La congregación de propaganda fide y los franciscanos Fr. Lorenzo Calzavarini ofm.
Prólogo Muy distinguida Señora Presidenta, Dra. Laura Escobari de Querejazu; Distinguidos miembros de la Academia Boliviana de Historia; Damas y Caballeros. Estoy ante ustedes para ilustrar una realidad que ha sido parte de nuestra historia; y lo fue en forma intermitente. Un morir y un...



Prólogo
Muy distinguida Señora Presidenta, Dra. Laura Escobari de Querejazu; Distinguidos miembros de la Academia Boliviana de Historia; Damas y Caballeros.
Estoy ante ustedes para ilustrar una realidad que ha sido parte de nuestra historia; y lo fue en forma intermitente. Un morir y un nacer, que cierran y abren épocas de grandes trasformaciones en la nación boliviana.
Es una honor para quien les habla estar entre ustedes para dialogar sobre las “Reducciones franciscanas que en su momento colonial” van desde los años 1755 a 1825. Es una imagen compleja. Opiniones divergentes se acorralan a su favor o en su contra con motivo de incluirlas o no en una visión de patria insertada en su pasado, comprensiva de su presente y proyectada hacia su futuro. Nosotros aceptamos su presencia como factor positivo según una ideología de “nación”; y menos de “patria”, en los aconteceres políticos de Bolivia.
Hacemos referencia explícita al escrito: Encyclicas o Cartas circulares, que en tiempo de su oficio expidió a los Reverendos Padres Conversores de las Conversiones, o Reducciones de su cargo el P. Antonio Comajuncosa. Las cartas son, sobre todo, indispensables para captar el espíritu y voluntad que animaron a los franciscanos. Fueron denominadas Encyclicas, en cuanto estuvieron escritas por una autoridad constituida, que era el Prefecto de misiones. Asimismo, no encontraremos en ellas la extensión y postura en cuanto a la conocida “contienda” entre el P. Antonio Comajuncosa y Don Francisco Viedma. Las discusiones vertieron sobre aquel tanto de legitimidad que justificaba el modelo reduccional. La defensa del modelo correspondió al P. Prefecto, y la introducción de tal tema, en declaraciones formales con los Padres Conversores, equivalía a poner en duda el sistema de acción que era del Colegio de propaganda Fide. Por tanto, lo que el P. Antonio escribió era de completa sintonía con los frailes; y él, consciente de su ministerio, no descartó sacrificios por defender el legado de presunción de bien a favor de los pueblos originarios. En su obligación de custodiar al régimen reduccional no reparó en consideraciones de amistad y fue claro en sus señalamientos con las autoridades involucradas en el asunto.
Su certeza era tan fuerte, que todos sus escritos fueron para sustentar la validez del obrado de los Padres Franciscanos. Los escritos: Estatutos Municipales, El Prefecto de misiones..., El manual de misioneros para el uso uniforme de los Padres del Colegio de Propaganda Fide...de Tarija, las Biografías de los Padres, inscritos al Colegio-, y más el Manifiesto... son gritos frente a la historia de la justeza del entender y obrar en aquel momento histórico. Los acontecimientos posteriores fueron de negación de las realidades defendidas por el P. Antonio Comajuncosa. Aceptamos que eran parte de un mismo proceso en el que se inscribieron “vencidos y vencedores” y asumir “palabra” en el asunto fue de gran mérito. Esta nuestra proposición pretende ser invitación a la conservación y conocimiento de nuestros archivos. En el caso del P. Antonio Comajuncosa, impulsamos la publicación de todas sus obras en edición crítica.
Las Encyclicas fueron excluidas de la obra: Presencia franciscana y formación intercultural en el sudeste de Bolivia, según documentos del archivo franciscano de Tarija 1606-1936, [Editor Lorenzo Calzavarini, Santa Cruz, 2005-2006] en razón de ser un documento completo en sí, donde el todo habría ocupado muchas páginas y el poco habría sido contradicción de selección. Por su género y sentido dado al escrito por su autor, nos ha obligado a exponer sobre el tema: Encyclicas o Cartas circulares del P. Antonio Comajuncosa, 1794-1801 (e historiación del régimen reduccional franciscano, 1755-1825, según fuentes del Archivo Franciscano de Tarija), que nos ha obligado a recurrir a más escritos para dar contexto a decisiones y acciones, que han sido tiempo de nuestra historia. A ustedes por la alta distinción, que me han otorgado, muchas gracias.
Tarija, 3 de mayo de 2007.
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LA CONGREGACIÓN DE PROPAGANDA FIDE Y LOS FRANCISCANOS
Con la Constitución Inescutabili divinae [providenciae arcano] del 22 de junio de 1622, el Papa Gregorio XV creaba en Roma la Congregación de Propaganda Fide. Su organización y atributos fueron especificados en la Constitución sucesiva de julio del mismo año, que es la Romanum decet Pontificem. Se nucleaba un cuerpo de cardenales y funcionarios con el objetivo de tratar asuntos concernientes a la propagación de la Fe en todo el mundo, con atención prioritaria al universo extra- europeo.
La postura papal, muy manifiesta en los dos documentos, era acentuar características espirituales y eclesiales en la acción de los misioneros. De hecho, españoles y lusitanos habían ampliado la iglesia católica y, por decisión directa de la Santa Sede, la evangelización se había extendido a China, Japón, África, India, manteniendo siempre una presencia muy consolidada en el Oriente próximo. Se hacían necesarios, por tanto, mecanismos y lazos de comunión que salvaguardaran la unidad de las creencias y prácticas religiosas. La misma diversidad de las culturas imponía no tan sólo una acción de supervisión sino también espacios de preparación intelectual y teológica para los misioneros.
Los Colegios de Propaganda Fide
En aquellos “tiempos de calamidades”, [Innocentius Papa XI: “Ecclesiae Catholicae” en Mágnum Bullarium Romanum, Tomus Undecimus, Luxemburgi, MDCCXXXIX], la presencia evangelizadora más amplia correspondía a los franciscanos de la familia de la Observancia. La realidad de la Congregación de propaganda Fide interesaba sobre todo a ellos; y colaboraron para la realización de sus propósitos. Así tenemos que en la reunión de 1628, fuera estudiada la propuesta del P. Antonio Bolívar, franciscano de la provincia de los Doce Apóstoles del Perú, que en 1631, con otros dos compañeros murió flechado por los guaraníes de la Frontera de Chuquisaca. Proponía que cada obispado debía disponer de un con personal dedicado a la predicación entre los infieles y pueblos cristianos. Especificaba también que la tercera parte de los sacerdotes fuera con destino a los pueblos de indios, que vivían sin presencia cristiana; asimismo, que tal labor fuera condición sine qua non para recibir algún beneficio. Pregonaba incluso que en cada provincia franciscana se destinara uno o dos conventos de frailes misioneros, para el aprendizaje de las lenguas nativas, y que en cada capítulo provincial (de tres en tres años) se destinara no menos de 20 religiosos para las “conversiones vivas, y más que ninguna provisión de curatos y prelacías fueran concedidas sin haber tenido una experiencia previa en el camino indicado”. [Saiz F., Los Colegios de Propaganda Fide en Latinoamérica, Lima, 1992, pág. 45]
A la sombra de Propaganda Fide, los franciscanos crearon una nueva institucionalidad en el interior de la orden seráfica, empezando un proceso de evangelización acorde con lo expresado por el P. Gregorio Bolívar. Su iniciador fue el P. Antonio Llinás. Él había nacido en Mallorca en 1635; en 1660 se ordenó como sacerdote franciscano y, en 1664, se embarcó para México. Inició su vida misionera en Querétaro como profesor de arte; y en 1679, fue nombrado “custodio” de la Provincia de Michoacán con la obligación de asistir al futuro capítulo general de Toledo de 1682. Allí, encontró al iluminado ministro general de la orden que era el P. Joseph Ximénez Samaniego, embebido de los propósitos de la Congregación de Propaganda Fide. En respuesta a las peticiones del P. Llinás de más misioneros, le dio la idea de formar colegios; y esto para la preparación, continuidad y recambio de los misioneros mismos. Por esta razón, le encargó consultar al Rey y Consejo de Indias para el aval civil y político del proyecto.
