El pensador árabe que se adelantó 500 años a los clásicos
Académicos como Gonçalo L. Fonseca y Dániel Oláh, entre otros, coinciden en señalar que un pensador árabe del Siglo XIV, al rechazar las explicaciones mitológicas y religiosas del origen de las leyes de la sociedad humana, adoptó “quizá por primera vez” en la historia, “la...



Académicos como Gonçalo L. Fonseca y Dániel Oláh, entre otros, coinciden en señalar que un pensador árabe del Siglo XIV, al rechazar las explicaciones mitológicas y religiosas del origen de las leyes de la sociedad humana, adoptó “quizá por primera vez” en la historia, “la metodología de las ciencias sociales”.
Con ello, rechazan la extendida versión de que Adam Smith y los llamados “clásicos” (incluyendo a Marx) sean los padres del pensamiento económico y las ciencias sociales, y concuerda en que fue Ibn Khaldun, nacido en Túnez de una familia árabe andaluza que retornó a esas tierras después de la Reconquista católica en España.
Fonseca, investigador del Instituto para el Nuevo Pensamiento Económico y con doctorado en economía de la prestigiosa New School for Social Research (Nueva York), es justamente quien afirma que, gracias a su “pensamiento metodológico revolucionario, puede argumentarse que fue el primer científico social, en el sentido más estricto del término”.
Por su parte, Oláh –economista húngaro, analista macroeconómico de la Unidad de Pronóstico y Modelación del Ministerio para la Economía Nacional- resalta que “el pensamiento Khalduniano es vergonzosamente similar al de los economistas actuales. Afirma que la división del trabajo sirve como base para cualquier sociedad civilizada, e identifica la división del trabajo no sólo a nivel de las unidades productivas sino también en un contexto social e internacional”.
En este sentido, “es fácil comprender que Ibn Khaldun presentó ideas muy similares a las de Adam Smith, pero cientos de años antes que el filósofo occidental”, agrega Oláh.
Pero además, Khaldun analizó los mercados que surgen en base a la división del trabajo y examinó las fuerzas del mercado en una manera simple y didáctica, “muy similar” a la de Alfred Marshall –el famoso economista inglés quien en 1890 logró juntar las ideas de oferta, demanda, utilidad marginal y costos de producción como una unidad coherente-.
Así, el académico musulmán también describió la relación entre oferta y demanda, tomando en cuenta además el rol de los inventarios y el comercio de mercaderías, cientos de años antes que Marshall.
Según explica Oláh, el pensador árabe dividió la economía en tres partes: producción, intercambio y sector público, debido a que los precios del mercado según su teoría incluyen salarios, ganancias e impuestos.
Al mismo tiempo, analizó el mercado de bienes, de trabajo y de tierra. “Este enfoque estructurado llevó a Khaldun a inventar la teoría del valor trabajo, lo que en ese sentido lo convierte en un pensador pre-marxiano (o clásico)”.
Y “su idea de que el valor producido es cero si la inversión de trabajo es cero parece sorprendentemente clásica, muy adelantado a su tiempo”, agrega el economista húngaro.
Ideas “clásicas”
desde el Siglo XIV
Según los expertos, las ideas de Khaldun también se anticipan a las teorías económicas de Keynes. Para ver aquello, un extracto de las palabras del pensador árabe, de su famosa obra Muqaddimah, del año 1377.
“Las dinastías y gobiernos sirven como los mercados más grandes del mundo, proveen la sustancia de la civilización. Pero si el gobernante se agarra las propiedades y los ingresos o si no son utilizadas adecuadamente por él, entonces la propiedad en manos del séquito del gobernante será pequeña. Por tanto, cuando dejan de gastar, los negocios se hunden y las ganancias comerciales declinan por el déficit de capital. Además, el dinero circula entre los súbditos y el gobernante, yendo y viniendo. Si el gobernante se lo queda para sí, ya no está disponible para los súbditos”.
En este sentido, Khaldun reconocía la importancia de los emprendimientos privados para determinar el bienestar económico de una nación: “la civilización y su bienestar, así como la prosperidad de los negocios, dependen de la productividad y del esfuerzo de las personas en todas las direcciones respecto a sus propios intereses y ganancia”.
Por tanto, “un príncipe debe prestar atención a los incentivos privados cuando se toman decisiones de política económica”. Khaldun tenía presente que un príncipe necesita dinero para gobernar (ganar aliados, corromper rivales, mantener el ejército, construir fortificaciones, etc.), pero la cuestión de cómo conseguir esos ingresos debe ser abordado con mucho cuidado.
En un famoso pasaje que emplea la lógica del lado de la oferta de la economía, el pensador árabe advertía a los gobernantes a no perjudicar el comercio ni participar directamente en él, torciendo los incentivos del sector privado, por ser “dañino para sus súbditos y ruinoso para la recaudación de impuestos”.
La recaudación de impuestos, afirmaba Khaldun, “puede ser mejorada solamente a través del tratamiento equitativo de las personas, de manera respetuosa y considerada, para que sus esperanzas crezcan y tengan el incentivo para hacer crecer y producir a su capital”.
El estudioso Gonçalo Fonseca afirma que pese a sus recomendaciones para el buen gobierno, Khaldun era pesimista sobre la duración de los reinos.
