Desigualdad e inequidad son hoy conceptos insuficientes
La reconocida socióloga Saskia Sassen, observa que las palabras a las que estamos acostumbrados, como “desigualdad”,



no alcanzan para dimensionar fenómenos que causan la falta de reconocimiento —social, económico, simbólico, cultural— de diversos grupos sociales que no están incluidos en el sistema, quedando invisibilizados como resultado de una lógica financiera que se repite en todos los puntos del planeta.En su libro “Expulsiones: Brutalidad y complejidad en la economía global”, la autora profundiza precisamente sobre ese concepto, el de expulsiones. La razón de proponer este nuevo concepto es, en parte, el de “entender a través de nuevas categorías de análisis, lo que está pasando a nivel básico de nuestra realidad. Entonces un fenómeno que me interesó recuperar a través de nuevas categorías es el de las poblaciones desplazadas”. Otro ejemplo que da la académica es “el lenguaje de la desigualdad”, que si bien registra una condición importante, no es suficiente para “capturar la especificidad de nuestra época. Siempre ha existido la desigualdad, cualquier diferenciación puede ser pensada como una forma de desigualdad. Más aún—y esto es muy importante en mi perspectiva— necesitamos nuevos conceptos para capturar la amplitud y la profundidad de los desplazamientos sociales y medioambientales actuales”. El libro destaca que un punto crucial es que cuando una condición se vuelve extrema “no logramos capturarla con nuestras estadísticas y conceptos, y en ese sentido puede volverse invisible. Hay un borde (o margen) sistémico que no tiene nada que ver con fronteras geográficas —es un borde interno a un país— y vemos más y más de estos bordes”.En este sentido, la dinámica clave en ese margen es la expulsión de diversos sistemas: económico, social, biosférico. “Ese margen también se vuelve invisible para los modos corrientes de mirar y construir significado de los Estados y de los expertos, y por eso se vuelve conceptual y analíticamente invisible, imperceptible. Estamos viendo una proliferación de estos márgenes del sistema”, afirma.
La necesidad de nuevos conceptosEn una reciente entrevista con BRAVAS -una revista de la Articulación Feminista Marcosur-, Sassen explica que estos nuevos términos, conceptos o categorías, como la de las expulsiones, son necesarias en parte porque ninguna categoría logra captar una realidad que va cambiando a través de los siglos. “Las categorías existentes nos ayudaron a entender las décadas de la postguerra hasta que empieza la nueva época, en la década de 1980, la de la desregulación, la privatización... Lo importante para mí en Expulsiones fue recuperar la enorme diversidad de factores que van expulsando a gente de sus hábitats. Y es una diversidad que va en aumento en cuanto a los vectores que generan nuevas condiciones”, dice la socióloga.La autora recupera el hecho de que esta diversidad se manifiesta efectivamente en factores muy diferentes, pero que todos están produciendo desplazamientos: las guerras en África, la contaminación de tierras y agua en Estados Unidos y Rusia por la minería, la extracción de agua por Nestlé, Coca Cola y otras 25 grandes embotelladoras que dejan acuíferos muertos, secos; los pobres que quedan reducidos a vivir en la calle, las clases medias cuyos hijos no logran los niveles de sus padres. “Todos estos diversos desastres funcionan como indicadores de una condición que se va generalizando. En un cierto punto hay que confrontar la variedad de estas expulsiones y reconocer que tenemos que empezar a entender la conexión a un nivel más profundo que está en el origen de todas estas condiciones negativas”, afirma Sassen. Y que en lugar de verlos y estudiarlos como fenómenos separados, “tenemos que tomar conciencia de la multiplicidad de vectores destructivos que nuestras sociedades avanzadas han generado. Por eso también el subtítulo del libro es Complejidad y Brutalidad: me enfoco especialmente en cómo sectores muy avanzados generan resultados elementales de destrucción”.
Las mujeres y los “sin poder”También se observa la necesidad de trascender las divisiones que se suelen crear entre los distintos problemas y sectores de la sociedad, algo que generalmente se hace para facilitar el estudio de los casos, pero que a la larga dificulta la comprensión del problema en grande.Así, la autora considera que “un hecho que necesitamos reposicionar es que hay transversalidades que conectan a hombres y mujeres y niños por vectores particulares —clase económica, persecuciones religiosas, etcétera— y que no podemos simplemente poner a todas las mujeres de un lado y a los hombres de otro. También aquí necesitamos transversalidades y una de estas es la interseccionalidad”.Por otra parte, Sassen considera a la ciudad como el espacio donde los “sin poder” pueden hacer historia y que las fronteras están en las grandes ciudades, que son también una zona de combate. “En la ciudad, la falta de poder se puede volver compleja y en esa complejidad los sin poder pueden ser actores políticos. Me recuerda a la gran frase de los activistas pobres en América Latina: ‘Estamos presentes’. Le pueden decir al poder: estamos aquí, esta también es nuestra ciudad”, sentencia.