La propuesta fue aceptada y posteriormente presentada al Papa Inocencio XI, que la aprobó con la Constitución de Eclesiae Catholicae del año de 1686. En el documento se mencionan al P. Buenaventura Díaz, procurador en la curia romana de asuntos españoles y al P. Antonio Llinás, Prefecto de misiones (de Querétaro) y al P. Martín de Soriano, ministro general y sucesor del P. Joseph Ximénez de Samaniego, entonces obispo de Plasencia, hasta su muerte en 1492.
Los puntos principales de Iglesiae Catholicae eran:
- Los Colegios se erigen en España, Filipinas, México, Perú y otras indias occidentales. Los Colegios de España deben servir para la preparación de no menos de dos años para los candidatos a la evangelización en las Américas: la conversión de los infieles y la salud espiritual de los fieles.
- Ya se han enviado 24 religiosos, con el permiso del Romano Pontífice y a expensas del Rey Católico. El convento de la Santa Cruz de Querétaro será el primer Colegio que se regirá según las Constituciones Generales de los Franciscanos Observantes y los Estatutos Particulares del Colegio.
- El Colegio, si bien relacionado con la provincia religiosa, tendrá legislación autónoma, con régimen de autoridades que une el Comisario General de las Indias en Madrid, el Comisario en Latinoamérica, el P. Guardián y Prefecto de misiones; éstos dos últimos, autoridades del Colegio mismo.
- El Colegio tendrá vida estrictamente religiosa-franciscana; tiempos de oración y estudio comunitarios, cuidado de la biblioteca y reducidas relaciones de los frailes con el universo externo al convento.
- Se mantendrán complementarios dos espacios de trabajo: el propiamente conventual, y el de evangelización. El conventual puede recibir hasta novicios, y por tanto ser casa de recepción de candidatos a la orden y de preparación al sacerdocio, con escolaridad en humanidades, filosofía y teología.
Debemos entender que, bajo la Congregación de Propaganda Fide en Roma, también las iglesias latinoamericanas asumieron características de mayor universalidad y, al mismo tiempo, el poder desligarse de los condicionamientos propios de la situación colonial. Con la insistencia en la acción espiritual y eclesial, la Santa Sede insertaba una relación nueva respecto al Patronato regio. La complementación jurídica papal suavizó intromisiones directas y propuso un dialogo, que, si bien entre lejanos, era terreno de mutuas conversaciones.
Creación del Colegio de Propaganda Fide en Tarija: novedades y contradicciones
Si bien la constitución Eclesiae Catholicae anotaba a todo el territorio colonial hispano para posibles fundaciones de Colegios de Propaganda Fide, su realización fue relativamente tardía en el continente Sur. El primero, creado con todas las formalidades, fue el de Tarija; si bien en medio de dificultades para su realización.
Como hemos indicado, los seminarios latinoamericanos tenían su complementariedad con los de España. [Saiz F., Los Colegios de Propaganda Fide en Latinoamérica..., op. cit., págs. 32-33; 63-72)]. El mismo P. Antonio Llinás fundó: Escornalbou en 1688 (Cataluña); Nuestra Señora de la Oliva, 1689 (Castilla); San Antonio de Arcos de la Frontera, 1698 (Andalucía); San Roque de Calamocha en 1690 (Aragón); San Esteban de Cehegín en 1690 (Cartagena), Santo Espíritu del Monte en 1690 (Valencia). Con iniciativas de otros franciscanos nacieron: San Juan de Villaviciosa (Asturias) en 1692; San Antonio de Herbón (Asturias) en 1702; Nuestra Señora de los Ángeles de la Moheda (Extremadura) en 1727; Colegio de Olite (Navarra) en 1745; San Juan Bautista de Zarauz (Cantabria) 1746; y San Buenaventura de Baeza (Granada) en 1809.
En los mismos años surgieron en Latinoamérica los Colegios de Querétaro (1682) reconfirmado en 1688; Cristo Crucificado de Guatemala (1692); Nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas (1704); San Fernando de México (1732); San Francisco de Pachuca, ligado a la familia franciscana de los Descalzos, en 1732 y reconfirmado en 1771; San José de la Gracia de Orizaba (Puebla-México) en 1799; Nuestra Señora de las Gracias de Popayán en 1753 y reconfirmado en 1755; San Joaquín de Cali en 1756; Purísima Concepción del Píritu (Venezuela); San Francisco de Panamá. 1785; Santa Rosa de Ocopa en 1758; Nuestra Señora de los Ángeles de Tarija en 1755; San Ildefonso de Chillán en 1756; Nuestra Señora del Mayor Dolor de Moquegua 1795 (Perú); San José de Tarata en 1794; San Carlos de San Lorenzo (Argentina) en 1784; Nuestra Señora de Zapopán (Guadalajara-México) en 1812.
El convento de Santa María de los Ángeles de Tarija era parte de la Provincia de San Antonio de los Charcas, que tenía su central en el Cuzco. Su gobierno, ministro provincial y su consejo, habían aprobado la cesión de los conventos de Ocopa o de Urubamba para la fundación de un Colegio de Propaganda Fide; pero, al momento de la entrega, ni el uno ni el otro fueron cedidos. La situación se hacía insostenible para el Comisario General de Lima, el P. Francisco Soto y Marne, que había invitado a los franciscanos para la realización del proyecto. De hecho en 1751 desde España se habían puesto de viaje dos numerosos grupos de misioneros: uno de 35 hacia Lima y otro de 54 hacia Buenos Aires. Detenidos en Ocopa, éstos reclamaron que su venida era con propósitos de ir a misiones y no integrarse en una provincia.
La expresión marcaba la diferencia entre dos opciones: el concepto de misionero, ligado a un convento; y el otro, de misionero de Colegio de Propaganda Fide, en el cual todo el universo legislativo estaba canalizado hacia una acción entre los pueblos originarios todavía no cristianos. El P. Mingo de la Concepción, presente en Ocopa, hace alusión a los comportamientos de los padres responsables y en situación de disputa entre sí. Anota que el P. Comisario General se fue “enfadado” hacia Lima y que el Ministro Provincial “se retiró al convento de Arequipa, donde (sin más comentarios) se dice que murió. Las decisiones para Tarija se movieron entre contradicciones y se presentaron como resolución inesperada. La erección del Colegio de Propaganda Fide se dio el 3 de abril de 1753 en Lima. [“Patente i licencia para la erección del Convento en Colegio de Misioneros, y la aceptación de la Provincia y de los misioneros”, A.F.T. EP-11.a, en Presencia franciscana y formación intercultural en el sudeste de Bolivia según documentos del Archivo Franciscano de Tarija, 1606-1936, Ed. L. Calzavarini, Santa Cruz, 2004, Tomo II, págs. 423-430], firmada por el Comisario General Fray Francisco Soto y Marne. El debió imponer toda su autoridad si consideramos la respuesta, que otorgaba la cesión del convento de Tarija de parte de la provincia de San Antonio de los Charcas el 28 de Julio de 1755 [“Carta de cesión del Convento de San Francisco de parte de la Provincia de San Antonio de los Charcas”, A.F.T. RR-17.a, en Presencia Franciscana y formación intercultural..., op. cit., págs. 431-434], El primer documento mostraba la siguiente lógica:
- El gran número de misioneros, después de haber “sacrificado al Señor sus patrias y sus provincias en aras de tantos peligros, trabajos, navegaciones, caminos y fatigas, padece hoy el doloroso desconsuelo de ver frustrado el santo fin de sus apostólicos fervores; y no se puede tolerar una situación de supernumerarios en Ocopa.
- Las provincias tienen la obligación de erigir Colegios-Seminarios según el mandato de la bula de Papa Inocencio XI.