“Eventualmente, ebrios de poder y olvidadizos del pasado, los de la realeza se tentarán por la tiranía, preparando el escenario para su derrocamiento desde adentro o desde afuera. Es poco probable, afirmaba, que una dinastía dure más de 3 o 4 generaciones”, afirma Fonseca sobre las ideas del “sorprendente” pensador.
Con ello, rechazan la extendida versión de que Adam Smith y los llamados “clásicos” (incluyendo a Marx) sean los padres del pensamiento económico y las ciencias sociales, y concuerda en que fue Ibn Khaldun, nacido en Túnez de una familia árabe andaluza que retornó a esas tierras después de la Reconquista católica en España.
Fonseca, investigador del Instituto para el Nuevo Pensamiento Económico y con doctorado en economía de la prestigiosa New School for Social Research (Nueva York), es justamente quien afirma que, gracias a su “pensamiento metodológico revolucionario, puede argumentarse que fue el primer científico social, en el sentido más estricto del término”.
Por su parte, Oláh –economista húngaro, analista macroeconómico de la Unidad de Pronóstico y Modelación del Ministerio para la Economía Nacional- resalta que “el pensamiento Khalduniano es vergonzosamente similar al de los economistas actuales. Afirma que la división del trabajo sirve como base para cualquier sociedad civilizada, e identifica la división del trabajo no sólo a nivel de las unidades productivas sino también en un contexto social e internacional”.
En este sentido, “es fácil comprender que Ibn Khaldun presentó ideas muy similares a las de Adam Smith, pero cientos de años antes que el filósofo occidental”, agrega Oláh.
Pero además, Khaldun analizó los mercados que surgen en base a la división del trabajo y examinó las fuerzas del mercado en una manera simple y didáctica, “muy similar” a la de Alfred Marshall –el famoso economista inglés quien en 1890 logró juntar las ideas de oferta, demanda, utilidad marginal y costos de producción como una unidad coherente-.
Así, el académico musulmán también describió la relación entre oferta y demanda, tomando en cuenta además el rol de los inventarios y el comercio de mercaderías, cientos de años antes que Marshall.
Según explica Oláh, el pensador árabe dividió la economía en tres partes: producción, intercambio y sector público, debido a que los precios del mercado según su teoría incluyen salarios, ganancias e impuestos.
Al mismo tiempo, analizó el mercado de bienes, de trabajo y de tierra. “Este enfoque estructurado llevó a Khaldun a inventar la teoría del valor trabajo, lo que en ese sentido lo convierte en un pensador pre-marxiano (o clásico)”.
Y “su idea de que el valor producido es cero si la inversión de trabajo es cero parece sorprendentemente clásica, muy adelantado a su tiempo”, agrega el economista húngaro.
Ideas “clásicas”
desde el Siglo XIV
Según los expertos, las ideas de Khaldun también se anticipan a las teorías económicas de Keynes. Para ver aquello, un extracto de las palabras del pensador árabe, de su famosa obra Muqaddimah, del año 1377.
“Las dinastías y gobiernos sirven como los mercados más grandes del mundo, proveen la sustancia de la civilización. Pero si el gobernante se agarra las propiedades y los ingresos o si no son utilizadas adecuadamente por él, entonces la propiedad en manos del séquito del gobernante será pequeña. Por tanto, cuando dejan de gastar, los negocios se hunden y las ganancias comerciales declinan por el déficit de capital. Además, el dinero circula entre los súbditos y el gobernante, yendo y viniendo. Si el gobernante se lo queda para sí, ya no está disponible para los súbditos”.
En este sentido, Khaldun reconocía la importancia de los emprendimientos privados para determinar el bienestar económico de una nación: “la civilización y su bienestar, así como la prosperidad de los negocios, dependen de la productividad y del esfuerzo de las personas en todas las direcciones respecto a sus propios intereses y ganancia”.
Por tanto, “un príncipe debe prestar atención a los incentivos privados cuando se toman decisiones de política económica”. Khaldun tenía presente que un príncipe necesita dinero para gobernar (ganar aliados, corromper rivales, mantener el ejército, construir fortificaciones, etc.), pero la cuestión de cómo conseguir esos ingresos debe ser abordado con mucho cuidado.
En un famoso pasaje que emplea la lógica del lado de la oferta de la economía, el pensador árabe advertía a los gobernantes a no perjudicar el comercio ni participar directamente en él, torciendo los incentivos del sector privado, por ser “dañino para sus súbditos y ruinoso para la recaudación de impuestos”.
La recaudación de impuestos, afirmaba Khaldun, “puede ser mejorada solamente a través del tratamiento equitativo de las personas, de manera respetuosa y considerada, para que sus esperanzas crezcan y tengan el incentivo para hacer crecer y producir a su capital”.
El estudioso Gonçalo Fonseca afirma que pese a sus recomendaciones para el buen gobierno, Khaldun era pesimista sobre la duración de los reinos.
“Eventualmente, ebrios de poder y olvidadizos del pasado, los de la realeza se tentarán por la tiranía, preparando el escenario para su derrocamiento desde adentro o desde afuera. Es poco probable, afirmaba, que una dinastía dure más de 3 o 4 generaciones”, afirma Fonseca sobre las ideas del “sorprendente” pensador.