Todas las incongruencias del relato del golpe que Evo no quiere escuchar
¿Y si fue un autogolpe frustrado? Los datos revelados situados dentro del contexto de 2019 abre nuevas interpretaciones
Hablar de los hechos de 2019 desata rápidamente las pasiones. Unos creen que hubo un fraude electoral, otros que hubo un golpe de Estado y nadie se va a mover un centímetro de su posición. Ambos relatos tienen ciertas fortalezas, pero también muchos puntos oscuros que no pueden explicarse ni desde los hechos ni desde el razonamiento lógico. Normalmente esos vacíos se llenan con polarización fanática.
Esta semana, aprovechando el enésimo recrudecimiento de la pelea entre el ala arcista y el ala evista pero antes del encuentro no tan fortuito en el Chapare entre Evo y Arce, se ha recordado uno de esos episodios que visto completo, es inexplicable: En la mañana del 10 de noviembre de 2019, cuando la opción de repetir elecciones ofrecida por Morales ya estaba a punto de caer, el ejecutivo de la Central Obrera Boliviana Juan Carlos Huarachi, y otros miembros del Pacto de Unidad sugirieron la renuncia del presidente como método para pacificar el país.
La cuestión es que ni la COB ni las matrices habían movido gente en los 21 días de paro como para defender el proceso, pero tampoco nadie esperaba esa posición. En 2020 cuando El País entrevistó a Morales en su exilio de Buenos Aires y le preguntó por esto, el expresidente lamentó que no se hubiera declarado un paro nacional con bloqueo de caminos que hubiera acabado con las protestas pero no quiso aclarar la naturaleza del pedido de renuncia. Lo curioso es que al retornar al país Morales mantuvo excelentes relaciones con Huarachi – hasta que este se decantó por Arce -, y nunca le afeó su conducta aquel 10 de noviembre.
Esta interrogante lleva a otra: Si los más fieles aliados a Morales pidieron su renuncia por instrucción del propio Morales. ¿Pudo haberle dado la misma orden al Jefe del Estado Mayor, el general Williams Kaliman? Kalimán había sido catalogado hasta esa misma mañana como un servil militar que logró medrar precisamente por sus cercanías con Morales, pero sin embargo fue determinante en la caída. También consultado Morales por El País sobre estos hechos , el expresidente apuntó más al comandante de la Fuerza Aérea, General Terceros, que a Kaliman, del que ni en su retorno ha hablado mal.
El asunto de las renuncias llega hasta el 11 de noviembre, pues no solo pidieron su renuncia sino que varios diputados y senadores, todos muy cercanos a Morales, entregaron sus curules y renunciaron a sus cargos. En Tarija el senador Milcíades Peñaloza y el diputado José Ignacio Soruco, por ejemplo, corrieron ya la tarde del domingo a formalizar su alejamiento como si nunca hubieran estado ahí y otras como Adriana Salvatierra, entonces presidenta del Senado, hicieron lo propio aunque después se enmendaron para no dejar el acta de senadora. Consultado Morales en aquella entrevista reconoció que él pidió las renuncias de sus parlamentarios, que por entonces eran los dos tercios de la Asamblea, aunque después se desestimó, pudiendo así conservar el control de las cámaras en el periodo de transición, lo que significó poder pivotar el proceso electoral y evitar algún que otro descalabro institucional.
¿Sembrar el caos?
La teoría del “vacío de poder” solo cierra con fanatismos. La posibilidad de que Morales pretendiera que se sembrara el caos tras su renuncia y que en pocos días alguien le pidiera su retorno no deja de ser una ingenuidad y una fantasía.
El contexto de la época recuerda a un gobierno con un poder absolutísimo que se había reelegido con el 61% del apoyo popular por tercera vez, lo que le permitió sin dudas ni remordimientos aplicar un control total de instituciones y movimientos sociales: solo en esas circunstancias a alguien se le hubiera ocurrido ignorar el resultado de un referéndum popular. Ese poder absoluto no cuadra con que pudiera darse una supuesta conspiración para derrocarle, pues se supone que todos los cargos están copados.
Por otro lado, de aquellos días se recuerda también el silencio absoluto de los movimientos sociales durante 21 días salvo por algunas movilizaciones muy puntuales en Cochabamba. El Alto no se movilizó. La UPEA no salió. E incluso después de caído, las dos matanzas represivas, la de Sacaba y la de Senkata, parecen resolver un asunto “de cuota”, de “muertos necesarios”.
Morales finalmente huyó desde una pista de Chimoré. su aeropuerto, en el que según el relato de su vicepresidente Álvaro García Linera había 10.000 ponchos rojos y cocaleros dispuestos a dejarse la vida.
Todo empezó con una elección donde los principales tribunales electorales cambiaron sus recintos habituales por otros hoteles donde hubo que lanzar cableado de internet nuevo y donde se concentraron después las protestas de “fraude” y acabó, al menos las protestas populares, con un motín policial contra el que el Ministro se puso a rezar agarrado de la mano del Comandante policial.
Las revelaciones empiezan sin embargo a configurar otro escenario probable dentro de la polarización del tema: ¿Lo que fracasó en 2019 fue acaso un autogolpe?