- El convento de Tarija se trasformará en Colegio para la “reducciones y conversiones vivas” que se fundarán en las montañas confinantes.
- Se nombra a los hermanos con destino a Tarija, que corresponden a las necesidades de comenzar la construcción del Colegio mismo, la dedicación a la predicación entre fieles y ensayar caminos de evangelización entre los pueblos originarios.
- Se prohíbe el regreso a España de los frailes y se condena a quienes “provocan desconsuelo en los que se sienten defraudados de aquel ejercicio fervoroso que se les facilitaba en la España”.
La carta de cesión (el segundo documento) del convento de Santa María de los Ángeles de Tarija se mantiene en el mismo tono de defensa de su propia autoridad. Ante todo sorprende que este documento sea posterior al otro; además, se insinúa una aceptación de parte de la Provincia por “obediencia” (que no implicaba una voluntad positiva en el asunto), se entrega el convento pero se conservan ciertos derechos acumulados; haciendo referencia a la Bula de Inocencio XI se reclaman privilegios, que resultan onerosos a la situación de necesidad de iniciar la actividad del Colegio; se reclama el permiso del ministro provincial en el caso de que religiosos de San Antonio de los Charcas pidan integrarse al Colegio por las siguientes razones: el fraile puede ser necesario o bien pueda ser alguno que quiera “huir” de la corrección de los prelados; y por último, que los misioneros que se enviaran a Apolobamba debían quedar bajo la jurisdicción del ministro provincial y no del Colegio de Propaganda Fide de Tarija.
La dureza de las dos posturas calificaba el momento en el cual se concluía un proceso histórico y se abría otro. Por ley de Fernando VI del año de 1751, los franciscanos debían dejar las doctrinas para entregarlas al clero secular. Éstas eran parroquias de indios, organizadas en términos de regiones, donde “los religiosos mantenían un culto espléndido, mayor número de ministros, escuelas de música y primeras letras, colegios y bibliotecas, que no puede sostener un clérigo secular que preside una parroquia; ellos defendían con más valor y constancia a la clase indígena de las vejaciones de los encomenderos y de la tiranía de los encargados del poder político; ellos gastaban sumas inmensas en la construcción y reparación de templos; y ellos evangelizaban con desinterés a mayor número de feligreses: yo no puedo dejar de tributarles este homenaje debido a la justicia y a la verdad” [“Testimonio de un canónigo mexicano” en Gómez Cañedo L., Evangelización y conquista: una experiencia franciscana, México, 1977, pág. 50].
Por lo que tocaba a la provincia de San Antonio de los Charcas, por la ley nombrada, era alejada del conjunto de doctrinas de Colca, que se extendía entre Arequipa y Cuzco.
Renovación del carisma evangelizador franciscano en/desde Tarija
Como mostraremos después, la institución de los Colegios de Propaganda Fide recogía el momento carismático de la historia franciscana en el continente latinoamericano. Los frailes ubicaban sus casas en los límites de la plaza mayor, que podía también definirse territorio de extra muros. Sin responsabilidades parroquiales en las ciudades, su propósito de vida era testimoniar un mensaje evangélico y franciscano, que correspondía al vivir “sin nada de propio”. El sustento diario era la huerta y el andar limosneando. Por tales necesidades, el convento era conjunción entre estamentos de indios e hispanos. La predicación, además, obligaba a aprender las lenguas autóctonas; y, siempre por tal ministerio, se fomentaban universos de comunión en las creencias católicas y de participación en las mismas prácticas simbólicas.
Mientras en el espacio ciudadano, el convento mantenía intercomunicación entre estamentos sociales diferenciados, en el mundo rural el indio era la presencia más uniforme. Los conflictos diversificaron la presencia franciscana si bien siempre dentro la misma organización de la orden: la una conventual, otra de reducciones, y la última, la de las doctrinas. Los nombres más representativos de las tres opciones fueron: Francisco Solano (Andalucía, 1549 y Lima. 1610), Luis Bolaños (Marchena, 1539 y Buenos Aires, 1629) y Luis Jerónimo de Oré (Ayacucho 1554 y La Imperial Concepción de Chile, 1630).
La justificación para la creación del Colegio de Propaganda Fide en Tarija era la de las “reducciones y conversiones vivas”, Seguramente el acentuar sobre tal calificación conllevaba a que la orden franciscana, por la secularización de las doctrinas, quedara encerrada a la sola distribución de 1os conventos (juntos formaban una provincia), que correspondía al territorio del Estado colonial consolidado. La unidad provincial, sin embargo, llevaba diferencias por las características de los conventos en sí. Los grandes correspondían a la sede del ministro provincial, las casas de estudio con obligatoria acción escolar y de introducción a la vida franciscana y las otras de compromisos sociales (doctrinas, escolaridad, caridad). Existían también conventos, dedicados a una institucionalidad más rígida y de compromisos espirituales.
Por estar sin propósitos de acción y sin actividades externas, las Recoletas no interferían en asuntos de gobierno provincial. Al contrario de éstas, los objetivos e institucionalidad de los Colegios de Propaganda Fide introducían elementos de separación jurídica, autonomía de decisiones y la definición de un territorio de trabajos, bien preciso, si bien, ubicado en la periferia colonial. Todos estos elementos, sí recuperaban el carisma inicial franciscano; al mismo tiempo, eran espacios de innovación que no podía asumir una provincia por estar cargada de tradiciones. Lo preciso era pensar en una complementariedad de vida franciscana, que unía lo antiguo y lo nuevo. Las preeminencias de los colegios residían en su misma actividad interna y externa. Por la primera, los Colegios de Propaganda Fide podían considerarse como grupo más selecto con escolaridad permanente, con más capacidad de recambio entre los religiosos, que pasaban de la vida conventual a la de las misiones “vivas” por simple decisión del prefecto y guardián, por el flujo permanente de religiosos y su continua conexión de actividades con Madrid y por una mayor dedicación a la predicación; por todos esos aspectos la biblioteca era máxima oficina totius conventi. Esa movilidad era indicada precisamente por el verbo “huir” y “vagabundos” (ausencia de permanente control directo) que los frailes de la provincia atribuían de vez en cuando a los hermanos de los Colegios de Propaganda Fide.
La sumatoria de las divergencias se mostró en la fundación del Colegio de Tarija. La provincia de San Antonio de los Charcas entregó el convento en destrucción, incapaz de cobijar cuatro frailes, y con el templo en situación de abandono. Superada la incertidumbre de hacerse cargo de tan poca cosa y casa, el 14 de octubre de 1755 iniciaron su vida bajo régimen de Propaganda Fide. Hasta el año de 1767 se dedicaron a lo más necesario para la construcción del “cuartel general” de los franciscanos en el sudeste de Bolivia. Se empezó con la construcción del claustro central, contiguo al templo con una línea de celdas, que formaban con el comedor y biblioteca (piso superior) un claustro abierto. Se terminó con la construcción de la enfermería y de las oficinas. De los cuatro frailes, llegados el 24 de septiembre del año siguiente, de forma escalonada, llegaron a Tarija, 11 sacerdotes, 6 hermanos legos y tres donados.
Según refiere el P. Mingo de la Concepción, “fiados en la divina misericordia y en la esperanza de que los piadosos señores vecinos de Tarija y de su comarca, concurrirían y ayudarían con sus limosnas comenzamos, desde luego, a experimentar que nada nos faltaba para pasarlo bien y con decencia. Y aunque es cierto que en el mes inmediato de noviembre del mismo año estábamos ya de comunidad, veinte sujetos a saber, once sacerdotes, seis hermanos legos y tres donados, no solamente teníamos el sustento diario necesario sino que sobraba comida diaria para los pobres de la portería” [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas de Tarija entre chiriguanos, Ed. Bernardino del Pace, Tarija, 1996, págs. 55-56],
La construcción del convento fue con promesa de arreglar cuentas en tiempos posteriores con don José Hurtado de Saracho (fabriquero también de la iglesia matriz), quien, junto al P. Antonio Oliver, fue también su arquitecto. El complejo conventual quedó definitivamente completado en el año de 1793 cuando doña Agustina de Echalar donó el terreno contiguo a la huerta, donde funcionó la escuelita de San Francisco.
