, pero uno de los temas clave es la calidad de los profesores: “El profesorado tiene un nivel de formación extraordinaria, con una selección previa tan exigente que no se compara con ninguna otra en el mundo”.
O como explica la propia Secretaría Permanente del Ministerio de Educación y Cultura de Finlandia, “los maestros son considerados profesionales académicos y tienen la responsabilidad de desarrollar su trabajo, por eso se ejerce sobre ellos un control social”.
El especialista de la Fundación SEPA nota que, “contrariamente, en Bolivia los maestros no solo han perdido en el último tiempo gradualmente el reconocimiento de la sociedad, sino que además no están sometidos a ningún control de calidad”.
Cultura, Estado y profesores, parecen ser los tres puntos por donde se puede empezar a buscar soluciones al cada vez más complejo y a la vez urgente problema de la educación.