Más allá de las incertidumbres iniciales
Hemos relatado las circunstancias desfavorables para viabilizar, desde la realidad del convento de Santa María de los Ángeles de Tarija, el Colegio de Propaganda Fide. En realidad, el proyecto misionero exigía una residencia multisectorial, por lo cual se la indicaba también como “seminario”. Se trataba de una perspectiva de trabajo, que correspondía a un modelo de acción socio-religiosa, que complementaba elementos prácticos (de residencia central, templo, biblioteca, oficinas, medios de movilización, enfermería, procuradurías) con actividades de estudio, predicación, liturgia y condiciones de vida religiosa. Esto determinaba para trasformar la “ermita” franciscana en centro de comunicación en la diversidad cultural del Sur de Bolivia, de mutuas interrelaciones económicas, de comunión entre ciudad y campo y de decisiones compartidas entre el Colegio y los territorios misionales.
La estrechez y la falta de lo necesario no desanimaron a los frailes de Tarija. Su primer cronista y uno de los fundadores, P. Mingo de la Concepción, nos dice que en la misma fecha de entrega del convento de Santa María de los Ángeles se empezó a vivir según las normas de los Colegios de Propaganda Fide. El citado religioso escribió: “Desde el 14 de octubre de 1755 en el que tomamos la posesión de la tal cual habitación que hallamos en lo que era convento y pasó a ser erecto en Colegio de Propaganda Fide, comenzamos a practicar con tesón los ejercicios indispensables del coro, confesionario, pulpito y demás actos de comunidad bien arreglada; como asimismo, la solicitud de hacer misiones entre fieles y de adquirir conversiones entre infieles.” [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas de Tarija..., op. cit., pág. 85],
Según esas indicaciones, la nueva comunidad franciscana quedó comprometida en dos actividades: la conventual, dedicada a la construcción del Colegio de Propaganda Fide; y la misionera, con compromisos de viajes y residencias extra conventuales. Esas últimas disminuyeron el número de frailes y permitieron la unidad del proyecto global. Ante todo, se preocuparon de las predicaciones entre fieles. Se trataba de estadías prolongadas en los pueblos ya cristianos. Desde 1756 a 1773 se enumeran los siguientes lugares: 1756 y 1757: Bermejo y cercanías de la ciudad de Tarija; 1758: Tomina, La Plata, Palcha, Tarabuco, Tocopaya, Tomina, Laguna, Villar, Sopachui; 1759: Villa de Potosí, Libilibi, Tupiza, Suipacha; 1759: Cochabamba, Arque, Oruro, Sicasica; 1762: La Paz, Chucuyto, Puno; 1764: Ciudad de Santiago del Estero y Jujuy; 1765-1766: Valle de Cinti y sus doce parroquias; 1772: Tupiza y valle de Cinti; 1773: Tomina y Pomabamba; y 1774: Valle de Tarija. [Comajuncosa A., Manifiesto histórico, geográfico, topográfico, apostólico y político de los que han trabajado, entre fieles e infieles los misioneros franciscanos de Tarija, 1754- 1810, Ed. P. Gerardo Maldini, Tarija, 1993, pág. 66],
El P. Antonio Comajuncosa prosigue [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág. 67]: “Pero el ánimo ha sido siempre reformar las costumbres de todos los fieles de ese continente. Era corto este ámbito para desfogar su espíritu y por esto, en el año de 1774, fueron enviados tres misioneros a la Costa del Mar del Sur, e hicieron misiones desde Pica hasta Arequipa. Luego, el año siguiente de 1775 resonaron esas trompetas evangélicas, ya en la ciudad de La Paz, ya en la de La Plata y Villa de Potosí con fervorosas misiones; y en el inmediato de 1776 pasaron a la diócesis de Santa Cruz de la Sierra y las hicieron, en la ciudad de Jesús del Vallegrande, en Samaypata, Chillón, Totora, Tintín, Ayquile, Misque, Homereque, y su viceparroquia Chingurí; en Tarata, Punata y Arani; y entrando en el arzobispado, siguieron la misma tarea en la Villa de Oropeza de Cochabamba y en los curatos de Quillacollo Sipesipe, perseverando constantes en la Villa de la Laguna el año siguiente de 1778.”
Lo que sorprende no es tanto la abundancia de las informaciones de lugares, sino más bien, la diversidad de los mismos, lo cual demuestra que el nivel cultural y teológico del convento franciscano de Tarija era muy alto. Paralelamente a las actividades de predicaciones, se inició el proceso de evangelización entre infieles, que, en 1778, era una realidad bien consolidada en la región de la Frontera de Chuquisaca y parte de la Cordillera.
Nos interesa al momento subrayar cómo las incertidumbres de los primeros tiempos no humillaron el espíritu de los frailes. Simultáneamente con las predicaciones y la construcción del convento se inició también la actividad entre los infieles en la región de la Villa de Tarija. El relator fue siempre el P. Mingo de la Concepción, que intentaba recobrar una tradición misionera franciscana. De hecho, desde el convento de Tarija, fundado en el año de 1606, no tenemos informaciones de presencia entre los pueblos originarios. Ésta, parece más bien haber sido originada desde los franciscanos de Sucre y de Potosí hacia las misiones de Tambabera y Tayaguasu, sitas en las cercanías de Salinas. No se dieron resultados, excepto de un universo de representaciones cristianas tal como se las indicaba en el acontecimiento del descubrimiento de una cruz, cuidada por un anciano, que dijo a los guaraníes que desde tiempos antiguos los estaba esperando. La cruz fue trasladada al convento de Tarija. El acontecimiento se daba en la población de Torres en 1616 [Mendoza D. de, Crónica de la Provincia de San Antonio de los Charcas, -1666-, La Paz, 1976, págs. 119-124], En los años posteriores, los padres jesuitas y dominicos se ubicaron en Salinas, Tariquea y Chiquiacá. Los dominicos fueron martirizados en el año de 1728 y el jesuita, P. Julián Lizardi, en 1735. La sublevación fue guiada por el cacique Aruma [Calzavarini L., Nación chiriguana: grandeza y ocaso, Cochabamba, 1980, pág. 150],
El abandono de la presencia cristiana, impulsó al P. Manuel Mingo a introducirse en Tariquía, el 27 de enero de 1757. No hubo éxitos significativos, al contrario, se apresuró la decisión de la Audiencia de programar para los jesuitas la parte Sur, desde Tarija hacia Yacuiba; y para los franciscanos, la Frontera de Chuquisaca. A razón de tal división, aún, se propuso a los franciscanos La Recoleta de La Plata como implantación del Colegio. El Rey aceptó, en 1759, [“Copia de lo que escribió el Rey Nuestro Señor a la Real Audiencia de La Plata, denegándose a la intentada traslación de los Misioneros de Tarija a la Recoleta de aquella ciudad”, A.F.T. RR-1, en Presencia Franciscana y formación intercultural en el sudeste de Bolivia..., op. cit.. pág. 607] la propuesta de los franciscanos de quedarse en Tarija. La legitimación oficial fue que donde “hay muchos honores también se presentan muchas obligaciones” [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas…,op. cit., pág. 76]. Más profundamente, esa voluntad estaba en función de una nueva metodología franciscana. La actividad misionera era espacio separado y no estrechamente ligado al convento, si bien, como Colegio de Propaganda Fide, estaba unido al plan general de evangelización. Él era sólo “seminario” o espacio de preparación, que no debía condicionar el desarrollo de las iniciativas locales entre los pueblos originarios. La división del campo de trabajo con los padres jesuitas y la aceptación de los franciscanos de dedicarse a los chanés de la Frontera de Chuquisaca era implantar un principio de autonomía en aquellas regiones. El propósito, manifestado por el P. Antonio Comajuncosa, era que ellas debían diferenciarse del camino de las “antiguas provincias” [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág. 79] en una política territorial y cultural, donde ninguna nación debía ser dividida ni por obispado ni por gobernación.
Muy distinguida Señora Presidenta, Dra. Laura Escobari de Querejazu; Distinguidos miembros de la Academia Boliviana de Historia; Damas y Caballeros.
Estoy ante ustedes para ilustrar una realidad que ha sido parte de nuestra historia; y lo fue en forma intermitente. Un morir y un nacer, que cierran y abren épocas de grandes trasformaciones en la nación boliviana.
Es una honor para quien les habla estar entre ustedes para dialogar sobre las “Reducciones franciscanas que en su momento colonial” van desde los años 1755 a 1825. Es una imagen compleja. Opiniones divergentes se acorralan a su favor o en su contra con motivo de incluirlas o no en una visión de patria insertada en su pasado, comprensiva de su presente y proyectada hacia su futuro. Nosotros aceptamos su presencia como factor positivo según una ideología de “nación”; y menos de “patria”, en los aconteceres políticos de Bolivia.
Hacemos referencia explícita al escrito: Encyclicas o Cartas circulares, que en tiempo de su oficio expidió a los Reverendos Padres Conversores de las Conversiones, o Reducciones de su cargo el P. Antonio Comajuncosa. Las cartas son, sobre todo, indispensables para captar el espíritu y voluntad que animaron a los franciscanos. Fueron denominadas Encyclicas, en cuanto estuvieron escritas por una autoridad constituida, que era el Prefecto de misiones. Asimismo, no encontraremos en ellas la extensión y postura en cuanto a la conocida “contienda” entre el P. Antonio Comajuncosa y Don Francisco Viedma. Las discusiones vertieron sobre aquel tanto de legitimidad que justificaba el modelo reduccional. La defensa del modelo correspondió al P. Prefecto, y la introducción de tal tema, en declaraciones formales con los Padres Conversores, equivalía a poner en duda el sistema de acción que era del Colegio de propaganda Fide. Por tanto, lo que el P. Antonio escribió era de completa sintonía con los frailes; y él, consciente de su ministerio, no descartó sacrificios por defender el legado de presunción de bien a favor de los pueblos originarios. En su obligación de custodiar al régimen reduccional no reparó en consideraciones de amistad y fue claro en sus señalamientos con las autoridades involucradas en el asunto.
Su certeza era tan fuerte, que todos sus escritos fueron para sustentar la validez del obrado de los Padres Franciscanos. Los escritos: Estatutos Municipales, El Prefecto de misiones..., El manual de misioneros para el uso uniforme de los Padres del Colegio de Propaganda Fide...de Tarija, las Biografías de los Padres, inscritos al Colegio-, y más el Manifiesto... son gritos frente a la historia de la justeza del entender y obrar en aquel momento histórico. Los acontecimientos posteriores fueron de negación de las realidades defendidas por el P. Antonio Comajuncosa. Aceptamos que eran parte de un mismo proceso en el que se inscribieron “vencidos y vencedores” y asumir “palabra” en el asunto fue de gran mérito. Esta nuestra proposición pretende ser invitación a la conservación y conocimiento de nuestros archivos. En el caso del P. Antonio Comajuncosa, impulsamos la publicación de todas sus obras en edición crítica.
Las Encyclicas fueron excluidas de la obra: Presencia franciscana y formación intercultural en el sudeste de Bolivia, según documentos del archivo franciscano de Tarija 1606-1936, [Editor Lorenzo Calzavarini, Santa Cruz, 2005-2006] en razón de ser un documento completo en sí, donde el todo habría ocupado muchas páginas y el poco habría sido contradicción de selección. Por su género y sentido dado al escrito por su autor, nos ha obligado a exponer sobre el tema: Encyclicas o Cartas circulares del P. Antonio Comajuncosa, 1794-1801 (e historiación del régimen reduccional franciscano, 1755-1825, según fuentes del Archivo Franciscano de Tarija), que nos ha obligado a recurrir a más escritos para dar contexto a decisiones y acciones, que han sido tiempo de nuestra historia. A ustedes por la alta distinción, que me han otorgado, muchas gracias.
Tarija, 3 de mayo de 2007.
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LA CONGREGACIÓN DE PROPAGANDA FIDE Y LOS FRANCISCANOS
Con la Constitución Inescutabili divinae [providenciae arcano] del 22 de junio de 1622, el Papa Gregorio XV creaba en Roma la Congregación de Propaganda Fide. Su organización y atributos fueron especificados en la Constitución sucesiva de julio del mismo año, que es la Romanum decet Pontificem. Se nucleaba un cuerpo de cardenales y funcionarios con el objetivo de tratar asuntos concernientes a la propagación de la Fe en todo el mundo, con atención prioritaria al universo extra- europeo.
La postura papal, muy manifiesta en los dos documentos, era acentuar características espirituales y eclesiales en la acción de los misioneros. De hecho, españoles y lusitanos habían ampliado la iglesia católica y, por decisión directa de la Santa Sede, la evangelización se había extendido a China, Japón, África, India, manteniendo siempre una presencia muy consolidada en el Oriente próximo. Se hacían necesarios, por tanto, mecanismos y lazos de comunión que salvaguardaran la unidad de las creencias y prácticas religiosas. La misma diversidad de las culturas imponía no tan sólo una acción de supervisión sino también espacios de preparación intelectual y teológica para los misioneros.
Los Colegios de Propaganda Fide
En aquellos “tiempos de calamidades”, [Innocentius Papa XI: “Ecclesiae Catholicae” en Mágnum Bullarium Romanum, Tomus Undecimus, Luxemburgi, MDCCXXXIX], la presencia evangelizadora más amplia correspondía a los franciscanos de la familia de la Observancia. La realidad de la Congregación de propaganda Fide interesaba sobre todo a ellos; y colaboraron para la realización de sus propósitos. Así tenemos que en la reunión de 1628, fuera estudiada la propuesta del P. Antonio Bolívar, franciscano de la provincia de los Doce Apóstoles del Perú, que en 1631, con otros dos compañeros murió flechado por los guaraníes de la Frontera de Chuquisaca. Proponía que cada obispado debía disponer de un con personal dedicado a la predicación entre los infieles y pueblos cristianos. Especificaba también que la tercera parte de los sacerdotes fuera con destino a los pueblos de indios, que vivían sin presencia cristiana; asimismo, que tal labor fuera condición sine qua non para recibir algún beneficio. Pregonaba incluso que en cada provincia franciscana se destinara uno o dos conventos de frailes misioneros, para el aprendizaje de las lenguas nativas, y que en cada capítulo provincial (de tres en tres años) se destinara no menos de 20 religiosos para las “conversiones vivas, y más que ninguna provisión de curatos y prelacías fueran concedidas sin haber tenido una experiencia previa en el camino indicado”. [Saiz F., Los Colegios de Propaganda Fide en Latinoamérica, Lima, 1992, pág. 45]
A la sombra de Propaganda Fide, los franciscanos crearon una nueva institucionalidad en el interior de la orden seráfica, empezando un proceso de evangelización acorde con lo expresado por el P. Gregorio Bolívar. Su iniciador fue el P. Antonio Llinás. Él había nacido en Mallorca en 1635; en 1660 se ordenó como sacerdote franciscano y, en 1664, se embarcó para México. Inició su vida misionera en Querétaro como profesor de arte; y en 1679, fue nombrado “custodio” de la Provincia de Michoacán con la obligación de asistir al futuro capítulo general de Toledo de 1682. Allí, encontró al iluminado ministro general de la orden que era el P. Joseph Ximénez Samaniego, embebido de los propósitos de la Congregación de Propaganda Fide. En respuesta a las peticiones del P. Llinás de más misioneros, le dio la idea de formar colegios; y esto para la preparación, continuidad y recambio de los misioneros mismos. Por esta razón, le encargó consultar al Rey y Consejo de Indias para el aval civil y político del proyecto.
La propuesta fue aceptada y posteriormente presentada al Papa Inocencio XI, que la aprobó con la Constitución de Eclesiae Catholicae del año de 1686. En el documento se mencionan al P. Buenaventura Díaz, procurador en la curia romana de asuntos españoles y al P. Antonio Llinás, Prefecto de misiones (de Querétaro) y al P. Martín de Soriano, ministro general y sucesor del P. Joseph Ximénez de Samaniego, entonces obispo de Plasencia, hasta su muerte en 1492.
Los puntos principales de Iglesiae Catholicae eran:
- Los Colegios se erigen en España, Filipinas, México, Perú y otras indias occidentales. Los Colegios de España deben servir para la preparación de no menos de dos años para los candidatos a la evangelización en las Américas: la conversión de los infieles y la salud espiritual de los fieles.
- Ya se han enviado 24 religiosos, con el permiso del Romano Pontífice y a expensas del Rey Católico. El convento de la Santa Cruz de Querétaro será el primer Colegio que se regirá según las Constituciones Generales de los Franciscanos Observantes y los Estatutos Particulares del Colegio.
- El Colegio, si bien relacionado con la provincia religiosa, tendrá legislación autónoma, con régimen de autoridades que une el Comisario General de las Indias en Madrid, el Comisario en Latinoamérica, el P. Guardián y Prefecto de misiones; éstos dos últimos, autoridades del Colegio mismo.
- El Colegio tendrá vida estrictamente religiosa-franciscana; tiempos de oración y estudio comunitarios, cuidado de la biblioteca y reducidas relaciones de los frailes con el universo externo al convento.
- Se mantendrán complementarios dos espacios de trabajo: el propiamente conventual, y el de evangelización. El conventual puede recibir hasta novicios, y por tanto ser casa de recepción de candidatos a la orden y de preparación al sacerdocio, con escolaridad en humanidades, filosofía y teología.
Debemos entender que, bajo la Congregación de Propaganda Fide en Roma, también las iglesias latinoamericanas asumieron características de mayor universalidad y, al mismo tiempo, el poder desligarse de los condicionamientos propios de la situación colonial. Con la insistencia en la acción espiritual y eclesial, la Santa Sede insertaba una relación nueva respecto al Patronato regio. La complementación jurídica papal suavizó intromisiones directas y propuso un dialogo, que, si bien entre lejanos, era terreno de mutuas conversaciones.
Creación del Colegio de Propaganda Fide en Tarija: novedades y contradicciones
Si bien la constitución Eclesiae Catholicae anotaba a todo el territorio colonial hispano para posibles fundaciones de Colegios de Propaganda Fide, su realización fue relativamente tardía en el continente Sur. El primero, creado con todas las formalidades, fue el de Tarija; si bien en medio de dificultades para su realización.
Como hemos indicado, los seminarios latinoamericanos tenían su complementariedad con los de España. [Saiz F., Los Colegios de Propaganda Fide en Latinoamérica..., op. cit., págs. 32-33; 63-72)]. El mismo P. Antonio Llinás fundó: Escornalbou en 1688 (Cataluña); Nuestra Señora de la Oliva, 1689 (Castilla); San Antonio de Arcos de la Frontera, 1698 (Andalucía); San Roque de Calamocha en 1690 (Aragón); San Esteban de Cehegín en 1690 (Cartagena), Santo Espíritu del Monte en 1690 (Valencia). Con iniciativas de otros franciscanos nacieron: San Juan de Villaviciosa (Asturias) en 1692; San Antonio de Herbón (Asturias) en 1702; Nuestra Señora de los Ángeles de la Moheda (Extremadura) en 1727; Colegio de Olite (Navarra) en 1745; San Juan Bautista de Zarauz (Cantabria) 1746; y San Buenaventura de Baeza (Granada) en 1809.
En los mismos años surgieron en Latinoamérica los Colegios de Querétaro (1682) reconfirmado en 1688; Cristo Crucificado de Guatemala (1692); Nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas (1704); San Fernando de México (1732); San Francisco de Pachuca, ligado a la familia franciscana de los Descalzos, en 1732 y reconfirmado en 1771; San José de la Gracia de Orizaba (Puebla-México) en 1799; Nuestra Señora de las Gracias de Popayán en 1753 y reconfirmado en 1755; San Joaquín de Cali en 1756; Purísima Concepción del Píritu (Venezuela); San Francisco de Panamá. 1785; Santa Rosa de Ocopa en 1758; Nuestra Señora de los Ángeles de Tarija en 1755; San Ildefonso de Chillán en 1756; Nuestra Señora del Mayor Dolor de Moquegua 1795 (Perú); San José de Tarata en 1794; San Carlos de San Lorenzo (Argentina) en 1784; Nuestra Señora de Zapopán (Guadalajara-México) en 1812.
El convento de Santa María de los Ángeles de Tarija era parte de la Provincia de San Antonio de los Charcas, que tenía su central en el Cuzco. Su gobierno, ministro provincial y su consejo, habían aprobado la cesión de los conventos de Ocopa o de Urubamba para la fundación de un Colegio de Propaganda Fide; pero, al momento de la entrega, ni el uno ni el otro fueron cedidos. La situación se hacía insostenible para el Comisario General de Lima, el P. Francisco Soto y Marne, que había invitado a los franciscanos para la realización del proyecto. De hecho en 1751 desde España se habían puesto de viaje dos numerosos grupos de misioneros: uno de 35 hacia Lima y otro de 54 hacia Buenos Aires. Detenidos en Ocopa, éstos reclamaron que su venida era con propósitos de ir a misiones y no integrarse en una provincia.
La expresión marcaba la diferencia entre dos opciones: el concepto de misionero, ligado a un convento; y el otro, de misionero de Colegio de Propaganda Fide, en el cual todo el universo legislativo estaba canalizado hacia una acción entre los pueblos originarios todavía no cristianos. El P. Mingo de la Concepción, presente en Ocopa, hace alusión a los comportamientos de los padres responsables y en situación de disputa entre sí. Anota que el P. Comisario General se fue “enfadado” hacia Lima y que el Ministro Provincial “se retiró al convento de Arequipa, donde (sin más comentarios) se dice que murió. Las decisiones para Tarija se movieron entre contradicciones y se presentaron como resolución inesperada. La erección del Colegio de Propaganda Fide se dio el 3 de abril de 1753 en Lima. [“Patente i licencia para la erección del Convento en Colegio de Misioneros, y la aceptación de la Provincia y de los misioneros”, A.F.T. EP-11.a, en Presencia franciscana y formación intercultural en el sudeste de Bolivia según documentos del Archivo Franciscano de Tarija, 1606-1936, Ed. L. Calzavarini, Santa Cruz, 2004, Tomo II, págs. 423-430], firmada por el Comisario General Fray Francisco Soto y Marne. El debió imponer toda su autoridad si consideramos la respuesta, que otorgaba la cesión del convento de Tarija de parte de la provincia de San Antonio de los Charcas el 28 de Julio de 1755 [“Carta de cesión del Convento de San Francisco de parte de la Provincia de San Antonio de los Charcas”, A.F.T. RR-17.a, en Presencia Franciscana y formación intercultural..., op. cit., págs. 431-434], El primer documento mostraba la siguiente lógica:
- El gran número de misioneros, después de haber “sacrificado al Señor sus patrias y sus provincias en aras de tantos peligros, trabajos, navegaciones, caminos y fatigas, padece hoy el doloroso desconsuelo de ver frustrado el santo fin de sus apostólicos fervores; y no se puede tolerar una situación de supernumerarios en Ocopa.
- Las provincias tienen la obligación de erigir Colegios-Seminarios según el mandato de la bula de Papa Inocencio XI.
- El convento de Tarija se trasformará en Colegio para la “reducciones y conversiones vivas” que se fundarán en las montañas confinantes.
- Se nombra a los hermanos con destino a Tarija, que corresponden a las necesidades de comenzar la construcción del Colegio mismo, la dedicación a la predicación entre fieles y ensayar caminos de evangelización entre los pueblos originarios.
- Se prohíbe el regreso a España de los frailes y se condena a quienes “provocan desconsuelo en los que se sienten defraudados de aquel ejercicio fervoroso que se les facilitaba en la España”.
La carta de cesión (el segundo documento) del convento de Santa María de los Ángeles de Tarija se mantiene en el mismo tono de defensa de su propia autoridad. Ante todo sorprende que este documento sea posterior al otro; además, se insinúa una aceptación de parte de la Provincia por “obediencia” (que no implicaba una voluntad positiva en el asunto), se entrega el convento pero se conservan ciertos derechos acumulados; haciendo referencia a la Bula de Inocencio XI se reclaman privilegios, que resultan onerosos a la situación de necesidad de iniciar la actividad del Colegio; se reclama el permiso del ministro provincial en el caso de que religiosos de San Antonio de los Charcas pidan integrarse al Colegio por las siguientes razones: el fraile puede ser necesario o bien pueda ser alguno que quiera “huir” de la corrección de los prelados; y por último, que los misioneros que se enviaran a Apolobamba debían quedar bajo la jurisdicción del ministro provincial y no del Colegio de Propaganda Fide de Tarija.
La dureza de las dos posturas calificaba el momento en el cual se concluía un proceso histórico y se abría otro. Por ley de Fernando VI del año de 1751, los franciscanos debían dejar las doctrinas para entregarlas al clero secular. Éstas eran parroquias de indios, organizadas en términos de regiones, donde “los religiosos mantenían un culto espléndido, mayor número de ministros, escuelas de música y primeras letras, colegios y bibliotecas, que no puede sostener un clérigo secular que preside una parroquia; ellos defendían con más valor y constancia a la clase indígena de las vejaciones de los encomenderos y de la tiranía de los encargados del poder político; ellos gastaban sumas inmensas en la construcción y reparación de templos; y ellos evangelizaban con desinterés a mayor número de feligreses: yo no puedo dejar de tributarles este homenaje debido a la justicia y a la verdad” [“Testimonio de un canónigo mexicano” en Gómez Cañedo L., Evangelización y conquista: una experiencia franciscana, México, 1977, pág. 50].
Por lo que tocaba a la provincia de San Antonio de los Charcas, por la ley nombrada, era alejada del conjunto de doctrinas de Colca, que se extendía entre Arequipa y Cuzco.
Renovación del carisma evangelizador franciscano en/desde Tarija
Como mostraremos después, la institución de los Colegios de Propaganda Fide recogía el momento carismático de la historia franciscana en el continente latinoamericano. Los frailes ubicaban sus casas en los límites de la plaza mayor, que podía también definirse territorio de extra muros. Sin responsabilidades parroquiales en las ciudades, su propósito de vida era testimoniar un mensaje evangélico y franciscano, que correspondía al vivir “sin nada de propio”. El sustento diario era la huerta y el andar limosneando. Por tales necesidades, el convento era conjunción entre estamentos de indios e hispanos. La predicación, además, obligaba a aprender las lenguas autóctonas; y, siempre por tal ministerio, se fomentaban universos de comunión en las creencias católicas y de participación en las mismas prácticas simbólicas.
Mientras en el espacio ciudadano, el convento mantenía intercomunicación entre estamentos sociales diferenciados, en el mundo rural el indio era la presencia más uniforme. Los conflictos diversificaron la presencia franciscana si bien siempre dentro la misma organización de la orden: la una conventual, otra de reducciones, y la última, la de las doctrinas. Los nombres más representativos de las tres opciones fueron: Francisco Solano (Andalucía, 1549 y Lima. 1610), Luis Bolaños (Marchena, 1539 y Buenos Aires, 1629) y Luis Jerónimo de Oré (Ayacucho 1554 y La Imperial Concepción de Chile, 1630).
La justificación para la creación del Colegio de Propaganda Fide en Tarija era la de las “reducciones y conversiones vivas”, Seguramente el acentuar sobre tal calificación conllevaba a que la orden franciscana, por la secularización de las doctrinas, quedara encerrada a la sola distribución de 1os conventos (juntos formaban una provincia), que correspondía al territorio del Estado colonial consolidado. La unidad provincial, sin embargo, llevaba diferencias por las características de los conventos en sí. Los grandes correspondían a la sede del ministro provincial, las casas de estudio con obligatoria acción escolar y de introducción a la vida franciscana y las otras de compromisos sociales (doctrinas, escolaridad, caridad). Existían también conventos, dedicados a una institucionalidad más rígida y de compromisos espirituales.
Por estar sin propósitos de acción y sin actividades externas, las Recoletas no interferían en asuntos de gobierno provincial. Al contrario de éstas, los objetivos e institucionalidad de los Colegios de Propaganda Fide introducían elementos de separación jurídica, autonomía de decisiones y la definición de un territorio de trabajos, bien preciso, si bien, ubicado en la periferia colonial. Todos estos elementos, sí recuperaban el carisma inicial franciscano; al mismo tiempo, eran espacios de innovación que no podía asumir una provincia por estar cargada de tradiciones. Lo preciso era pensar en una complementariedad de vida franciscana, que unía lo antiguo y lo nuevo. Las preeminencias de los colegios residían en su misma actividad interna y externa. Por la primera, los Colegios de Propaganda Fide podían considerarse como grupo más selecto con escolaridad permanente, con más capacidad de recambio entre los religiosos, que pasaban de la vida conventual a la de las misiones “vivas” por simple decisión del prefecto y guardián, por el flujo permanente de religiosos y su continua conexión de actividades con Madrid y por una mayor dedicación a la predicación; por todos esos aspectos la biblioteca era máxima oficina totius conventi. Esa movilidad era indicada precisamente por el verbo “huir” y “vagabundos” (ausencia de permanente control directo) que los frailes de la provincia atribuían de vez en cuando a los hermanos de los Colegios de Propaganda Fide.
La sumatoria de las divergencias se mostró en la fundación del Colegio de Tarija. La provincia de San Antonio de los Charcas entregó el convento en destrucción, incapaz de cobijar cuatro frailes, y con el templo en situación de abandono. Superada la incertidumbre de hacerse cargo de tan poca cosa y casa, el 14 de octubre de 1755 iniciaron su vida bajo régimen de Propaganda Fide. Hasta el año de 1767 se dedicaron a lo más necesario para la construcción del “cuartel general” de los franciscanos en el sudeste de Bolivia. Se empezó con la construcción del claustro central, contiguo al templo con una línea de celdas, que formaban con el comedor y biblioteca (piso superior) un claustro abierto. Se terminó con la construcción de la enfermería y de las oficinas. De los cuatro frailes, llegados el 24 de septiembre del año siguiente, de forma escalonada, llegaron a Tarija, 11 sacerdotes, 6 hermanos legos y tres donados.
Según refiere el P. Mingo de la Concepción, “fiados en la divina misericordia y en la esperanza de que los piadosos señores vecinos de Tarija y de su comarca, concurrirían y ayudarían con sus limosnas comenzamos, desde luego, a experimentar que nada nos faltaba para pasarlo bien y con decencia. Y aunque es cierto que en el mes inmediato de noviembre del mismo año estábamos ya de comunidad, veinte sujetos a saber, once sacerdotes, seis hermanos legos y tres donados, no solamente teníamos el sustento diario necesario sino que sobraba comida diaria para los pobres de la portería” [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas de Tarija entre chiriguanos, Ed. Bernardino del Pace, Tarija, 1996, págs. 55-56],
La construcción del convento fue con promesa de arreglar cuentas en tiempos posteriores con don José Hurtado de Saracho (fabriquero también de la iglesia matriz), quien, junto al P. Antonio Oliver, fue también su arquitecto. El complejo conventual quedó definitivamente completado en el año de 1793 cuando doña Agustina de Echalar donó el terreno contiguo a la huerta, donde funcionó la escuelita de San Francisco.
Más allá de las incertidumbres iniciales
Hemos relatado las circunstancias desfavorables para viabilizar, desde la realidad del convento de Santa María de los Ángeles de Tarija, el Colegio de Propaganda Fide. En realidad, el proyecto misionero exigía una residencia multisectorial, por lo cual se la indicaba también como “seminario”. Se trataba de una perspectiva de trabajo, que correspondía a un modelo de acción socio-religiosa, que complementaba elementos prácticos (de residencia central, templo, biblioteca, oficinas, medios de movilización, enfermería, procuradurías) con actividades de estudio, predicación, liturgia y condiciones de vida religiosa. Esto determinaba para trasformar la “ermita” franciscana en centro de comunicación en la diversidad cultural del Sur de Bolivia, de mutuas interrelaciones económicas, de comunión entre ciudad y campo y de decisiones compartidas entre el Colegio y los territorios misionales.
La estrechez y la falta de lo necesario no desanimaron a los frailes de Tarija. Su primer cronista y uno de los fundadores, P. Mingo de la Concepción, nos dice que en la misma fecha de entrega del convento de Santa María de los Ángeles se empezó a vivir según las normas de los Colegios de Propaganda Fide. El citado religioso escribió: “Desde el 14 de octubre de 1755 en el que tomamos la posesión de la tal cual habitación que hallamos en lo que era convento y pasó a ser erecto en Colegio de Propaganda Fide, comenzamos a practicar con tesón los ejercicios indispensables del coro, confesionario, pulpito y demás actos de comunidad bien arreglada; como asimismo, la solicitud de hacer misiones entre fieles y de adquirir conversiones entre infieles.” [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas de Tarija..., op. cit., pág. 85],
Según esas indicaciones, la nueva comunidad franciscana quedó comprometida en dos actividades: la conventual, dedicada a la construcción del Colegio de Propaganda Fide; y la misionera, con compromisos de viajes y residencias extra conventuales. Esas últimas disminuyeron el número de frailes y permitieron la unidad del proyecto global. Ante todo, se preocuparon de las predicaciones entre fieles. Se trataba de estadías prolongadas en los pueblos ya cristianos. Desde 1756 a 1773 se enumeran los siguientes lugares: 1756 y 1757: Bermejo y cercanías de la ciudad de Tarija; 1758: Tomina, La Plata, Palcha, Tarabuco, Tocopaya, Tomina, Laguna, Villar, Sopachui; 1759: Villa de Potosí, Libilibi, Tupiza, Suipacha; 1759: Cochabamba, Arque, Oruro, Sicasica; 1762: La Paz, Chucuyto, Puno; 1764: Ciudad de Santiago del Estero y Jujuy; 1765-1766: Valle de Cinti y sus doce parroquias; 1772: Tupiza y valle de Cinti; 1773: Tomina y Pomabamba; y 1774: Valle de Tarija. [Comajuncosa A., Manifiesto histórico, geográfico, topográfico, apostólico y político de los que han trabajado, entre fieles e infieles los misioneros franciscanos de Tarija, 1754- 1810, Ed. P. Gerardo Maldini, Tarija, 1993, pág. 66],
El P. Antonio Comajuncosa prosigue [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág. 67]: “Pero el ánimo ha sido siempre reformar las costumbres de todos los fieles de ese continente. Era corto este ámbito para desfogar su espíritu y por esto, en el año de 1774, fueron enviados tres misioneros a la Costa del Mar del Sur, e hicieron misiones desde Pica hasta Arequipa. Luego, el año siguiente de 1775 resonaron esas trompetas evangélicas, ya en la ciudad de La Paz, ya en la de La Plata y Villa de Potosí con fervorosas misiones; y en el inmediato de 1776 pasaron a la diócesis de Santa Cruz de la Sierra y las hicieron, en la ciudad de Jesús del Vallegrande, en Samaypata, Chillón, Totora, Tintín, Ayquile, Misque, Homereque, y su viceparroquia Chingurí; en Tarata, Punata y Arani; y entrando en el arzobispado, siguieron la misma tarea en la Villa de Oropeza de Cochabamba y en los curatos de Quillacollo Sipesipe, perseverando constantes en la Villa de la Laguna el año siguiente de 1778.”
Lo que sorprende no es tanto la abundancia de las informaciones de lugares, sino más bien, la diversidad de los mismos, lo cual demuestra que el nivel cultural y teológico del convento franciscano de Tarija era muy alto. Paralelamente a las actividades de predicaciones, se inició el proceso de evangelización entre infieles, que, en 1778, era una realidad bien consolidada en la región de la Frontera de Chuquisaca y parte de la Cordillera.
Nos interesa al momento subrayar cómo las incertidumbres de los primeros tiempos no humillaron el espíritu de los frailes. Simultáneamente con las predicaciones y la construcción del convento se inició también la actividad entre los infieles en la región de la Villa de Tarija. El relator fue siempre el P. Mingo de la Concepción, que intentaba recobrar una tradición misionera franciscana. De hecho, desde el convento de Tarija, fundado en el año de 1606, no tenemos informaciones de presencia entre los pueblos originarios. Ésta, parece más bien haber sido originada desde los franciscanos de Sucre y de Potosí hacia las misiones de Tambabera y Tayaguasu, sitas en las cercanías de Salinas. No se dieron resultados, excepto de un universo de representaciones cristianas tal como se las indicaba en el acontecimiento del descubrimiento de una cruz, cuidada por un anciano, que dijo a los guaraníes que desde tiempos antiguos los estaba esperando. La cruz fue trasladada al convento de Tarija. El acontecimiento se daba en la población de Torres en 1616 [Mendoza D. de, Crónica de la Provincia de San Antonio de los Charcas, -1666-, La Paz, 1976, págs. 119-124], En los años posteriores, los padres jesuitas y dominicos se ubicaron en Salinas, Tariquea y Chiquiacá. Los dominicos fueron martirizados en el año de 1728 y el jesuita, P. Julián Lizardi, en 1735. La sublevación fue guiada por el cacique Aruma [Calzavarini L., Nación chiriguana: grandeza y ocaso, Cochabamba, 1980, pág. 150],
El abandono de la presencia cristiana, impulsó al P. Manuel Mingo a introducirse en Tariquía, el 27 de enero de 1757. No hubo éxitos significativos, al contrario, se apresuró la decisión de la Audiencia de programar para los jesuitas la parte Sur, desde Tarija hacia Yacuiba; y para los franciscanos, la Frontera de Chuquisaca. A razón de tal división, aún, se propuso a los franciscanos La Recoleta de La Plata como implantación del Colegio. El Rey aceptó, en 1759, [“Copia de lo que escribió el Rey Nuestro Señor a la Real Audiencia de La Plata, denegándose a la intentada traslación de los Misioneros de Tarija a la Recoleta de aquella ciudad”, A.F.T. RR-1, en Presencia Franciscana y formación intercultural en el sudeste de Bolivia..., op. cit.. pág. 607] la propuesta de los franciscanos de quedarse en Tarija. La legitimación oficial fue que donde “hay muchos honores también se presentan muchas obligaciones” [Mingo de la Concepción M., Historia de las misiones franciscanas…,op. cit., pág. 76]. Más profundamente, esa voluntad estaba en función de una nueva metodología franciscana. La actividad misionera era espacio separado y no estrechamente ligado al convento, si bien, como Colegio de Propaganda Fide, estaba unido al plan general de evangelización. Él era sólo “seminario” o espacio de preparación, que no debía condicionar el desarrollo de las iniciativas locales entre los pueblos originarios. La división del campo de trabajo con los padres jesuitas y la aceptación de los franciscanos de dedicarse a los chanés de la Frontera de Chuquisaca era implantar un principio de autonomía en aquellas regiones. El propósito, manifestado por el P. Antonio Comajuncosa, era que ellas debían diferenciarse del camino de las “antiguas provincias” [Comajuncosa A., Manifiesto..., op. cit., pág. 79] en una política territorial y cultural, donde ninguna nación debía ser dividida ni por obispado ni por gobernación.